Comunicadora de profesión, Marie France Perrin ha dedicado parte importante de su vida a la investigación artística y arquitectónica de Bolivia abarcando diversos temas.
Su nombre en francés se debe a su lugar de nacimiento, París, aunque por todo lo demás ella es boliviana, hija del arquitecto Luis Perrin Pando y la famosa pintora paceña María Esther Ballivián. Estudió en la Universidad Católica en la ciudad de La Paz y por muchos años trabajó en periódicos y revistas hasta el año 2003, cuando decidió emprender su propio proyecto. Entonces escribió el libro titulado Casa boliviana, a partir de una ardua investigación y recopilación fotográfica. Se trata de una muestra de la arquitectura residencial en Bolivia que abarca desde la época colonial hasta los tiempos contemporáneos.
“En mi casa siempre ha habido el arte y la creatividad. Y yo, a través de mis libros, creo que he encontrado también la forma de expresar mi creatividad mostrando nuestra riqueza cultural y artística”, comenta Perrin, evocando la vocación artística de sus padres ya fallecidos y su interés por difundir este tipo de producción.
Años más tarde, emprende una nueva investigación, esta vez impresionada por el fenómeno social y arquitectónico que significan los denominados cholets en la ciudad de El Alto, y que llaman la atención de la prensa internacional. Entonces retoma el tema de la arquitectura y publica en 2016 el libro titulado Extravaganza andina, el cual aborda la temática de la arquitectura neoandina, sus características y su impacto en la sociedad boliviana.
“Regresé por un tiempo a vivir a La Paz, porque mi esposo se fue a trabajar a una mina al sur de Perú. Para encontrarme con él solía viajar en bus hasta el Desaguadero una y otra vez; entonces pude observar por la ventanilla, cuando atravesábamos por El Alto, la peculiaridad de algunos edificios que tenían en sus terrazas una casita y la proliferación de sus colores. Era un estilo único”, narra su encuentro con el tema.
Extravaganza andina, muestra con fotos la majestuosidad de los edificios de este estilo, su proceso de construcción, su crítica en los círculos académicos, su impacto en la sociedad y el poder económico de sus dueños que extienden sus gustos por la vestimenta tradicional con el colorido y las formas de sus propiedades. Pero además, Marie hace un análisis sobre sus antecedentes más inmediatos.
“Más o menos en los años 90 empiezan a verse cosas diferentes en El Alto, como un edificio pintado similar a un gigantesco tejido con motivos aimaras, u otro que parece una especie de estilo árabe. En esta década, creo que empieza a haber algo de eso de querer diferenciarse como aimara, pero recién en los años 2003 y 2004, hay cierta bonanza económica en algunos sectores de El Alto, es ahí donde se empieza a ver más de estos edificios. En estos años comienza a surgir un estilo más específico que prolifera. El estilo recibe el nombre de cholet, por lo que hay un chalet encima del edificio”, explica.
Estos edificios contienen la vivienda de sus dueños, pero además el negocio, por tanto básicamente se diferencian tres espacios que en la obra de Marie se destacan claramente. En la planta baja hay almacenes o piezas para alquilar. Luego se encuentran el primer y segundo pisos ocupados por un amplio salón de fiestas.
En los pisos superiores están los departamentos que varían en número según la cantidad de pisos que tenga el edificio. Al final está el chalet que a diferencia del resto del edificio tiene las dimensiones en altura y extensión de una casa normal. Los departamentos, como el salón de fiestas, son usados por los dueños y sus familiares como también pueden ser alquilados al igual que los ambientes de la planta baja.
El chalet es vivienda exclusiva de los dueños.
“Hay elementos geométricos tiwanacotas en el exterior de los edificios, como bien lo indica Freddy Mamani, que es el mayor exponente de esta tendencia, pero el interior es otra cosa. Yo creo que las características en colores, pinturas y formas más bien corresponden al momento que vive Bolivia, al intercambio que hacen los comerciantes con Asia, por ejemplo. Los colores en el Altiplano son áridos, el andino para contrarrestar un poco la falta de vegetación siempre ha utilizado en su vestimenta o en sus textiles colores fuertes que den vida, y eso se manifiesta ahora en la construcción. Se trata entonces de un bagaje cultural y del momento que está viviendo Bolivia. El orgullo de ser indígena y la vestimenta de la chola también tienen que ver en esto”, explica la autora, indicando los elementos y factores que originan este estilo de aquitectura.
Extravaganza andina nos ayuda a comprender mejor la arquitectura neoandina. Aunque tiene nuevos proyectos similares a futuro, por lo pronto, con una sonrisa, Perrin nos manifiesta su principal preocupación: “Tengo que terminar de vender mis libros”