Dos catástrofes: lluvia y populismo

cargador Las inclemencias meteorológicas de Bolivia en los últimos tiempos aparecen asociadas con una segunda “catástrofe” que las amplifica o que impide una mejor acción estatal para compensarlas.

Hablamos del populismo, la inclinación gubernamental hacia la manipulación mediática y el uso de la cosa pública para fines que no son los esenciales del Estado.

Por una parte, vemos al régimen utilizando los padecimientos populares para hacer campaña electoral, gastando ingentes recursos públicos en propaganda televisiva, radial y escrita, como aquella en la que se ve al vicepresidente García Linera muy sonriente, cargando dos bolsitas de vituallas para los damnificados.



Evidentemente, los recursos malgastados en publicidad electoralista habrían tenido un mucho mejor destino aplicados a la Defensa Civil.

Por otro lado, tenemos un factor estructural vinculado a la debilidad de la inversión pública en obras de infraestructura relacionadas con el manejo de los recursos hídricos, debido al despilfarro de fondos en múltiples iniciativas arbitrarias o de secundaria necesidad, que van desde la compra de aviones presidenciales de lujo hasta las canchas con césped sintético que el mandatario cocalero se empeña en multiplicar por todo el territorio boliviano.

Una parlamentaria de oposición señalaba días atrás que en el departamento de Cochabamba lo que faltan son obras de embalse y canalización para regadío, comparando titulares de prensa actuales sobre las inundaciones y otros de un par de meses atrás, acerca de la escasez de agua para los cultivos.

Parece claro que si el Estado se dedicara más a sus funciones esenciales, entre las que se encuentran las obras de infraestructura y la seguridad ciudadana, y menos a la creación de empresas públicas deficitarias para esto y aquello, el país estaría en condiciones mucho más favorables para enfrentar los flagelos que azotan a la población…

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