Verónica Larrieu, una mujer impactante

larrieuEncantadora y con una presencia envidiable. Es madre de dos varones y una mujercita. Se considera  una mujer realizada y agradecida con la vida. Así es Verónica Larrieu, quien dice haber aprendido las lecciones de vida más importantes gracias al modelaje. El reto de participar como jueza en el programa  “Bailando por un sueño” no solo le da la oportunidad de estar en televisión, también le permite tener el tiempo que necesita para compartir con sus hijos.

Nuevos desafíos. Para Verónica volver a la televisión es una oportunidad que aceptó con mucho entusiasmo. “Cuesta un poquito retomar el ritmo, hay que cambiar horarios, hábitos, dice. “El horario del programa es ideal para mí ya que me permite hacer cosas en el día  y estar con mis hijos”, acota emocionada. Además del programa, Verónica tiene una empresa de representación a empresas extranjeras. “Es algo que nunca imaginé que podía hacer pero me mantiene enfocada”, finaliza.

La dicha de ser madre. “Mis hijos son todo en mi vida, me hacen reír y pasarla bien”, dice Verónica con una sonrisa que delata a una mujer realizada. “Disfruto mucho observando cómo se desenvuelven,  cómo se expresan, hacen que me sienta una expectadora de sus vidas”, comenta entre risas. Además, asegura que siente mucho orgullo por Arturo, su hijo mayor, quien asume el rol de hermano protector con una ternura que emociona. Los dos más pequeños, sus mellizos, son quienes demandan todos los mimos de su madre.



Modelaje y la vida. La pasión y el amor por el modelaje marcaron la vida de Verónica. Además de las lágrimas y los obstáculos recuerda el cariño de la gente. “Cuando un niño me reconoce en la calle y me sonríe, siento ese cariño sincero e inocente que me hace sentir que todo el esfuerzo valió la pena”, comenta. Asimismo,  confiesa que gracias a su carrera como modelo asimiló las lecciones más importantes. “Aprendí a ser fuerte,  a nadar contra la corriente, a ser tolerante, competitiva y lo más importante el amor al trabajo”, finaliza.

Fuente: El Día