Una universidad enferma

Luis Christian Rivas SalazarLUISCHRISTIAN_thumb2111El año 2004 estando cursando el último año de Derecho en la universidad pública en Cochabamba, el entonces decano propuso galardonar públicamente a los diez primeros estudiantes de toda la carrera en el Día del Estudiante, como una manera de incentivar al estudio y mostrarse como una gestión académica más que política.He tenido el honor de dirigirme en nombre de mis compañeros y agradecer ese emotivo gesto, meses después, se convocó al concurso de méritos para la auxiliatura en el Departamento de Relaciones Internacionales de la Facultad, donde obtuve el primer puesto por mis estudios paralelos en la carrera de Filosofía y Letras en una universidad privada, con veinte puntos de ventaja con relación al segundo y treinta puntos de ventaja con relación al tercer lugar; pero faltaba un examen sobre diez puntos de inglés, de todos modos ya me sentía ganador indiscutible según las reglas claras que fueron publicadas por medio de un diario de circulación nacional.Sin embargo, no contaba con las artimañas del exdecano Freddy Arze, ni de sus serviles consejeros estudiantiles, que cambiaron la fórmula de promedio de calificación para hacer aparecer que un examen de diez puntos tenga que ser promediado por toda la nota para favorecer al tercero, un miembro de la camarilla de esa funesta persona, quien ha prostituido la cátedra para mantenerse en la cúpula de poder y obtener los votos de sus docentes en las diferentes elecciones, así se comercian cargos en la universidad, al calor de favores y clientelismo político. Platón no ha creado la Academia para eso.Ahora bien, fuera de que muchas personas me califiquen de resentido, esta nada más es una muestra de lo que conozco de esa universidad, para hablar con conocimiento de causa tengo que recurrir a este ejemplo vivido para analizar desde el individualismo metodológico lo que acontece en la universidad pública. Cuando reclamé la injusticia en sesión de consejo facultativo, recibí el apoyo de los consejeros docentes quienes conocían mi desempeño pero no así de los estudiantes obedientes al decano, gremio que supuestamente debía defenderme; ahora, esos alumnos milagrosamente son docentes de la facultad y exigen titularización abanderándose una supuesta y fingida carrera académica.Como provenía de un colegio privado católico donde se premiaba la excelencia, angelicalmente creía que la universidad era un lugar parecido, duramente me di cuenta que las cosas eran diferentes, no era esa carrera profesional que describe Max Weber en “El científico y el político”, es decir, ese apostolado que empieza desde que eres estudiante, pasando por ser auxiliar y que duramente al finalizar esa carrera puedas obtener reconocimiento, titularización, mientras tanto estas sometido a constantes exámenes de competencia y oposición y que existen materias que no pueden ser dictadas por cualquier persona y otras materias que son creadas por el mérito, la investigación y el reconocimiento muchas veces otorgado en el ocaso de la vida.Gratos recuerdos intelectuales tengo de la mayoría de mis catedráticos, a quienes debo parte de mi formación profesional, por eso mismo, para combatir toda forma de mediocridad como patología de una “universidad enferma”, como lo llama el intelectual cruceño Enrique Fernández García, es que debemos debatir sobre este problema. Desde Mario Bunge hasta Andrés Oppenheimer coinciden en lo mismo, hace falta una reforma profunda en la universidad latinoamericana, para eso no es necesario inventar o descubrir nada, tan solo comparar y asumir estándares consagrados de universidades en el mundo. Incluso analizar si son las universidades privadas o las públicas quienes llevan la delantera en excelencia académica a nivel mundial como parámetros de análisis futuros.Una universidad corporativizada en gremios, que tiran o aflojan según sus propios intereses, gremios que mantenemos con nuestros recursos. Existen propuestas concretas de reforma, como: intervenir la universidad y entregarla a profesionales consagrados en las diferentes áreas mediante un Consejo Académico independiente, realizar una auditoría sobre el modo de ingreso de los docentes extraordinarios, eliminación de la inamovilidad funcionaria de los docentes, imponer exámenes de competencia y oposición a los docentes y de permanencia a los estudiantes, limitar el ingreso a la universidad para aumentar presupuesto en laboratorios, biblioteca e investigación científica, optar por calidad antes que cantidad, someterse a constantes certificaciones y estándares de calidad educativa internacional, etc. ¿Podemos empezar por estos puntos?El Día – Santa Cruz