La leche humana contiene más de doscientos azúcares distintos, cuatro veces el de la leche de vaca, que ayudan a que el niño desarrolle su sistema inmune
El periodo fundamental de la lactancia es el primer mes, cuando ayuda a formar el sistema inmune del bebé
La leche que produce la madre va cambiando para adaptarse al desarrollo del bebé. Por un lado, varía la cantidad. Al principio, cada pecho produce, de media, 450 gramos de leche diarios. Quince meses después, dependiendo de la frecuencia con que se dé de mamar, la producción diaria puede alcanzar los 200 gramos. Además, cambia la composición. Una de las funciones básicas de la leche materna es construir el sistema inmune del bebé. Esta tarea ya se había descrito en 1903 y se vinculó a la presencia de anticuerpos en la leche. Ahora se sabe también que la cantidad de anticuerpos maternos es mucho mayor durante el primer mes de vida del bebé. Después, cuando el pequeño ya ha empezado a construir sus propias defensas, el porcentaje de anticuerpos de la madre en la leche cae un 90%.La complejidad a la que se refiere Hennet se puede asociar a las más de 200 diferentes moléculas de azúcar que se encuentran en la leche humana, muy por encima de las alrededor de 50 que se pueden encontrar en la leche de vaca. Aunque aún no se conoce con precisión la labor de estos azúcares, se cree que una de sus funciones consiste en alimentar las bacterias que deben colonizar el intestino del bebé, que nace sin estos microorganismos que determinarán buena parte de su salud futura.Todos estos beneficios para la salud del niño han hecho que la Organización Mundial de la Salud recomiende que el bebé se alimente del pecho de su madre durante sus primeros seis meses de vida, y después durante al menos un año más como complemento de la comida sólida. “A partir de ahí, si se quiere y se puede continuar, mejor”, apunta Nadia García Lara, responsable del banco regional de leche materna del Hospital 12 de octubre en Madrid.
Las leches maternas sintéticas han mejorado, pero no han logrado reproducir la complejidad de la original
“Desde el punto de vista científico, la superioridad de la lactancia materna es abrumadora, pero entre los 50 y los 90 hubo una fuerte influencia de la industria láctea, que promocionó las leches artificiales”, cuenta García Lara. “Otro tema es que, pese a todos los beneficios que conocemos, que se amplían cuando se prolonga la lactancia, la lactancia materna es muy difícil y requiere mucho apoyo por parte de la sociedad”, continúa. “Aunque se están mejorando las leches artificiales, y se logre sintetizar muchos de sus componentes, su valor se encuentra en la composición global, en la interacción de sus componentes, e incluso en la genética y la flora microbiana de la madre”, añade.Pese a reflejar la acumulación de pruebas sobre los beneficios de la lactancia, el artículo de Hennet también llama la atención sobre algunos riesgos. Algunos contaminantes presentes en el ambiente se pueden acumular en el tejido del pecho de las mujeres y transmitirse a los niños. “Se han descrito correlaciones positivas entre algunos ftalatos [unos compuestos químicos empleados en plásticos y textiles] en la leche materna y niveles alterados de hormonas sexuales en bebés de tres meses”, indica Hennet. En opinión del investigador de la Universidad de Zurich, el trabajo de los científicos para controlar este riesgo consiste en identificar los contaminantes para eliminarlos en los procesos industriales y así del ambiente y de nuestros organismos.Hennet concluye su trabajo reconociendo que, independientemente de las virtudes biológicas de la lactancia, no es una labor de los científicos decidir hasta cuándo debe una madre dar el pecho. Esas decisiones, afirma, «le corresponden a las familias».Fuente: elpais.com