Extrema pobreza y pobreza de líderes

Roger Mario López Justiniano*RMLJUn ejercicio interesante que proponen los libros de crecimiento económico para mostrar la importancia de este concepto en la vida diaria es una comparación entre la tasa de crecimiento de los distintos países a lo largo del tiempo. Utilizando datos de la Penn World Table –que permite hacer comparaciones entre las distintas tasas de crecimiento de los países ya que las corrige para eliminar el efecto de los distintos precios o costos de vida- tenemos que, en 1950, Bolivia contaba con un PIB per cápita de USD 1573,6 (expresado en dólares americanos del año 2005), para el 2011 contábamos con un PIB per cápita de USD 4250,4 (2,7 veces mayor al de 1950).Para llegar a este nivel la tasa de crecimiento promedio per cápita fue de 1,76%. Por otro lado, nuestro vecino Perú que para el año 1950 contaba con un PIB per cápita de USD 1938,7 al 2011 este ascendía a USD 9411,7 es decir, casi 5 veces más, con una tasa promedio de crecimiento de 2,77% (un punto porcentual más que Bolivia). Al otro extremo del mundo, Hong Kong y Singapur para el año 1960 mostraban un PIB per cápita de USD 3366,5 y 2444,8 y, para el año 2011, el indicador reflejaba que, en promedio, cada habitante tenía para gastar anualmente ¡USD 45395,6 y 60011,4 respectivamente!Es decir, habían multiplicado su ingreso en 13,5 y 24,5 veces manteniendo una tasa de crecimiento en promedio de 5.3% (Hong Kong) y 6,6% (Singapur). La sencillez de este ejemplo nos enseña algo muy sencillo: un punto porcentual de crecimiento económico sostenido, en el largo plazo, mejora indiscutiblemente nuestra calidad de vida. O, dicho de otro modo, a mayor crecimiento, es más fácil acceder a educación, servicios básicos, alimentación y salud de calidad.Vivimos en una sociedad plagada de impaciencia e improvisación en la cual no cabe espacio para argumentaciones técnicas (no ideológicas) en el debate público y, aunque las urgencias que nos impone el día a día no son pocas, tampoco representan un justificativo válido para olvidarse que las políticas públicas implementadas hoy, en cada ámbito de la sociedad, sí que pasan factura mañana, es decir, las ineficiencias que se cometan hoy, queramos o no ¡alguien las va pagar mañana!Por tanto, es importante no perder de vista el horizonte temporal de nuestras decisiones y las consecuencias de las mismas. Se echa de menos la falta de liderazgos ambiciosos –nacionales y departamentales- que se adelanten a los problemas, que propongan, cuantifiquen y demuestren. Es apremiante la lucha contra la pobreza, tanto material como de propuestas; hay que tener presente que son casi dos millones y medio de bolivianos (votantes) que viven con menos de 1 dólar diario.*Estudiante de Economía