FOTOS WANDERLUST MAKE A WISH. Robin Quarterone y Jimena, en una plaza de la ciudad de El Alto.
Ivone Juárez / La Paz
El 10 de octubre de 2015 quedó grabado en la vida de Robin Quarterone, un italiano trotamundos que hace tres años decidió soltar amarras y salir a recorrer el mundo para ayudar a las personas. Ese día el italiano, que tiene como país de residencia Suiza, estaba en la ciudad de La Paz, en el Hospital del Niño, donde conoció a Kelly Larrea, una pasante de trabajo social. Kelly buscaba ayuda para unos exámenes médicos que necesitaba Jimena, la niña alteña de siete años con discapacidad y abandonada por su familia, que hace pensar al extranjero en echar raíces.
“Si he recorrido todo este camino y he conocido a Jimena es que mi destino estaba escrito así. Ahora quisiera seguir mi vida, pero quisiera hacerlo con Jimena. Sé que nunca podré ser su papá, pero puedo ser su guarda, ella tendrá una escuela, médicos, apoyo, eso es bueno”, expresa el joven de 28 años que hace unas semanas regresó a La Paz para seguir ayudando a la niña que le cambió la forma de ver la vida.
Es que dominado por el afecto que llegó a sentir por la pequeña, que padece de una discapacidad que le impide caminar y hablar normalmente, Robin Quarterone inició los trámites de adopción de la menor. El resultado fue negativo por su condición de extranjero. La única opción que tiene es convertirse en el guarda de la menor, una cualidad que le permitirá velar por su cuidado, pero para eso precisa cumplir ciertas condiciones, como tener dos años de residencia en Bolivia.
Por el momento, el extranjero quiere cubrir los gastos que implican tener a la menor en un hogar de niños permanente, porque desde 2013 Jimena está en un hogar transitorio, la Casa del Niño de la Fundación Cuerpo de Cristo de la ciudad de El Alto, donde fue abandonada por sus familiares.
Kelly Larrea, que terminó su pasantía con el caso de Jimena, señala que la niña necesita encontrar un hogar permanente o una familia que la adopte para continuar con los tratamientos y cuidados que Robin Quarterone le proporcionó.
“Jimena puede aprender como cualquier niño, pero necesita ir a la escuela y tener ciertos tratamientos y cuidados que no puede tener en un hogar transitorio. Necesita una familia. La justicia no le puede dar la adopción a Robin, pero él puede ser su guarda y seguirla apoyando”, explica la profesional que sigue el caso de la pequeña por “ética profesional”.
La historia
El 10 de octubre de 2015, Robin Quarterone tenía unos días en La Paz. La ciudad era su segundo destino en Bolivia porque había pasado por Cochabamba buscando a quién ayudar (ahí regaló una bicicleta a un muchacho que tenía que caminar horas para llegar al colegio). Semanas antes estuvo en Chile, Argentina y Colombia, los primeros países de Sudamérica anotados en su bitácora de trotamundos.
“Estuve en Nepal, Sudáfrica y Australia, cuando decidí pasar a Sudamérica. Yo trabajé en mi país, ahorré dinero y vendí mis cosas para salir a recorrer el mundo y ayudar a la gente”, cuenta.
Robin había llegado al Hospital del Niño por indicación de un trabajador del alojamiento donde se hospedó. El hombre le indicó que ése era el mejor lugar para ayudar, pues estaba lleno de niños cuyas familias no tenían dinero para pagar los gastos médicos. El empleado lo llevó en persona al hospital.
“Yo no podía entender por qué muchos de esos niños no podían estar en el hospital si no pagaban la cuenta. En mi país eso no pasa, el Estado paga todos los gastos del hospital”, relata.
En el hospital ayudó a un par de familias pagando gastos médicos, hasta que encontró a Kelly Larrea, quien le contó el tipo de ayuda que precisaba: una resonancia magnética para Jimena.
El extranjero aceptó, pero pidió conocer más del caso. A los pocos días llegó al hogar donde estaba la niña. “Robin se encariñó con la niña desde que la vio y decidió ayudarla. Pagó el examen de resonancia magnética, de neurología, un encefalograma, un electrocardiograma. Canceló toda la atención dental de la niña y le compró unos zapatos ortopédicos”, cuenta Kelly.
Robin recuerda ese día así: “Yo estaba solo en el hogar, cuando la niña apareció, me vio, me abrazó y no quería soltarme. Entonces, yo me quedé enamorado, es así”. “Ella no tiene familia. Todos tenemos a alguien, una tía, alguien, pero ella no tiene a nadie ”, añade el extranjero.
A partir de entonces Robin comenzó a frecuentar el hogar para visitar a Jimena, ocuparse de ella y de sus necesidades, lo que implicaba mejorar algunas condiciones de la Casa del Niño.
“La niña mejoró mucho desde que Robin comenzó a visitarla. Ella no podía caminar, cuando corría se caía y le era muy difícil hablar. Con él y la ayuda que le dieron los médicos que pagó Robin, comenzó a movilizarse mejor. Eso demuestra que puede curarse”, asegura Kelly.
Al cabo de un mes, aproximadamente, Robin bautizó a la niña y se convirtió en su padrino. “Yo pregunté si tenía padrino, me dijeron que no y ahora yo soy su padrino. Ella no tiene familia, pero ahora me tiene a mí”, dice.
Pero el trotamundos tenía que seguir su camino, así que dejó Bolivia, pero fue sólo por unos meses, porque en junio regresó para seguir los trámites de adopción. Las noticias que le esperaban eran negativas, pero insiste en velar por la pequeña.
Mientras estuvo en La Paz, Robin también ayudó a María Luisa, una mujer que vendía chicharrón en la zona de San Pedro: le compró un quiosco, al que bautizó con el nombre de su fundación Wanderlust make a wish, a través de la cual viaja por el mundo ayudando a las personas. “Cuando estuve en Nepal, un periódico de mi país publicó mi historia y me donaron 20.000 dólares, con ese dinero formé la fundación. Mucha gente me ayuda”, cuenta.