Sellos postales, testigos de la azarosa historia boliviana

La historia de los sellos postales bolivianos tiene su propia historia, con detalles que reflejan los vericuetos de la República.

La Razón / Marco Fernández / La Paz



El primer sello postal del país fue elaborado el año 1863, durante la presidencia de José María de Achá.

El primer sello postal del país fue elaborado el año 1863, durante la presidencia de José María de Achá. Bautizadas como Challa (por la tradición de reciprocidad con la Pachamama en la inauguración de alguna actividad), fueron impresas 110 estampillas, aunque nunca circularon porque su acabado no convenció a las autoridades, pues podía ser falsificado con facilidad. El sello, que no tenía ranuras y estaba impreso en dorado sobre el negro, al parecer emulaba el escudo de armas de la República, ya que en el óvalo central se encuentra el Cerro Rico de Potosí, con un sol en la parte superior izquierda, mientras que a los pies de la colina están un camélido y una espiga de trigo. Tenían valores de un real, un real y medio, dos reales y cuatro reales.

 

Desde Challa (que fue elaborado en 1863 pero que nunca salió al mercado) hasta la visita del papa Francisco al país en julio de este año, los sellos postales han mostrado diversos hechos históricos, personajes, escudos, mapas, instituciones, fauna y flora, entre otros aspectos, que han reflejado parte la azarosa existencia del Estado Plurinacional de Bolivia.

Datos históricos recogidos por la Empresa de Correos de Bolivia (Ecobol) indican que el Mariscal Antonio José de Sucre, día antes de la fundación de la República, mandó instalar una oficina postal para ordenar la correspondencia oficial y privada de la nación.

En la década de 1830, las casas de correo de las localidades de La Chimba (antes llamada Canchas Blancas), Cobija o Antofagasta, que pertenecían a Bolivia, usaban matasellos o tampos postales en vez de las estampillas. Según José Luis Zeballos, miembro de la Federación Filatélica Boliviana, durante la invasión al territorio nacional, los chilenos usaron los mismos matasellos, aunque antes borraban la palabra Bolivia y la sustituían por Chile.

“Hay cartas certificadas previas a la Guerra del Pacífico que demuestran que esos territorios eran nuestros”, asegura Zeballos.

Estos hechos demuestran que la correspondencia era constante en un país que atravesaba por glorias y derrotas, por cuartelazos y golpes de Estado, y que necesitaba un sello postal propio.

El texto titulado La filatelia, ciencia auxiliar de la historia, de Daniel González Fernández, señala que en 1857, durante el gobierno de José María Linares, aparece la necesidad de establecer un sistema de franqueo de la correspondencia, que finalmente se hizo realidad durante la presidencia de José María Achá, con la emisión de los timbres denominados Challa, que no circularon debido a que podían ser falsificados.

La historia de los sellos postales bolivianos tiene su propia historia, con detalles que reflejan los vericuetos de la República.

Por ejemplo, una de las estampillas más apreciadas es el escudo de las 11 estrellas. La Compañía de Billetes del Banco de Nueva York había emitido sellos postales para Argentina, Chile, Perú y Brasil, por lo que el Gobierno boliviano también contrató a esta empresa. En primera instancia se solicitó que el primer tiraje ostentara nueve estrellas, que representaban los departamentos de Chuquisaca, La Paz, Potosí, Cochabamba, Santa Cruz, Oruro, Tarija, Beni y Litoral; pero Melgarejo decretó poco después la creación de otros dos departamentos: Tarata (con su capital Melgarejo) y Mejillones (con Constitución como su capital). Es por ello que el Ejecutivo envió una carta para que la empresa estadounidense modificara el sello por las 11 estrellas.

Como el pedido no llegó a tiempo, la estampilla de 1968 salió con nueve estrellas, hasta que el año siguiente, y después de agotada la primera emisión, salió con las otras dos.

Durante la Guerra del Chaco surgió el “provisorio de Platanillos”, un sello del Cóndor de los Andes, color verde, al que se sobrecargaba con un sello para enviar la correspondencia de los soldados bolivianos a sus familiares, aunque no hubo ningún decreto que autorizara esta determinación. Estas piezas son escasas y, por lo tanto, muy valiosas.

El jefe de Patrimonio Filatélico y del Museo de la Empresa de Correos de Bolivia (Ecobol), Américo Sanjinés Vidal, abrió las puertas del Museo Postal Filatélico Don José Joaquín Lemoine, donde se puede apreciar objetos antiguos que permitían en el envío de correspondencia, y del depósito donde se guardan 1,5 millones de sellos, blocks (estampillas especiales impresas en hojas destinadas a los coleccionistas), sobres y sobres del primer día (las cartas con los sellos postales cancelados en su primer día de emisión), aerogramas (carta especial que se envía por correo aéreo) y tarjetas postales que son documentos que muestran las curiosidades del país y el mundo, donde resaltan los blocks y las estampillas, con diseños bellos y particulares.

Zeballos afirma que los sellos postales han acompañado procesos históricos bolivianos muy importantes, como la Guerra del Pacífico o la Guerra del Chaco.

Es por ello que en estas páginas, La Razón le muestra unos cuantos ejemplos de las joyas que guarda Ecobol y que reflejan un pedazo de los vericuetos del país.

  • Papa Francisco  Una visita con vista al mar

La llegada del papa Francisco a Bolivia marcó uno de los principales acontecimientos este año. Durante tres jornadas, el Santo Padre llevó a cabo varios actos en las ciudades de La Paz y Santa Cruz de la Sierra, como en la Catedral Metropolitana de la sede de gobierno, donde dirigió un mensaje a Bolivia y Chile. “El diálogo es indispensable (…) Estoy pensando en el mar. Construir puentes en vez de levantar muros”, afirmó el Pontífice, para pedir un diálogo “franco y abierto” sobre la demanda marítima de Bolivia. Como recuerdo de esta visita, Ecobol lanzó un sello postal que muestra la imagen del Pontífice con la wiphala como fondo.