El socialismo, según Álvaro García Linera

Fernando MolinamolinaEl 22 de enero, en su discurso de posesión, el vicepresidente Álvaro García Linera afirmó que América Latina ocupaba la vanguardia en la construcción de «sociedades posneoliberales” y que nunca como ahora, a lo largo de su historia, había habido tantos «gobiernos progresistas y revolucionarios” en la región. Sin embargo, -señaló- las sociedades en cambio deben ponerse como «horizonte” el socialismo o vivirían bajo la amenaza de una regresión conservadora. «Los revolucionarios no luchamos por administrar mejor el capitalismo”, la frase de su discurso más tomada por los medios.Sin embargo, el socialismo -dijo García Linera- no debe entenderse como un «tipo de civilización” ni como un modelo social en el que el Estado posee y controla todos los medios de producción (la definición del marxismo ortodoxo), sino como un «campo de batalla” entre «lo comunal”; es decir, la fuerza que procura una vida colectivista, sin desigualdad, por un lado, y el capitalismo, por el otro.Según el Vicepresidente, el socialismo es «un puente” hacia la sociedad entrevista por Marx como una realización del futuro, pero que al mismo tiempo coincide con las utopías indianistas, que teorizan las formas de vida del pasado, en las que el lucro abandonará su puesto actual como motor dinamizador y eje ordenador de todas las actividades y relaciones sociales. Se recordará que esta sociedad solía llamarse comunismo; ahora, por razones obvias, recibe otros denominativos.Atravesar este puente -dijo García Linera- será un paso muy largo. Por eso el socialismo no se entiende como un punto de llegada, sino como un espacio de enfrentamiento entre lo comunitario, que a veces es «una vertiente, a veces un río, a veces un mar”, y el capitalismo, que en muchos casos -afirmó  reiteradamente- «sigue siendo predominante”.Bellamente presentada en el discurso que estamos analizando, esta definición de socialismo resulta persuasiva y movilizadora. Sin embargo, si la pensamos un poco, veremos que carece de todo rigor teórico, que no pertenece al campo de la filosofía histórica, sino al de la poesía, y que por eso puede ser usada a conveniencia.Si el socialismo consiste en un «campo de batalla” donde lo predominante sigue siendo el capitalismo, entonces el «socialismo” a la García Linera no es otra cosa que el propio capitalismo. Puesto que dentro de todas las sociedades capitalistas, en todas sus diferentes formas y etapas, pueden observarse luchas comunitaristas en contra del lucro (ya sea como vertientes o como ríos), ¿están entonces todas estas sociedades en el socialismo? ¿Vive el mundo entero ya en el socialismo, aunque no lo sepa?Estamos ante un sinsentido del que García Linera tendría que salir con un razonamiento más preciso que el que esgrimió en su atildado discurso inaugural. Su antiguo colaborador y actual crítico, Raúl Prada, comentó «en clave” el discurso de García Linera en un artículo titulado «Los pajpakos” (algo así como «los comerciantes de feria”), en el que habla de la necesidad de algunas personas de vender ilusiones, y de la de otras de comprarlas.García Linera quiere vender la ilusión de que en sus filas se sigue luchando por el socialismo, y para eso «socialismo” no debe ser un tipo de sociedad, sobre todo no debe confundirse con estatización total de la economía, y sí en cambio ser una intención ética. Prada le recuerda a su excompañero que frenar y superar al capitalismo requiere tomar medidas concretas…Algo más dijo Álvaro García Linera, quizá llevado por la lógica de su definición más lejos de donde podía llegar. Dijo que la civilización comunal no sólo no se confundía con el fortalecimiento del Estado, sino que constituía su opuesto. Lo comunitario es la participación directa de la gente en la riqueza y las decisiones; el Estado, el gran mediador.¿Qué debe hacer, entonces, el Estado «socialista”? Facilitar el avance de lo comunal, es decir, su propia disolución (lo cual le sonará conocido a quien se halle familiarizado con el marxismo y sus debates).¿Pero esto no es mucho decir para un político que ha consagrado la última década de su vida a la creación de un orden que no sólo es estatal, sino estatista? ¿Que cada vez que puede pide a las organizaciones sociales alinearse detrás de la razón del Estado, inclusive en contra de sus propios intereses (así lo hizo al aprobar por breve tiempo el gasolinazo)?Se dirá que el Estado boliviano todavía no es «socialista”. Pero en ese caso, ¿de qué sirve esta definición del socialismo como «horizonte”, si la misma no guía las acciones cotidianas de los revolucionarios? Lo ha dicho Prada: sólo sirve para vender la ilusión de que no se lucha por un mejor capitalismo, un capitalismo más eficiente y humano; en una palabra: sirve para sacarse el bochorno socialdemócrata de encima.Página Siete – La Paz