Malditos o benditos recursos naturales

GCHGonzalo ChávezEl descenso de los precios internacionales de las materias primas en el mercado mundial ha vuelto a poner en debate los peligros que una economía puede enfrentar si depende extremadamente de la explotación de recursos naturales. Es paradójico que sólo en el periodo de crisis surgen las preguntas de que hacer frente al extractivismo minero o gasífero y se habla de la maldición de los recursos naturales. En el momento del auge a nadie se le mueve un pelo y tanto gobierno como parte de la sociedad se entregan, de cuerpo y alma, a disfrutar de las inmensas burbujas de consumo y de las mieles del rentismo. Esta es la etapa de la bendición de los recursos naturales. La dicotomía maldición o fortuna gira en torno del mayor o menor consumo. Pero esta bipolaridad puede ser analizada en términos de desarrollo económico. La denominada teoría de la “maldición o bendición de los recursos naturales” depende de cómo las sociedades logran ponerse de acuerdo en torno a su aprovechamiento.El libro Natural Resources and Economic Growth. Learning from history (Badia-Miró, Pinilla y Willebald (eds.), 2015;) evalúa esta premisa desde la historia económica. Varios autores analizan la experiencia histórica de más de diez países abundantes en recursos naturales (Australia, Bolivia, Botswana, Chile, Indonesia, Nigeria, España, Estados Unidos, México, Noruega, Venezuela) y se presentan cinco artículos teóricos inspirados en la evolución histórica de diferentes economías del mundo. En todos estos trabajos se debate en torno a aspectos generales y/o específicos de la teoría de la maldición de los recursos naturales. Como resultado, el libro en su conjunto permite identificar algunas condiciones de partida o determinados arreglos institucionales que favorecieron (impidieron) un virtuoso (fallido) aprovechamiento de los recursos naturales.Me detendré en el artículo dedicado a la experiencia boliviana del libro en cuestión, escrito por mi colega José Peres-Cajías que estudia la evolución de las finanzas públicas bolivianas desde 1883 hasta 2010 y evalúa la hipótesis del estado rentista (Ross, 1999), una de las ideas más populares dentro de la teoría de la maldición de los recursos naturales. Ello se hace  a través de dos preguntas específicas: ¿un incremento de ingresos derivados de los recursos naturales desincentiva el cobro de otros ingresos y por ende genera el descenso de éstos?; ¿un incremento de ingresos públicos derivado de la explotación de recursos naturales beneficia a grupos particulares o al conjunto de la población? En contraste a estudios previos enfocados ante todo en países asiáticos y africanos y con un horizonte de análisis temporal más restringido, el artículo demuestra que, en Bolivia, el incremento de los ingresos públicos derivados de la explotación de recursos naturales no siempre redujo la recaudación proveniente de otros ingresos públicos.En cuanto a la segunda interrogante, el trabajo concentra exclusivamente el análisis en el gasto en educación pública y demuestra la existencia de un favoritismo persistente hacia la educación terciaria en desmedro de la educación primaria. El trabajo sugiere que el reciente incremento de los ingresos públicos derivados de la creación del Impuesto Directo a los Hidrocarburos (IDH) tendió a mantener este favoritismo, pero que este resultado se explica en gran manera  por el arreglo institucional existente entre el Estado y las universidades públicas bolivianas desde la década de 1930. Por tanto, utilizando estos resultados, el trabajo sugiere que más allá de definir si la economía boliviana es una economía maldecida o bendecida por los recursos naturales, es necesario reconocer que nuestro aprovechamiento (o desaprovechamiento) estuvo mediado por coyunturas históricas específicas y por arreglos institucionales determinados.Los hallazgos de la investigación de Peres-Cajías sugieren que la maldición estructural, en torno a la dependencia de la economía boliviana frente a los recursos naturales, no debe ser entendida como un designio insuperable y sí resultado de una manera de hacer política y construir institucionalidad. En mi opinión, estaríamos, en realidad, frente a la maldición del populismo rentista, que sólo entienda la relación entre la sociedad y el Estado a través de la creación de clientelas o grupos corporativos que son fidelizados  mediante la socialización rentas económicas. El quiebre de esta supuesta maldición de los recursos naturales y de su correlato político institucional requiere de un cambio de mentalidad y nuevos acuerdos de cómo usar las rentas de los recursos naturales.El abordaje histórico del trabajo de Peres-Cajías ilustra muy bien los desafíos que se tiene en el diseño de nuevas políticas públicas y encaja muy bien en la línea global del libro que comentamos, de que sí es posible un desarrollo más allá de la maldición de los recursos naturales.El Día – Santa Cruz