Nicanor Parra, una leyenda viva de la poesía universal

La antipoesía de Parra, un género del que fue creador, generó un nuevo lenguaje a través de la ironía, el léxico simple y los temas cotidianos. Fotos: AFP e Internet



Irreverente. El poeta, que trascendió en la literatura como creador de la antipoesía, cumplió ayer 100 años

El DEBER / EFE / Clarín Digital

Nicanor Parra, el creador de la antipoesía, el mejor poeta vivo en lengua española según algunos, o del mundo entero según otros, cumplió 100 años ayer, pero los chilenos lo ven cada vez más como un ser imaginario que se asemeja al personaje del más perfecto de sus poemas.

Enclaustrado en Las Cruces, en el litoral central de Chile, Parra sigue creando. No da entrevistas, ahuyenta a los periodistas, se enoja frente a las cámaras, y su figura física se va difuminando en la memoria de quienes son ajenos a su círculo más íntimo.

En ese contexto, la celebración de su centenario abrió oficialmente al mediodía de ayer con una lectura en todo Chile de El hombre imaginario.

La presidenta Michelle Bachelet encabezó desde La Moneda el desgrane de la creación parriana que comienza “El hombre imaginario/ vive en una mansión imaginaria/ rodeada de árboles imaginarios/ a la orilla de un río imaginario”.

Y que sigue, “en las noches de luna imaginaria/ sueña con la mujer imaginaria/ que le brindó su amor imaginario/ Vuelve a sentir ese mismo dolor/ ese mismo placer imaginario/ y vuelve a palpitar/ el corazón del hombre imaginario”.

Lecciones de vida

Para festejar este centenario, en el año en el que se recuerda a Julio Cortázar y Adolfo Bioy Casares con la misma excusa, hay que remontarse a 1914: la Primera Guerra Mundial llevaba algo más de un mes cuando nació Nicanor en San Fabián de Alico. Fue el primero de nueve hermanos en un clan de músicos y escritores criados entre las canciones folclóricas que la madre esparcía por la casa: esos versos fueron los que contagiaron a su hermana Violeta, una de las cantautoras más populares de Chile.

De esos nueve Parra, Nicanor fue el único que tuvo un título universitario: es físico y profesor de Matemáticas, materia que enseñó hasta los 82 años. Durante los años 40 estudió mecánica avanzada en Estados Unidos y Cosmología en Oxford. Las lecciones más importantes de esos años, no obstante, estarían afuera de las aulas: la atención que le prestó al habla cotidiana de ciudades más grandes a las que estaba acostumbrado, el humor, la ironía y el desparpajo que encontró ahí iban a ser la materia prima de su ‘antipoesía’.

En 1954 publicó Poemas y antipoemas, su segundo libro y el debut de una forma personal de entender la literatura, tal vez su aporte más duradero. “La antipoesía no es otra cosa que el ying y el yang, el principio masculino y femenino, la luz y la sombra, el frío y el calor ”, definió alguna vez. Al habla de las grandes ciudades sajonas se le sumaba la de los ‘huasos chillanejos’ para que la poesía estuviera “al alcance del grueso público”, decía Parra.

“El autor no responde de las molestias que puedan ocasionar sus escritos”, escribió en Advertencia al lector, y siguió avisando: “ Mi poesía puede perfectamente no conducir a ninguna parte ”. Los antipoemas siguieron en libros como Versos de salón, Canciones rusas y Sermones y prédicas del Cristo de Elqui, entre otras obras.

Ya había pasado la primera época, cuando hizo su debut literario con Cancionero sin nombre, en 1937: allí se adivinaba la gran influencia de Federico García Lorca. Para ese entonces, Pablo Neruda –el poeta nacional que nunca se negaría a serlo– ya había tenido noticias de Parra a través de una antología juvenil. Aunque alguna vez Nicanor dijo que le alcanzaba con ser “el mejor poeta de Isla Negra”, en claro desafío al autor de Veinte poemas de amor y una canción desesperada, también reconoció que si, en los años 40, Neruda no hubiera recuperado la valija que había perdido con los antipoemas manuscritos, esos textos jamás habrían visto la luz. “Su participación en la historia de la antipoesía es muy positiva”, dijo Parra.

Además de antipoemas, Parra escribió –y como artista visual también diseñó– ‘artefactos’. Según sus propias palabras, se ocupó de “seleccionar de aquellos textos hablados los más intensos, los más significativos, aquellos que contienen una mayor cantidad de energía”.

Por ejemplo, su artefacto USA dice: “Donde la libertad / es una estatua ”, y en otro escribió: “ Yo no soy derechista ni izquierdista / yo simplemente rompo con todo”.

El crítico y escritor Harold Bloom lo destacó como “incuestionablemente, uno de los mejores poetas de Occidente”, y aunque ganó el Premio Reina Sofía en 2001 y el Cervantes en 2011, el Nobel nunca llegó: formalmente, fue finalista por primera vez en 1995.

Y aunque algunos señalan que la foto en la Casa Blanca le jugó definitivamente en contra, otros aseguran que la escritora sueca Sun Axelsson, una amante a la que Parra no le avisó que tenía esposa, se ocupó de obturarle el camino.

“Durante medio siglo /la poesía fue /el paraíso del tonto solemne /hasta que vine yo /Y me instalé con mi montaña rusa. /Suban si les parece. /Claro que yo no respondo si bajan /Echando sangre por boca y narices” , escribió en 1962. Pasó más de medio siglo y la montaña rusa sigue dando vueltas

Fuente: eldeber.com.bo