Mauricio Macri resucita el agro argentino

cardenasEmilio J. CárdenasEl autoritario gobierno de los Kirchner, que felizmente es historia ya, obtuvo lo fundamental de los recursos -que luego depredó en su incontenible hemorragia de populismo- expoliando al agro argentino. A la «gallina de los huevos de oro» del país.Lo hizo con una maniobra realmente artera, en lo que podríamos calificar como una “reforma agraria” encubierta. La que consistió en dejar la propiedad de la tierra (y todos los riesgos propios del proceso productivo) en manos de los agricultores, para expropiarles-en cambio- la renta de su trabajo. El fruto, entonces. Sin gastar dinero en el camino. Dejándole al campo el cuerpo, pero chupándole ferozmente la sangre. Abusando del enorme poder de establecer gravámenes e impuestos a la producción del campo que tienen los gobiernos. Como en ningún otro lugar del mundo. Hasta dejar al sector rural argentino realmente exhausto.La participación del Estado en la renta del campo en los tiempos de perversidad que caracterizaran a los Kirchner llegó al 94,1% según las estimaciones de la “Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de Argentina”. En dos palabras, de cada 100 pesos generados por un productor, 94,1 pesos se los llevaba el Estado, que además engordó exponencialmente su pesada burocracia. Mientras tanto, se dejó de invertir en la infraestructura que requiere movilizar la producción del campo. Las rutas, puertos, puentes y canales se quedaron en el tiempo, sin mantenimiento siquiera. Y el transporte se transformó en un costo sideral para los productores.Así se descapitalizó, como podía preverse, al sector. Haciéndole perder competitividad. Ocurre que, cuando no hay renta, no se puede renovar ni modernizar la maquinaria, tractores, cosechadoras, motores, silos, etc. Ni tampoco invertir en tecnología. Ni tener siquiera el necesario capital de giro. Se pierde entonces, irremisiblemente, capacidad productiva. En el tiempo, claro está, lentamente.Por esto el nuevo presidente argentino, Mauricio Macri, salió presuroso a modificar de cuajo esta dura situación. Para ello devolvió al campo el tipo de cambio real (del que siempre gozó la industria) y se le quitaron -en lo sustancial- los derechos a la exportación de sus productos, con excepción de la soja, a la que sólo se los rebajaron. Por esto, es ahora previsible que la superficie sembrada de ese cultivo disminuya un tanto.Pese a la caída de los precios internacionales de los productos del agro argentino, el precio doméstico de la soja aumentó un 49% en los últimos meses, el del trigo un 67% y el del maíz un 25%. De esta manera la participación del Estado argentino en la renta de los productores agrícolas disminuyó a un todavía excesivamente alto 66,3%, de niveles más bien escandinavos. Pero el campo respira y reacciona.Se le ha devuelto el oxígeno que lo había vuelto anémico.¿Por qué la tremenda irracionalidad de los Kirchner para con el campo? Fundamentalmente por odio y resentimientos respecto de un sector que nunca se plegó al autoritarismo, ni al populismo. Ni se dejó engatusar, nunca.Y por la increíble simplicidad en la ejecución de una política que estuvo siempre destinada a someterlo a los designios oficiales. Mientras se esquilaba al sector. Es bueno entonces difundir lo sucedido en la Argentina durante la década pasada. Para que no ocurra en algún otro lugar del mundo, de la mano de cualquier caprichoso autoritario.El campo argentino, robustecido, podrá ahora luchar de pie contra el proteccionismo de los países desarrollados que impiden con su política arancelaria que las materias primas del agro del mundo en desarrollo puedan exportarse industrializadas. Esto es, elaboradas (y con valor agregado) en su lugar de origen y no exclusivamente en su destino.El esfuerzo deberá ahora apuntar a eliminar las barreras de acceso que tanto los Estados Unidos, como la Unión Europea y la propia  China han construido minuciosamente para así mantener a los países productores de alimentos encerrados en el capítulo de exportadores de materias primas, que luego ellos elaboran en sus propios mercados.El Diario Exterior – Madrid