Los amigos del chavismo

cayo-salinas-000Cayo SalinasDesde que el extinto Hugo Chávez creara el año 1996 el Movimiento Quinta República hasta su sustitución por el PSUV,  la línea ideológica que lo identificó fue el denominado Socialismo del Siglo XXI. A partir de entonces, se gestaron una serie de Gobiernos autodenominados progresistas, revolucionarios y de cambio. Crearon un enemigo común, EEUU, y a partir de frases cuidadosamente elaboradas posicionaron una corriente de opinión que terminó consolidándose con el apoyo en las urnas de sectores ciudadanos que encontraban en el discurso, señales de cambio en términos de menos corrupción, seriedad en el manejo del Estado, respeto de derechos ciudadanos, etc. Surgieron los soldados de la revolución y sus líderes demostraron una capacidad innata para convencer  auditorios en una lógica en la que todo lo pasado no servía y más bien, la nueva sociedad y el nuevo paradigma del hombre y mujer de la patria grande habían nacido bajo la égida de Chávez.Lo sintomático es que quienes enarbolaron sus banderas se beneficiaron de una coyuntura inigualable en la economía del mundo. El boom de los precios de materias primas y de productos no renovables significó quintuplicar (o más) el ingreso de varios países, lo que ocasionó que muchos Gobiernos populistas aparecieran robustecidos en  su discurso. Había sido verdad que sólo con algunos iluminados la economía iba a mejorar y más verdad que el imperio, el capitalismo y EEUU, eran el Leviatán al que había que destruir. La bonanza económica fruto de coyunturas del pasado y el discurso con una fuerte carga ideológica, constituían una dupla perfecta para el propósito del Socialismo del Siglo XXI.Con el tiempo las cosas cambiaron. En primer lugar, no habían sido tan iluminados. La economía del mundo se resintió y el precio de materias primas y del petróleo redujo los ingresos sustancialmente. El despilfarro  comenzó a pasar factura. Como siempre, eso sí, los que siguieron pagando los yerros de ese tipo de políticas fueron las clases medias inmersas en la economía formal. Para ellos, no cabía perdón ni por un error de teclado en un formulario de impuestos. En segundo lugar, comenzaron a conocerse innumerables casos de corrupción,  saqueo de dinero, tráfico de influencias, licitaciones acomodadas a quien pagaba más y, por contrapartida, problemas sin límite con contratistas inexpertos.La pérdida la asumió el Estado y los contribuyentes. Las nuevas nomenclaturas se acostumbraron, como los estalinistas, a hablar de una economía de estado denostando el capitalismo, mientras asumían conductas de vida donde la opulencia, el gasto ilimitado y el hurto, eran cosa de todos los días. Las consecuencias saltan a la vista. En Venezuela la gente se muere de hambre. En Brasil, el PT desbancó las arcas de Petrobras al punto que quisieron dotar a Lula de inmunidad haciéndolo ministro. En Argentina, el conductor de la ruta del dinero K está preso. A Cristina le esperan días aciagos. En Ecuador, Correa no se animó con la reelección. Por el momento, el drama del terremoto ha hecho que los temas políticos pasen a segundo plano. En Cuba, los Castro sucumbieron en el VII Congreso del PC ante la realidad y el fracaso del comunismo. Recibieron oxígeno para tener una salida digna.El caso boliviano es especial. La soledad ideológica de un modelo fracasado, tiene como contrapartida la seriedad con la que ha sido manejada la economía en términos  macroeconómicos. Resta ver si las consecuencias del despilfarro y la corrupción, calan hondo o si se opera una reconversión a la prudencia.Los Tiempos – Cochabamba