El “enemigo” en el proceso de cambio

ROLANDOKRolando Tellería A.*Desde el inicio del régimen masista, la nueva elite azul erigió ficticiamente, con gran habilidad y destreza,  al enemigo ficticio; el enemigo del pueblo, el enemigo del proceso de cambio. En su ascenso político el MAS, para mantener cohesionada  a su feligresía y a los denominados “movimientos sociales”, discursivamente ubicó a sus enemigos abstractos con nombres y apellidos: el imperialismo, el colonialismo y el neoliberalismo, traducidas en las representaciones del mal, frente al proceso de cambio, que representa el bien.Utilizando ese “religioso” discurso, adjudicaron todos los males de nuestra Bolivia a estos abominables enemigos. Luego, en el periodo conocido como “empate catastrófico”, inventan un nuevo enemigo: los separatistas. Todos sus potenciales adversarios y opositores, fueron borrados del mapa político competitivo, precisamente, con la retórica separatista.En los episodios de tensión y procesos electorales, el enemigo se personifica en la derecha. La división interna, la disidencia y el descontento de los súbditos masistas, así como todos los males del partido y los conflictos políticos en el país, son atribuidas a la derecha.En política, como se observa, aun cuando este derrotado el enemigo objetivo, el enemigo personal, discursivamente, es de vital importancia mantener con intensa vida a los enemigos abstractos, sin descartar la creación de nuevos enemigos, de acuerdo con las circunstancias y coyunturas políticas. Esto permite altos niveles de unidad y cohesión interna, para justificar y prolongar el ejercicio del poder, pues, como se sabe, cuando desaparece el enemigo, la militancia desvía su mirada: del frente, al ámbito interno. Ahí, precisamente, comienzan las luchas intestinas. Todos quieren un pedazo más grande de la torta, mayores privilegios y prerrogativas, iniciando un peligroso e intenso proceso de erosión interna, recurso que se  debe evitar a cualquier costa. ¿Cómo? Manteniendo vivos a los enemigos abstractos que, dicho sea de paso, por esa característica, no son derrotables.En el actual conflicto con los cívicos potosinos, por ejemplo, “identificaron” al interior de ese movimiento a “intereses chilenos”, concepto que se desprende de las declaraciones del propio Presidente cuando, orondo, refirió que “las protestas en ese departamento son promovidas desde Chile para distraer la atención de la coyuntura favorable a la reclamación marítima boliviana lograda tras la visita del papa Francisco”. Claro, como caja de resonancia, más de una autoridad del régimen azul y todos sus correligionarios, con ciega obediencia, replican el  concepto.Como elucubraba el notable  pensador alemán Carl Schmitt, una política sin enemigos, no es política. En el caso del régimen masista, todos los enemigos citados (el imperialismo, el colonialismo, el neoliberalismo, los separatistas y los intereses chilenos) se constituyen en las razonen y los justificativos centrales que legitiman su poder, así como de su prolongación en el ejercicio del poder.Sin embargo, como sostiene Andrés Mires, siempre se debe desconfiar, guardando razonable distancia, de todos los líderes y políticos que instrumentalizan discurso de los enemigos abstractos y que dicen luchar contra ellos, pues siempre existen propósitos ocultos y oscuros detrás de estos enemigos. Los registros de estos episodios en la historia son nefastos. Stalin y Hitler, en siglo pasado, con el discurso del enemigo abstracto, manipularon eficientemente a las masas para sus abominables fines. En inicios del presente siglo, Chávez, para legitimarse y  reproducirse en el poder.Los resultados de estas “estrategias políticas” fueron y son, en todo caso, ominosos, en razón a que estimulan el caudillismo y promueven el autoritarismo,  eliminando de la política las excelsas virtudes del diálogo, la deliberación, la concertación y el consenso.*Profesor de la carrera de Ciencia Política de la Universidad Mayor de San SimónLos Tiempos – Cochabamba