Leyes de cada quien y para cada quien

Ovidio Roca

Ovidio Roca Me encontraba en el Chapare conversando con un dirigente sindical sobre la necesidad y obligación de cumplir con las normas y los cuidados ambientales, y en un momento el argumenta: "esas son sus leyes y no las nuestras" y continuo diciendo "no son nuestros usos y costumbres, entonces no tenemos por qué cumplirlas".

Esta afirmación respecto a las costumbres guarda relación, de alguna manera, con las fuentes primarias del derecho, pero solo cuando benefician al bien común y no con los proclamados usos y costumbres indígenas en Bolivia, aplicados mañosamente en beneficio exclusivo de un determinado sector y obviamente en detrimento de la mayoría.



Somos lo que vivimos, los cuentos que nos contamos, por ello es importante recordar esto, cómo vivimos y que cuentos nos contamos.

Bolivia, desde su inicio vivió de los minerales y luego por su ubicación geográfica alejada de los mercados, con carencia de infraestructura y principalmente con un reducido mercado interno, no conto con las condiciones básicas para iniciar un proceso de industrialización, actividad que significa mucho más que la mera producción de bienes; se trata de aprender una cultura de organización, de desarrollo de tecnologías, de formación de mano de obra, de perspectiva de mercado y comunicación. Además se descuidó la educación especialmente la tecnológica, por lo que no se promovió la capacidad competitiva, algo que es más sentido hoy en la época del conocimiento y la globalización.

El ambiente institucional boliviano tampoco ayudo al emprendedor; tenemos un Estado burocrático, abultado e ineficiente que complica y espanta al emprendedor, tanto al grande como a aquel que con poco capital trata de progresar usando su trabajo e ingenio. En consecuencias ante las trabas burocráticas y el escaso capital, la mayoría de las personas se orientaron hacia la actividad informal, el contrabando, el pequeño comercio y peor aún al cultivo ilegal de coca y fabricación de cocaína, como una forma de sobrevivir. Los informales tienen a su favor que no hacen los largos y costosos tramites de registros y permisos, tampoco pagan impuestos y cuando dejan la actividad, lo hacen inmediatamente y sin costo. Fruto de lo anterior la extendida cultura nacional de la desconfianza frente a la autoridad y la anomia.

En el caso del medio ambiente, y lo mismo puede aplicarse para el comportamiento en la esfera institucional social y económica, un reputado autor afirmaba que si una sociedad no ha logrado superar el nivel de subsistencia, personas que luchan cada día por medio comer, vestirse, protegerse; poco se interesan por el tema ambiental, pues su única meta es sobrevivir a cualquier costo. La historia nos muestra que la gente para sobrevivir y prevalecer hace cualquier cosa, aun atentar contra la vida humana y para justificarse tienen su propio cuento.

Ahora estamos siguiendo la receta del proceso de cambio, y si queremos ver lo que nos depara el futuro solo necesitamos mirar a Venezuela, un país con las reservas de petróleo más grandes del mundo y que vende petróleo por trescientos millones de dólares diarios, la mayor parte a los imperialistas yanquis. Este país tan rico ha destruido su agricultura y su industria y necesita importar absolutamente todo de los países capitalistas, para alimentar precariamente a su población.

En los países que siguen la ruta del castro-chavismo, cunde el desaliento y solo muy pocos se preocupan del destino al que nos conduce el socialismo o el “proceso de cambio”, el rumbo hacia los Estados fallidos; y el resto seguramente que no lo hará hasta que el proceso se ocupe de ellos.

En estas difíciles circunstancias vale la pena destacar la importancia del accionar de “algunos pocos”, recordando a los pilotos de la RAF que en los momentos más difíciles de la guerra mundial, con su arrojo y convicción cambiaron el rumbo de la guerra y de la historia, y lo que en ese momento dijo W. Churchill: "Nunca en el ámbito del conflicto humano tantos debieron tanto a tan pocos".