El fin de la dictadura

Ricardo-Paz_LRZIMA20130419_0026_4Ricardo Paz BalliviánLa dictadura, de acuerdo con Ignacio Molina, es una forma de gobierno en la cual el poder se concentra en torno a una persona o un grupo que ejercitan arbitrariamente el mando en beneficio de la minoría que los apoya. Las hubo y las hay en la actualidad en decenas de modalidades. Hoy la más común es la denominada, paradójicamente, «dictadura constitucional”, que es una forma de gobierno en la que aparentemente se respeta la Constitución pero, en realidad, el poder se concentra de manera absoluta en un grupo de personas que controlan, directa o indirectamente, los poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial.Bolivia, que hace más de una década padece una crisis de Estado, que no termina de resolverse, está actualmente gobernada por una variante dictatorial peculiar: la de los ejércitos corporativos, eufemísticamente denominados «movimientos sociales”. Formalmente nos gobiernan legalmente el presidente Evo Morales, el vicepresidente García Linera, los asambleístas plurinacionales, los ministros y los jueces supremos, pero en la realidad quienes definen todo son las federaciones cocaleras, los cooperativistas mineros, los transportistas, los mineros federados, los gremios empresariales, las asociaciones profesionales, las federaciones estudiantiles y universitarias, y todos aquellos grupos que puedan organizarse para marchar en las calles, cerrar las vías y evitar que el resto de la ciudadanía desarrolle sus actividades con normalidad.Actualmente tenemos una prueba de esta realidad con el conflicto que plantean los discapacitados para lograr un bono de 500 bolivianos mensuales. Los discapacitados no plantean un amparo constitucional u otro recurso legal para hacer cumplir la legislación nacional que los favorece en materia de inserción laboral y otros beneficios. No, hicieron una huelga, bloquearon, marcharon, probablemente hagan una huelga de hambre y, finalmente, cómo no, algo conseguirán. Lo harán de la misma manera que antes impusieron sus intereses particulares los distintos grupos organizados que mantienen en una situación de anomia la relación Estado–Sociedad. En Bolivia hace mucho que no gobierna la ley, sino la correlación de fuerzas entre esos grupos que impiden la realización plena de la democracia como forma real de gobierno.Sin embargo, este «modelo” que está vigente hace muchos años, pero que tuvo su clímax en la última década, está empezando a dar algunas señales de agotamiento para esperanza de un reencauzamiento de la institucionalidad democrática en nuestro país. Dos sendos y estrepitosos fracasos electorales nos permiten comprobar aquello: las últimas elecciones municipales en la ciudad de El Alto y el referendo constitucional de febrero pasado.En la ciudad de El Alto, «bastión de los movimientos sociales”, un vigoroso y variopinto movimiento ciudadano, encabezado  por Soledad Chapetón de Unidad Nacional, derrotó arrasadoramente hace un año al conjunto de «organizaciones sociales” cobijadas bajo el manto del Movimiento Al Socialismo. De nada sirvieron las amenazas, la coerción y el chantaje. La gente, una vez perdido el miedo a las corporaciones, recuperó el derecho a mandar de la mayoría.Y lo mismo sucedió hace un par de meses, cuando la mayoría ciudadana logró imponerse al gigantesco aparato gubernamental asentado en los temibles grupos corporativos, que habían asegurado al Presidente un triunfo contundente y se encontraron con una derrota sin atenuantes en el referendo reeleccionista.Hoy, al asombro y la estupefacción que sobrevinieron al resultado de febrero, le sucede el deseo de revancha de los grupos corporativos que claman por un «segundo tiempo”. Quienes no entienden la democracia, sino cuando los favorece, pretenden que la voluntad popular se deje de lado cuando la mayoría está en contra de sus designios. Pero los verdaderos demócratas no debieran temer a ningún «segundo tiempo”, ya que ese momento es el que marcará el fin definitivo de la dictadura de las «minorías eficaces”.Página Siete – La Paz