El fallo de la Corte de La Haya y sus eventuales consecuencias para Bolivia

Marcelo Ostria Trigo

Luego  de casi ocho años de suspenso se conoció el fallo de la Corte Internacional de Justicia de La Haya en el litigio peruano-chileno sobre su límite marítimo. Ese suspenso no solamente lo  compartieron los litigantes; en Bolivia concitó expectativas, pues se había  difundido, desde el mismo comienzo de la demanda peruana, la versión de que, si el Perú obtenía lo que pretendía, se dejaría sin mar al Norte de Arica, lugar de la alternativa de solución de la mediterraneidad de Bolivia con la cesión de Chile, como fue negociado en 1950 y 1974.

Se decía que si la línea fronteriza del mar entre Chile y Perú se inclinaba al Sur, encerraría la costa del eventual corredor cedido a Bolivia. No se dijo, sin embargo, que el mismo ancho del corredor tendría que ir en la misma dirección, lo que no sería un obstáculo para su al mar. En efecto, ya en marzo de 2009 expresé que, “si Chile tuviera la intención de ceder a Bolivia una franja al Norte de Arica y el límite marítimo con el Perú se inclinara al sudoeste, el hipotético límite marítimo de la costa cedida a Bolivia, conservando el ancho de la misma, también se desplazaría en ese sentido. Resultado: no habría obstáculo físico. Más aún, podría suceder que el desplazamiento sea menor si la Corte de La Haya fallara en favor de una solución intermedia”.



Lo curioso es que la advertencia del impedimento que significaría que Perú obtenga lo que demandaba para que Bolivia logre una salida soberana al Norte Arica, provino de Chile que, en ese tiempo y  hasta hoy, ya se empeñaba en dejar claro que no estaba en disposición de ceder a Bolivia territorio con soberanía. Esto, en otras condiciones, hubiera sido una señal de que había ánimo positivo en La Moneda para esta solución de la mediterraneidad de Bolivia, lo que, luego, fue evidente que no existía.

Hace unos días, recordé que el propio presidente de Bolivia cayó entonces en esa argucia; y afirmaba que “la actitud del Perú (…) entorpece las negociaciones marítimas”. Era ostensible que el mandatario no estaba enterado de las posiciones de Perú y Chile en este diferendo y tampoco si una de ellas –la peruana– realmente sería un  obstáculo para una eventual solución a la mediterraneidad de Bolivia, con una fórmula como la de 1950 y 1975. Esto sucedía durante el gobierno del presidente peruano Alan García, cuando las relaciones personales entre él y Evo Morales no eran, precisamente, cordiales.”

Así las cosas, es evidente  que ningún fallo de la Corte internacional de Justicia de La Haya ha concitado tanto interés en Bolivia como el del diferendo peruano-chileno por la delimitación del espacio marítimo entre los dos países. Seguramente que abundarán las reacciones  y, serán diversas.

Lo que también está claro que en este fallo se advierte que hay un propósito salomónico. Perú no obtuvo todo lo que pidió, ni Chile retuvo todo lo que defendía como suyo. También resulta que Perú sale ganando espacio marítimo y Chile lo pierde. La Corte consolidó su reputación de que no da todo lo que se le pide, pero tampoco niega todo lo que se reclama.

Sin embargo, las reacciones de sus negociadores difieren: es exultante la del agente peruano y crítica la del chileno.

“Lamentablemente, en el actual gobierno de Bolivia no hay, en este caso, orientaciones ni actitudes claras. Y, en el caso de Chile, quedan muchas incógnitas -aunque haya reiteración de que en este tema sigue una política de Estado, lo que no es evidente. En el gobierno de Sebastián Piñera, se insistió en que nunca hubo en Chile el propósito de ceder a Bolivia un territorio soberano que le permita, nuevamente, tener acceso al Océano Pacífico. La historia dice lo contrario, pero este es otro cuento…” (Marcelo Ostria Trigo, Nueva Economía. 20.01.2014).

Por otra parte, hay una interrogante que viene repitiéndose: ¿Qué influencia tendrá esta sentencia de la CIJ de la Haya en la demanda boliviana contra Chile, apoyada en la teoría de los actos  unilaterales que crean obligaciones, para que Santiago cumpla con los ofrecimientos a Bolivia (1950 y 1975) de negociar de buena fe de ceder a Bolivia una salida soberana al Océano Pacífico? Por los antecedentes, despejada la duda de que el avance peruano con el nuevo límite marítimo no constituye un  impedimento físico para esa solución, no se anticipan otras derivaciones; claro está que habrá la necesidad de contar con la aceptación peruana –el Perú no estaría obligado por la Corte  pues nadie lo demanda en este pleito boliviano-chileno– para un eventual arreglo con Chile si se trata de la cesión de una porción de Arica, sujeta a lo que dispone el acuerdo adicional al Tratado chileno-peruano de 1929 que se definió la cuestión de Tacna y Arica.