La inflación: reprimida, pero no vencida

Juan Antonio Morales

JUAN ANTONIO MORALES Los funcionarios del Ministerio de Economía y Finanzas presumen de lo bien que han controlado la inflación después del doble aguinaldo y subrayan que los datos contradicen las predicciones de fuentes no oficiales.

Parecen ignorar que las presiones inflacionarias persisten y también que, como por definición el futuro es incierto, hay siempre la posibilidad de cometer errores de pronóstico. Los cometen tanto los funcionarios, como los peyorativamente llamados opinadores.



La inflación no está vencida y si está domada por el momento es de mala manera, sacrificando a los productores de alimentos, mayormente pequeños campesinos. La devaluación del peso argentino está proporcionando también una ayudita para contener la inflación. Las subvenciones a los alimentos importados y la devaluación argentina, sumadas al doble aguinaldo, han deteriorado los términos de intercambio campo-ciudad y están deprimiendo los precios de los alimentos con relación a los precios de los productos manufacturados y los servicios urbanos.

De esto se ha dado cuenta con mucha lucidez el viceministro de Desarrollo Rural, Víctor Hugo Vásquez, quien ha propuesto restricciones a la importación indiscriminada de alimentos. Asumiendo que los datos del INE son correctos, lo que está un poco en duda, hacer pronósticos es siempre un ejercicio arriesgado. Se los hace a partir de la información disponible y con un modelo de aceptación general. Obviamente, se cometen errores en este propósito.

El Gobierno se equivocó en su proyección de inflación para 2013, cuando presentó su presupuesto el año 2012. Este error fue más grave que el de los opinadores, a quienes tanto critica, por tres razones. Primero porque esa proyección fue empleada en un documento legal, como es el presupuesto, que pauta (o debiera pautar) toda la política económica de corto plazo. Segundo, porque las opiniones oficiales tienen normalmente más peso que las de comentaristas no oficiales. Tercero, porque el Gobierno tiene una ventaja informativa, ya que maneja mucho más información que el sector privado. En cambio, las opiniones de opinadores son pues de opinadores.

Las consecuencias del doble aguinaldo no han terminado de desplegarse. Hay empresas que están esperando hasta febrero para pagarlo. Los colegios privados están haciendo malabarismos para pagar sus cuentas de fin de mes y están contratando expertos en sahumerios para que hagan cambiar de opinión al ministro de Educación. Los choferes, por su parte, ya han hecho subir sus tarifas. Las medidas de contracción monetaria del BCB tienen poca eficacia para controlar la inflación. Pareciera que el BCB está ignorando las implicaciones que tiene su política de tipo de cambio fijo. Una política monetaria contractiva es necesaria cuando hay presiones para devaluar o para conservar el nivel de reservas internacionales, lo que no es el caso teniendo más de 14.000 millones. En ese contexto, si la política monetaria tiene efecto en los precios es a través del tipo de cambio, que es mecanismo de transmisión más directo.

Por último, si el tomate tuvo la culpa de que la inflación de 2013 fuese más alta que la proyectada, ¿para qué emplear medidas de contracción monetaria? Los desastres naturales que nos están afligiendo probablemente ocasionarán problemas de desabastecimiento y subidas de precios pero transitorias. Es más, en algunos casos, como en el de la carne, puede que se produzca más bien una sobreoferta, que haga bajar los precios por un corto periodo.

Cuando se trata de choques transitorios de oferta, lo mejor que se puede hacer con la política monetaria es no hacer nada, aun si hay que estar listo para modificar la política cambiaria, para evitar repercusiones negativas sobre la producción, si los tipos de cambio de nuestros socios comerciales se siguen devaluando. No hay que hacerse, empero, ilusiones, los problemas y los precios más altos vendrán más adelante en el año.