Lo siento, ¡basta de disculpas!

Pedir perdón continuamente, incluso cuando no hemos cometido ninguna falta… ¿es un simple tic o una tendencia a infravalorarnos? ¿Padeces el síndrome de la disculpa permanente?

Pedir perdón continuamente

Perdona que sea tan pesada, cariño, pero ¿tardarás mucho todavía?», le preguntas a tu chico cuando le llamas después de llevar más de 20 minutos esperando. «Disculpa, pero necesitaría tener ese informe cuanto antes», pides a tu compañero que debería haberlo entregado ayer. «Ups, ¡lo siento!», le dices a ese señor que te ha dado un buen pisotón en el metro, como si tu estúpido pie se hubiera interpuesto en su camino. «Perdonad que me meta, pero…», susurras en la junta de vecinos como si no tuvieras tanto derecho como cualquiera a hacerlo; «Seguramente será una tontería pero tengo una idea que…», intervienes en una reunión en el trabajo. Si te reconoces en una o varias de estas frases (y perdona que te lo diga), eres una de las muchas mujeres en el mundo que padecen lo que muchos han dado en llamar como sorry syndrome o esa tendencia a pedir disculpas por cualquier motivo, aunque tú no hayas cometido ningún error.

Perdona que me meta, seguramente será una tontería lo que voy a decir…

No todas las mujeres se andan con tantas contemplaciones a la hora de comunicarse, sin embargo hay algunas investigaciones que respaldan la idea de que, en general, dicen «lo siento» más a menudo que los hombres. Dos estudios realizados por la Universidad de Waterloo en Canadá y publicados en la revista Psychological Science encontraron que aunque ellos están tan dispuestos como nosotras a disculparse, tardan más en sentir que necesitan hacerlo.Amy Schumer, la atrevida y deslenguada cómica norteamericana, célebre por su humor políticamente incorrecto nos ponía esta realidad delante de las narices a través de un scketch titulado Im Sorry: una parodia en la que varias científicas y expertas reputadas en diversas materias (entre ellas una hipotética premio Nobel) pretenden llevar a cabo un debate que promete ser de lo más interesante pero que se queda estancado antes de empezar en un hilarante embrollo de disculpas y cortesías recíprocas.Bromas aparte, Sandra Díaz Leonardo, formadora en la Escuela Europe de Coaching (EEC) y experta en comunicación asertiva, cree que fórmulas como las que enumerábamos al principio son parte de rutinas incorporadas desde la infancia. «La mujer, tanto en el entorno personal como en el profesional, muestra con frecuencia comportamientos enfocados a conciliar posturas, escuchar y mediar en situaciones difíciles», asegura.Ese modo de comunicarnos es, en definitiva, una manifestación más de esa vocación que nos inculcan desde que somos niñas de agradar y satisfacer las expectativas de los demás antes que las nuestras. «Esta forma de mirarse, siempre imperfecta, puede hacer que se sitúe en desigualdad respecto a sus colegas, su pareja, incluso sus hijos. La mujer, con frecuencia, asume que «estar al servicio de los demás es la clave para que me quieran», explica la coach.



¿Intrusas en el espacio público?

Comenzar una frase pidiendo perdón o restándole valor a lo que se va a decir a continuación, más allá de una mera muletilla lingüística, es la expresión de una menor autoestima.»Durante siglos, las mujeres estuvieron sistemáticamente excluidas del espacio público y confinadas al ámbito doméstico. Esta situación, que todavía hoy cuesta superar, hace que ellas se sientan como «intrusas», sin el pleno derecho a estar allí: por eso se excusan o tratan de pasar desapercibidas», analiza Sara Berbel, doctora en Psicología Social y autora de Directivas y empresarias. Mujeres rompiendo el techo de cristal.

Disculpa, pero necesitaría este informe cuanto antes…»

[EN REALIDAD SOY TU JEFA, PERO NO TE LO VOY A RECORDAR NO SEA QUE TE MOLESTE]

Otra experta, Judith Baxter, sociolingüista de la Universidad de Aston (Reino Unido), señala en su libro, The language of female leadership [El lenguaje de las mujeres líderes, sin traducción en España] que en las reuniones de trabajo y en los consejos de dirección las mujeres están cuatro veces más inclinadas que sus compañeros masculinos a utilizar un tipo de discurso que ella ha calificado como de «doble voz» y que consiste en prejuzgar negativamente la respuesta de la audiencia y adaptar el mensaje en función de esa perspectiva.Ejemplos: «Corregidme si me equivoco…», «No soy ninguna experta en el asunto, pero…», «Es posible que no lo haya entendido bien, pero…». Sara Berbel añade que la falta de seguridad en un espacio que no se percibe como propio se refleja no sólo en el lenguaje verbal, sino también en el no verbal. Se ha visto que las mujeres suelen ocupar lugares extremos o poco centrales en las mesas de trabajo, incluso aunque sean las directoras.Hablar claro sobre los propios méritos es importante, porque precisamente uno de los obstáculos en el camino de las mujeres hacia la cima del poder empresarial, económico o político radica en lo que la doctora Estrella Montolío (Catedrática de Lengua Española de la Universitat de Barcelona y coordinadora del grupo de investigación Estudios del Discurso Académico y Profesional) han definido como «autodisminución ritual» o «modestia ritual» que tiene su origen en la educación estereotipada que recibimos y consiste en «la inhibición de los éxitos propios, la extrema modestia, en ocasiones incluso autodenostativa, así como la tendencia a intentar mostrarse amable y poco asertiva, ensalzando las virtudes ajenas y silenciando las propias».

Corrígeme si me equivoco.

Lo explica Sara Berbel en su libro, una tendencia que la autora considera «muy peligrosa porque, si bien entre las mujeres es entendida como una simple expresión de modestia (una de las virtudes en las que se educa a las mujeres), puede ser tomada al pie de la letra por los varones que la escuchen, con el consiguiente juicio desfavorable hacia ellas».¿Las consecuencias? Por una parte, se refuerza la baja autoestima y el temor social. Por otra, dado el diferente código lingüístico, ellos pueden entender literalmente las expresiones de inseguridad y darlas por ciertas, considerando, por tanto, que esas mujeres no son aptas para los puestos que ocupan.

ÍNTIMA Y PERSONAL

La herramienta antidisculpas Tami Reiss y Deborah Tannen, empresaria y lingüista respectivamente, han aliado sus experiencias para crear Just Not Sorry, una aplicación para Gmail diseñada para detectar las diferentes fórmulas con las que nos disculpamos e infravaloramos a menudo en nuestros correos electrónicos.

Las subraya en rojo para llamar nuestra atención sobre ellas y propone algunas alternativas más directas y asertivas. De momento solo está disponible en inglés, pero ya se ha convertido en un éxito de descargas… aunque también ha recibido críticas.

¿Amabilidad vs credibilidad?

Alexandra Petri, blogera del Washington Post, ideó una forma muy clara de plantear la cuestión traduciendo algunas de las frases más célebres pronunciadas por hombres a lo largo de la Historia al «idioma» femenino en el ámbito laboral. Aquel épico «Veni, vidi, vinci», que pronunció Julio César, sería algo así como: «No es que quiera echarme flores, pero sí que estuve en esos sitios, me sentí muy honrada de formar parte de nuestro equipo y de ver cómo hicimos aquel increíble trabajo de conquistar esos lugares».Un ejemplo más: «I have a dream», proclamó solemne y esperanzador Martin Luther King. Traducción: «Lo siento, pero se me ha ocurrido algo probablemente sea una locura, pero mira, mientras estamos tratando de lidiar con este problema, ¿puede ser que haya he tenido una idea o una visión sobre el futuro?». Divertido y efectivo.

No es que quiera echarme flores, pero estoy muy honrada de formar parte de nuestro equipo…

La bloguera intentaba llamar la atención sobre esta cuestión y lo hizo. Tanto, que hasta la mismísima Sheryl Sandberg, directora operativa de Facebook, aplaudió públicamente la iniciativa. Y su opinión no es baladí, no solo por ser pionera en liderazgo femenino y una de las directivas que ha llegado más alto en el mundo, sino porque, precisamente por eso, en su camino ascendente ha tenido que lidiar con las múltiples aristas de la desigualdad. Cuando Sandberg todavía estaba en el instituto ya apuntaba maneras de líder y uno de sus profesores le dijo: «A nadie le gustan las chicas mandonas».¿Estamos obligadas a ser agradables para alcanzar el éxito? «El margen de actuación de las  directivas es muy estrecho señala Sara Berbel. Cuando se comportan según el estereotipo masculino y son fuertes, firmes y exigentes, entonces se las considera competentes pero no gustan, se las acusa de ser «masculinas».En cambio, cuando adoptan el rol del estereotipo femenino y se muestran amables, comprensivas y empáticas, entonces gustan más pero no son consideradas competentes. Esto es el fenómeno llamado en el mundo anglosajón «the double bind», la doble atadura, y es que somos castigadas en ambos casos».En su opinión, esto solo se acabará cuando premiemos aquellos liderazgos que incluyan características de ambos estereotipos, masculinos y femeninos «que, por cierto, son los más eficientes y los que otorgan mayor libertad de expresión a las líderes», añade. No se trata, por tanto, de abolir la amabilidad del código de conducta. Reconocer los propios errores y disculparse por ellos no es un signo de debilidad, sino de seguridad y fortaleza… si lo hacemos cuando toca.Fuente: www.mujerhoy.com