Tres libros que hay que leer

FERMOLFernando MolinaTres obras nacionales recientes, que pueden encontrarse hoy en las librerías. Tres reseñas. Tres invitaciones a la lectura.Acaban de salir, y por tanto están a la mano en las librerías locales, tres libros bolivianos muy recomendables, que a continuación reseño para ustedes. (Igual que otros viciosos, también un lector busca compañía en sus aficiones):«Plato paceño”Plato paceño (Plural), escrito por Alfredo Grieco, un argentino especializado en estudios bolivianos, es un libro gracioso y a ratos hilarante, que, más que un historia, retrata un conjunto de situaciones vividas por un argentino y su novia, los cuales se hallan en Bolivia para investigar el país y sus peculiaridades sociológicas, etnográficas, etc. Por esta razón deben interactuar con el mundo académico nacional y pasar por diferentes ceremonias de iniciación en «lo boliviano”, desde comer en los mercados hasta consumir ayawaska (lo que finalmente no logran). Esto permite al autor ironizar sobre la aproximación de los foráneos a un mundo que ellos mismos, de antemano, han catalogado como la última sede del buen salvaje o, en otros casos, como el barco insignia de la revolución mundial.Se trata de una reflexión sarcástica sobre la mitificación antropológica y política de los procesos políticos bolivianos, así como de sus supuestos sujetos, los movimientos sociales, y también sobre el mundillo de la intelligentzia radical. Una crítica a la xenofilia causada por la transformación de Bolivia en un interesante -y finalmente incomprendido- objeto de estudio, y simultáneamente en un destino de moda del turismo «alternativo”, practicado por quienes buscan experiencias fuera de lo común y, como ha ocurrido con ciertos viajeros europeos desde hace un par de siglos, quieren «perderse en el otro”. Un otro que, sin embargo, nunca deja de ser un territorio inconquistable.Alegato contra la xenofilia exagerada y ridícula, esta novela a ratos se convierte, como dice Mauricio Souza en la contratapa del libro, en una obra ligeramente xenófoba, que se burla de las costumbres y prácticas bolivianas con amabilidad, sí, pero también con cierta suficiencia idiosincrática, o sea muy propia de los argentinos.Este atractivo libro tiene también claras limitaciones. Requeriría de una prosa menos correcta y más personal, creada con más premeditación artística, para perder esa confusión que a ratos lo lastra. En parte por esto y en parte por su furioso costumbrismo, sólo puede ser entendido por bolivianos. Aún más, casi exclusivamente por bolivianos que se hallen enterados de los fenómenos intelectuales, sociales y turísticos generados por el «proceso de cambio”, esto es, periodistas, intelectuales y políticos. Ellos lo disfrutarán. Los demás probablemente terminen algo despistados en el mar de alusiones que contiene y que no siempre son explicitadas, lo que exige que su lector ideal posea un bagaje bien específico.«Los afectos”No soy hiperbólico ni sesgado cuando afirmo que Los afectos (El Cuervo), la última obra de Rodrigo Hasbún, es una de las mejores novelas bolivianas. Hasbún traslada su gracia para contar, de los temas juveniles que trató en sus anteriores obras, a un asunto situado temporal y espacialmente lejos de su experiencia personal: la azarosa e interesante vida de los Ertl, una familia alemana que se aposentó en Bolivia escapando de la reprobación social que la rodeó luego del fin de la Segunda Guerra Mundial, como efecto del trabajo de su cabeza, Hans Ertl, en el puesto de fotógrafo de Leni Riefenstahl, la célebre propagandista nazi.En Bolivia, Hans siguió su vida aventurera: intentó toda clase de proyectos más o menos descabellados y dejó la carga de la educación de sus hijas sobre los hombros de su esposa, a la que después abandonó. Una de estas hijas, Monika, se convertiría en la célebre militante del ELN que en los años 70 «vengaría al Che” con el asesinato de un militar en Hamburgo.Se trata de la primera historia «externa” de Hasbún, que sin embargo este aborda, por decirlo así, «desde adentro”, fijándose en las relaciones humanas antes que en los hechos históricos. Aunque hay que anotar que logra una vívida y breve descripción del episodio guerrillero, que quizá resulte algo confusa para quien no se halle enterado de los hechos, pero que revela cierta perspectiva sobre los sentimientos de los combatientes que resulta difícil de encontrar en otros escritos sobre la lucha armada.El autor realiza su exploración de «los afectos” vinculados a los Ertl con una prosa despojada, sintética y como entresacada, que constituye la principal marca de su estilo. Personajes verosímiles y bien trazados, originalidad que no riñe con la coherencia, y un ritmo seguro, convierten esta novela en una rara avis de la literatura nacional.Sin embargo, hay que preguntarse si realmente se trata de una novela o más bien de una serie de cuentos emparentados entre sí, que es el género en el que Hasbún ha destacado antes. En tal caso, este libro sólo llevaría este parentesco un poco más lejos que obras suyas anteriores como Los días más felices.Se trata, claro está, de una pregunta retórica. En mi opinión, Los afectos es primero una colección de cuentos muy bien hilvanada que una novela unitaria. De ahí su principal virtud: la pluralidad de miradas sobre los sucesos; y también su principal defecto: la falta de un clímax.«Introducción al método de la noche”Este libro de poemas de Emilio Martínez tiene un nombre feo, Introducción al método de la noche (La Hoguera), y una tapa aún peor, pero su contenido en ningún caso podría describirse así. El 90 por ciento de los poemas son ingeniosos antes que verdaderos, pero están bien logrados, con un lenguaje y una intención comunicativa que supera en mucho el nivel medio de la poesía que se publica actualmente. 10 por ciento, en concreto los poemas Poema vertical, De música todas las cosas, Universo, Navegaciones nocturnas y Como nuevos salvajes los poetas, son mucho más: ni siquiera un hallazgo; son el momento en que el poeta entra en trato íntimo con la belleza.Leamos por ejemplo el breve poema De música todas las cosas:«Aspiro a una poesíaevanescente y creadorade leones y barcos efímeroscomo los que pueblan las nubes.Que mueva montañas con su cantoporque de música están hechastodas las cosas.Arriba, las estrellasescuchan y comprenden.”Página Siete – La Paz