Hay más cleferos en Cochabamba y hoy están presentes en 5 urbes del departamento

Los adictos proliferan en el departamento. “Están en todo lado, en los últimos años esta población ha crecido de manera alarmante y genera inseguridad”, dice Joel Flores, presidente de la Federación Departamental de Juntas Vecinales (Fedjuve).

Hay más cleferos en Cochabamba y hoy están presentes en 5 urbes

La Razón / Cochabamba, Bolivia

imageAv. Aroma. Un grupo de hombres y mujeres en situación de calle inhalan clefa o beben alcohol el 23 en una jardinera de esta concurrida vía. F. Cartagena



“Vivo en la calle desde que era niño, dejé mi casa porque me eché a perder, prefería clefear (inhalar clefa) que ir a la escuela”, cuenta Ricardo, de 15 años, uno de los 970 adictos que pueblan las calles de cinco ciudades de Cochabamba y que son un factor de inseguridad.

Si hace dos decenios existían 400 drogodependientes concentrados solo en la ciudad capital, en 2013 ya eran 970 —142% de incremento— y su presencia se había extendido no solamente a otros puntos de la capital cochabambina, sino a otras urbes como Quillacollo, Sacaba, Punata y Tiquipaya, según la Policía y las entidades que trabajan en su rehabilitación.

Los adictos proliferan en el departamento. “Están en todo lado, en los últimos años esta población ha crecido de manera alarmante y genera inseguridad”, dice Joel Flores, presidente de la Federación Departamental de Juntas Vecinales (Fedjuve).

De acuerdo con información de la fuerza pública, en 1995 estas personas en situación de calle vivían en cuatro puntos de la ciudad: debajo de los puentes Huayna Kápac, Quillacollo, Antezana e inmediaciones de la avenida Aroma y la Coronilla. “Éstos (los 790 inhaladores) son los identificados. Existen otros no registrados que se juntan con ellos, inhalan clefa y luego se van a casa”, explica a La Razón el coronel Marco Miranda, jefe de Planeamiento del Comando Departamental de la Policía.

En estos grupos hay niños, adolescentes, jóvenes y adultos. Ellos “están en situación de calle porque la sociedad los ha empujado a estar ahí”.

El problema tiene ya 20 años, estas personas “son la cuarta generación”, señala y añade que la mayoría nació y creció en las calles.

En el lenguaje coba se conoce a este grupo poblacional como “polillas”, apelativo que hace 20 años hacía referencia solo a los niños dependientes de la clefa y que hoy designa también a los adultos y jóvenes.

“Van apareciendo nuevos componentes y han hecho de los puentes de la ciudad”, las plazuelas, calles y avenidas su morada, según Miranda.

Ahora hay grupos de cleferos debajo de los puentes Killman, Huayna Kápac, Quillacollo, Antezana, Recoleta y Muyurina, también en el parque Mariposa, una infraestructura que está abandonada.

Además debajo del puente Los Andes, ingresando a la avenida 6 de Agosto, en la avenida Oquendo y circuito Bolivia, y en la intersección de las arterias Oquendo y Aroma.

Miranda asegura que estos últimos “son grupos nuevos”.

Aunque los miembros de este colectivo se sienten discriminados e injustamente tratados, los robos de celulares, billeteras y otros, y los hurtos cometidos por algunos de sus integrantes son cosa de todos los días.

El 8 de abril, por ejemplo, la red ATB difundió el video de un asalto grabado de noche. En él se ve cómo tres toxicómanos acorralan a un transeúnte en la avenida Aroma y le despojan de sus objetos personales pese a su resistencia. Un caso entre decenas que se producen a diario.

Por ello, debido a la presión social, la Policía ejecuta operativos en inmediaciones de la avenida Aroma y en la Ayacucho, en la plazuela San Sebastián y la Coronilla, y “recoge” a los “polillas”, aunque la fuerza pública está consciente de que este esfuerzo es inútil, ya que retornarán a las calles y volverán a inhalar.

“Los llevan a las Estaciones Policiales Integrales (EPI), les dan comida, los bañan, les regalan ropa y luego hay que soltarlos”, reconoce Miranda y agrega que la Policía no puede hacer nada más.

“Me dicen maleante, sin embargo, trabajo para comer, vivo en la calle 16 años y limpio autos”, cuenta Mario.

Él convive con al menos 20 personas en inmediaciones de la avenida Aroma y Ayacucho, varios de sus amigos fallecieron por enfermedad o en reyertas.

Dice que ya se acostumbró a la mirada temerosa de la gente porque reconoce que cuando le falta dinero, junto con sus amigos, roba a transeúntes al amparo de la noche o al despuntar el alba.

Don José, fotógrafo de la zona, asegura que para tener clientes y evitar que éstos sean presas de los cleferos, les da dinero o comida. “Les doy Bs 5 o Bs 10 para que me dejen trabajar y se alejen un poco de mi negocio, para que no espanten a la gente que viene a tomarse fotos. Les digo que si les roban, no volverán y yo no tendré para darles dinero”, relata.

Arminda Claros, propietaria de una tienda en la avenida Aroma, ve casi a diario cómo roban a la gente.

Temor. “Hacen dar miedo y no se les puede decir nada porque están en grupo. Como viven por aquí, nos pueden hacer algo si les denunciamos; si los detiene la Policía, igual los suelta”, manifiesta.

Durante el día, miembros de este grupo en situación de calle limpian parabrisas de vehículos para ganarse unos centavos.

Hay quienes llegan hasta los mercados a pedir alimentos y durante el día se los ve merodeando o durmiendo, pero por la noche delinquen.

“Roban porque tienen que comer, uno que otro manejará un cuchillo para amedrentar a la víctima”, argumenta el jefe policial, aunque también estuvieron implicados en violaciones grupales, riñas y peleas.

René Quispe, dueño de un almacén, dice que tuvo que defender a sus clientes a punta de palo. “Ingresan a la tienda y en un descuido ya están robando. Saco mi palo y los correteo, pero es difícil espantarlos”, admite.

Segundo López, chofer de un taxi trufi, indica que tampoco es seguro ayudarlos porque en el momento en el que se acercan a limpiar un parabrisas y los choferes intentan pagarles por el servicio, otros meten las manos por otra ventana y en un descuido roban lo que esté a la vista.

“Cuando paso por este sector prefiero que no se acerquen a limpiar, aseguro mi ventanilla, pero a veces le roban a la gente que está descuidada”, sostiene.

Según el presidente de la Fedjuve, “los delitos más comunes son robos en las calles, en los micros. Viven de ello, quitan billeteras, celulares, carteras, ese tipo de cosas. Amenazan con arma blanca a las personas si no quieren darles sus pertenencias, usan también a sus perros, hurtan dinero y esto es todos los días”.

Como las quejas son constantes, los vecinos solicitaron presencia policial, pero “tampoco pueden estar presentes todo el tiempo”, reconoce.

Además, las víctimas de los adictos no denuncian el delito. “Queda solo como un hecho, ese momento es difícil identificarlos y si se denuncia, no pasa nada”, lamenta.

Efectos de la adicción a la clefa

La clefa inhalada tiene efectos desastrosos ya que atraviesa fácilmente la barrera alveolo pulmonar y genera efectos inmediatos de gran intensidad porque es absorbida rápidamente.

Su efecto en  el hígado es muy parecido al del alcohol. Los trastornos inducidos son: delírium por intoxicación, demencia persistente, trastorno psicótico, trastorno del estado de ánimo y trastorno de ansiedad inducidos.