Semana Santa en tiempos malos

Manfredo Kempff Suárez*

manfredokempff21_thumb La Semana Santa, que para los católicos del mundo es tiempo de recogimiento y meditación, en Bolivia, pese al fervor religioso de nuestra gente, los cotidianos acontecimientos hacen que la población esté distraída, turbada, pendiente de los asuntos terrenales, sin asimilar las invocaciones de la Iglesia que nos llama al perdón, a la paz, a la vida en armonía entre todos.

Estos días, que debieran ser de reflexión, se truncan porque las noticias políticas no le dan tregua a los bolivianos. Y desgraciadamente son malas noticias. El pueblo ha concurrido a los templos el Jueves Santo, ha asistido a la procesión del Santo Sepulcro el viernes, ha ayunado conforme a las tradiciones, ha orado. Pero no se ha podido sustraer del ambiente de encono, de violencia, de denuncia, que se ve por todos lados. Es que a un Estado que alienta creencias eclécticas, donde costumbres paganas avasallan al cristianismo, muy poco le interesa la Semana Santa. Le basta con que sus máximas autoridades asistan, aunque de mala gana, a un tedeum.



Esta semana – aparte de la demanda marítima ante La Haya – todo ha girado en torno a negociados, recuerdos trágicos de hace cinco años en el hotel Las Américas, pedidos de captura para magistrados corruptos como el desvergonzado ex-fiscal Soza, palizas en la cárcel de Palmasola a abogados que inicialmente fueron cómplices del “cambio”, amagos de insubordinación jerárquica en el Ejército y la Policía por incitación masista, robos, violaciones y crímenes, peleas con los cooperativista mineros que se quieren comer el país, ocupación de tierras productivas con títulos saneados en el oriente, inquietud política por la desvergonzada propaganda oficialista para la candidatura amañada de S.E., preocupación por una fórmula opositora que está dividida en dos tendencias visibles y que, por separado, van hacia una derrota segura, y como final, la absurda y xenófoba arremetida gubernamental contra la libertad de expresión en la persona del periodista Raúl Peñaranda.

El tema de los medios de prensa escrita y televisión, develado en el libro Control Remoto de Raúl Peñaranda, confirma lo que era un secreto a voces, y es que el Movimiento al Socialismo (MAS), gastando recursos de no se sabe dónde (¿o se sabe?), utilizando “palos blancos” de cualquier índole o nacionalidad, o aplicando la extorsión lisa y llana, se ha hecho, según propias palabras de S.E., con el 80% de la información nacional. Esto, para una campaña presidencial, es decisivo. Pero el Gobierno no se ha detenido ahí sino que, además de los medios, ha reclutado periodistas afines con el “cambio”, partidarios de una prensa controlada u obligada al autocontrol, que vociferaron contra los atropellos de las dictaduras militares pero que no tienen empacho en servir a este conglomerado político difícil de definir, porque cabalga entre una alianza quebradiza con los movimientos sociales al tiempo que se asegura las espaldas en una suerte de forzado cogobierno con las Fuerzas Armadas.

Así llegamos a esta Semana Santa en Bolivia: preocupados. Es cierto que la economía está bien porque el gas ha trepado en 11 veces su precio desde el 2006 y se dispone de los mercados asegurados antes de ese año. Pasó igual con la minería así los precios de los minerales cayeran bastante. Es verdad que los empresarios cruceños han ganado dinero, también por los mejores precios de los alimentos, pero sin grandes ampliaciones de su frontera agrícola. Es cierto que al país le ha encantado lo del Tupac Katari, el Dakar, y el G-77, aunque todo sea carísimo. Sin embargo, el feo negociado BoA–Catering atribuido al Vicepresidente, las desaparecidas 16 barcazas coreanas por los que se pagó un adelanto de 28 millones de U$ y ha quedado una deuda pendiente por otro tanto, las adquisiciones del Estado por invitación directa violando la Constitución Política y la ética, y toda la corruptela reinante que es infinita y superior a cualquier gestión anterior, hacen ver que vivimos tiempos muy malos.

Sin embargo, estos días santos, dejan esperanzas a quienes no han perdido todavía la fe en que este año las cosas cambien en Bolivia. Que llegará a su fin la larga pesadilla que comenzó con aplausos de muchos ingenuos que ahora se lamentan de su error. Habrá que rezar bastante más.