Notable triunfo diplomático

Álvaro Riveros Tejada

Riveros Tras señalar que “nunca antes” ha habido las relaciones que hoy existen, entre EE.UU. y Venezuela, el presidente Nicolás Maduro, que sueña con Batman y el Hombre Araña, ha anunciado su decisión de utilizar los servicios de nuestro célebre embajador Mr. Sean Penn, para intermediar ante el gobierno de Obama, la normalización de las relaciones diplomáticas con ese imperio capitalista.

El autócrata penezolano (por aquello de la multiplicación de los penes) añadió: “Antes no teníamos relaciones con Estados Unidos solamente las películas que veíamos y los seriales, nada más, y la música, a los que nos gustaba el rock Jimmy Hendrix y Janis Joplin”. Al parecer se le olvidó que le vende petróleo y le compra gasolina. Asimismo Indicó que está estudiando la posibilidad de adquirir 2.600.000 tabletas fabricadas en Haití, para entregárselas a los jóvenes gringos, en una excelente estrategia de competir con el imperio de Bill Gates.



Habida cuenta que nuestro embajador itinerante tiene tareas de insoslayable importancia encomendadas por nuestro gobierno, como ser: la causa marítima; la coca y su aceptación a nivel planetario; y aquella de caza recompensas que con tanto éxito realizó al llevarse a su paisano Jacobo Ôstreicher de manos de la proba justicia boliviana, suponemos que la contribución que pueda ofrecer a sus nuevos mandantes será tan o más importante que la prestada a Bolivia.

No existe en nuestros anales, ni en la historia del servicio diplomático universal una operación similar de préstamo de embajadores entre naciones empero, con las habilidades y características demostradas por el multifacético actor y diplomático, es comprensible la acuciosidad del gobierno bolivariano de la madurez, para emplear sus pericias y destrezas. Mejor aún, si el funcionario a ser prestado no cobra ni un centavo por sus servicios y, por el contrario, cubre una infinidad de viajes por el mundo, a costa de su propio peculio.

El único defecto detectado en el plenipotenciario es su carácter voluble que hace que confunda muy fácilmente su oficio original de cineasta y comience a improvisar y convertir en película la misión que se le ha encomendado. De pronto sus cambios de personalidad y comportamiento pueden hacer que se desempeñe, tanto como un hebraico capitalista, como un talibán socialista del Siglo XXI. No sería raro que en un rapto de locura se le ocurra liberar a Leopoldo López de la cárcel o a cualquier otro cristiano de los más de doscientos que guardan detención y tortura en el paraíso socialista.

En medio del actual matarile de estudiantes que prevalece en la patria del Libertador, podemos aventurarnos a creer que la misión de nuestro diplomático Sean Penn será ardua e infructuosa. Lo único que quedará en el misterio es la diferencia de su comportamiento en tierras del Estado plurinacional y la que ahora muestra en Caracas. Sin embargo, de triunfar en su nueva misión, significaría un notable triunfo de nuestra diplomacia comunitaria.