La seguridad de un príncipe

Las autoridades competentes deberían explicar mejor qué pasa con un Airbus que se avería y que ha de transportar a nuestros mandatarios

MARCOS BALFAGÓN

Dice el Ministerio de Defensa que es una casualidad que el Airbus A-310 en el que viajaba don Felipe de Borbón a Honduras se haya averiado dos veces en poco más de un par de meses. Pero los accidentes son casuales demasiadas veces, y defender la tesis de que el avión que utilizaba el príncipe Felipe sufrió una avería menor que ya está reparada y, al mismo tiempo, enviar otro de recambio es una contradicción en sus términos; de modo que el sobresalto que producen estas averías en la misma aeronave y con el mismo personaje principal no se alivia con alusiones a la casualidad y con medidas contradictorias.



Convendría que las autoridades competentes —en este caso Defensa, que gestiona los Airbus que se ocupan de los viajes de las autoridades— hicieran un esfuerzo por explicarse mejor. Está bien que se abra una investigación, pero esta ya debería estar avanzada tras la primera avería —esa sí de gravedad— que impidió al príncipe el 25 de noviembre llegar a Brasil.

Es importante que las cosas se expliquen mejor. Porque el Airbus de repuesto enviado a Honduras no estaba varado y ocioso. Es el mismo que debía haber volado ayer a Roma con el presidente del Gobierno y su séquito para una cumbre bilateral con Enrico Letta. Gracias a tal contratiempo, hemos sabido que hay un “pool europeo de transportes” del que echar mano para conseguir un avión de autoridades. Sugerencia a explorar: ¿sería más barato establecer ese pool para todos los viajes de las autoridades? Y ya puestos a preguntar: ¿no sería mejor fletar aviones que poseerlos para hacer tan pocos kilómetros con ellos al cabo del año? ¿No se impone en tiempos de escasez más vuelos comerciales?

La casualidad ha querido que sea el príncipe Felipe el que haya sufrido en primera persona las dos averías del mismo avión. Teniendo en cuenta que ya ha cruzado el Atlántico 66 veces para la toma de posesión de 66 presidentes y que este año tendrá que acudir a otras cuatro, es obligatorio exigir más transparencia y pragmatismo. Porque hay casualidades que comprometen la seguridad de nuestros mandatarios y eso produce verdadero vértigo.

Fuente: elpais.com