Insulza en La Habana

Pedro Corzo

CORZO “Nosotros no podemos, por razones que ya hemos explicado, ingresar a la OEA… esa sigla debe desaparecer”. Raúl Castro

Desde que Insulza asumió la conducción de la entidad hemisférica ha coincidido estratégica, ideológica y políticamente con las propuestas del Grupo de la Alianza Bolivariana de las Américas, ALBA



La dictadura cubana ha sido constante en aplastar a los ciudadanos que se le oponen, pero muy flexible en lo que respecta a gobiernos e instituciones extranjeras, que en alguna medida pueden ayudar a sus sobrevivencia.

Aquellos que por años rindieron tributo al castrismo por asumir posiciones contrarias a los intereses democráticos del hemisferio, se habrán quedado atónitos cuando La Habana invitó al Secretario General de la Organización de Estados Americanos, OEA, José Miguel Insulza, a la Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe, que se efectuará en la capital cubana a fines de este mes, bajo la presidencia pro témpore de Raúl Castro.

Insulza no viajará a La Habana por ser una figura internacional, sino porque es el principal directivo de la OEA, una entidad contraria a los postulados sobre los cuales supuestamente se sostiene el totalitarismo cubano, y que los Castro siempre han situado entre sus enemigos más acérrimos.

Una de las preguntas inevitables es como el régimen cubano va a presentar a Insulza y en base a que protocolo se va a relacionar con él.

La invitación del castrismo a Insulza es una seria contradicción, que reafirma el reblandecimiento de la dictadura ante las instancias internacionales, debilitamiento que es compensado con una actitud más represiva contra la población y en particular, contra los sectores que se le oponen.

Por otra parte no se podía esperar del secretario general otra respuesta, porque Insulza siempre ha sido indulgente con las dictaduras arropadas en el marxismo.

Fue Insulza quien propuso que se debatiera la suspensión de Cuba del organismo en 2009, sin que La Habana haya mostrado interés en regresar a la entidad.

También fue junto a Lula da Silva y Hugo Chávez, el principal crítico de Honduras cuando el ex presidente Manuel Zelaya, fue destituido. Fue el artífice principal del aislamiento que padeció ese país, mientras demandaba a toda América indulgencia para el régimen de los Castro.

La historia de la Organización de Estados Americanos tiene más sombras que luces, pero nunca la actuación del organismo regional ha sido tan deplorable como la que muestra desde que es dirigida por el actual secretario general.

Cierto que en el pasado el organismo regional aceptó en sus foros representantes de sangrientas dictaduras militares que compartían tribuna con gobernantes que habían sido elegidos democráticamente.

Tengamos presentes que la suspensión de los regímenes dictatoriales de Rafael Leónidas Trujillo, Santo Domingo, y de Fidel Castro, Cuba, no fue por la naturaleza depredadora de los gobiernos que dirigían, sino porque los dos déspotas se convirtieron en una amenaza para los países miembros de la entidad.

Trujillo intentó asesinar al presidente venezolano Rómulo Betancourt y Fidel Castro convirtió a Cuba en una plataforma de subversión que desestabilizó a todo el continente con el propósito de imponer regímenes marxistas en todo el hemisferio.

La OEA ha gustado de la complicidad porque en realidad la entidad ha trabajado básicamente para fortalecer la paz y la seguridad entre los países miembros, y en un segundo plano ha quedado la promoción de la democracia y el respeto a los derechos humanos.

Desde que Insulza asumió la conducción de la entidad hemisférica ha coincidido estratégica, ideológica y políticamente con las propuestas del Grupo de la Alianza Bolivariana de las Américas, ALBA.

Obvió las múltiples agresiones de Hugo Chávez a Colombia y su abierto apoyo a los terroristas de las FARC, al igual que los métodos usados por el desaparecido mandatario venezolano para establecer por medio del despotismo electoral una dictadura constitucional.

En lo que respecta a Nicolás Maduro dijo que deseaba para el presidente electo, en unos comicios de dudosa legalidad, el mayor éxito en el cumplimiento de sus funciones.

De manera parecida ha actuado en relación al presidente ecuatoriano Rafael Correa. No ha puesto reparo a los rejuegos con la constitución de Nicaragua en los que ha incurrido Daniel Ortega y tampoco ha censurado a Evo Morales que como el resto de sus pares del Socialismo del Siglo XXI, solo crean condiciones para perpetuarse en el poder y fortalecer las autocracias sobre las que gobiernan.

Pero los actores del espectáculo del que La Habana será sede no se circunscriben a los Castro, la OEA e Insulza, porque en el evento participarán jefes de estado y de gobiernos, o sus delegados de treinta y tres gobiernos del hemisferio.

Con la participación una vez más de los gobiernos del hemisferio, incluidos los considerados genuinamente democráticos, confieren a la dictadura insular una legitimidad que no posee y reiteran su complicidad con un régimen que sistemáticamente violenta los derechos de sus ciudadanos.

Periodismo sin Fronteras