Después del magnánimo despliegue de fervor cívico y el incansable denuedo de ensalzar el espíritu patrio, llevado a cabo por estudiantes de todo el país, este escrito quiere mostrar que todos estos actos de fervor y ardor patriótico, en vez de lograr el claro objetivo de acrecentar el amor a la patria chica, lo que verdaderamente genera es dosificar la actitud burocrática, autoritaria y antidemocrática.
Sabemos muy bien que el fuerte de la educación boliviana no es la dedicación al estudio o la valoración razonable, fundamentada y coherente sobre la patria chica y menos aún las posturas que critican a ésta última. El fuerte, sino, es la anulación sistemática del que duda, la burocratización escolar y la obligatoriedad jerárquica y vertical. Es así que los niños y jóvenes escolares –y en consecuencia directa los profesores– siguen prejuicios de vieja data y narraciones incoherentes sobre diversos hechos importantes acaecidos en este país. Todo ello elaborado por un maquillaje muy bien pensado que emana del Ministerio de Educación por medio de sus textos.
Pero, allende, hay un aspecto relevante para ser analizado y es: los desfiles cívicos, que realizan los escolares, que son muestra de principios autoritarios y antidemocráticos. Los escolares, como sabemos muy bien, salen a manifestar su patriotismo con euforia, entusiasmo y con una profunda dedicación practican la conversión para el desfile al ritmo del tambor, el platillo y la zampoña –esta última para darle un aire más “propio” y autóctono–; seguido, además, de un buen número de guaripoleras como acompañantes.
Ahora bien, si nos preguntamos lo siguiente: ¿y para qué sirve tal demostración patriótica y cívica, si es obligatoria? ¿Siendo una obligación cuenta de igual manera como un acto patriótico? Es de saberse que, toda esta demostración de “civismo” no es de libre elección de los escolares; sino, de forma obligatoria. Lo cual sobrepasa lo absurdo, porque, para demostrar tal civismo: primero se dedica un tiempo para practicar –tiempo que no se vuelve a recuperar– para una demostración que retóricamente muestra el patriotismo de los jóvenes; segundo, que para demostrar aquel compromiso de todos los que componen la unidad educativa (a saber: estudiantes, plantel docente y administrativo) no se apela a aspecto, por lo menos, razonables para incentivar a desfilar; sino, se recurre al método de la obligatoriedad. Compensando a los estudiantes con calificación y, a los docentes y administrativos con el no descuento de sus haberes. El resultado de la aplicación de este método es una actitud de corte conductista, donde se premia al que cumple la obligación y se castiga al que no cumple, disiente o simplemente… cuestione, por tanto dude.
Entonces, ¿qué se está construyendo y enseñando a los escolares bajo este principio imperativo? ¿Es posible que se genere una identificación patriótica y cívica con este método de castigo-premio? Este método que se aplica, muy eficientemente, ¿no está más bien repitiendo y reafirmando la correcta aplicación de cómo imponer la obligación y, en consecuencia, de cómo reprimir al que disiente?
Creo que no es una casualidad que en todo o casi todo lo que se haga, se pida, se reclame, se celebre o incluso se emita (elecciones por voto electoral) en Bolivia sea de forma obligatoria. El método de la obligatoriedad está impreso en las capas psicológicas más profundas de esta nación y es ello lo que se debe poner en cuestionamiento para criticar duramente.
Sin embargo, no es la obligatoriedad el fin, sino el medio. El fin, de este medio, es eliminar el disenso, la postura crítica y la apertura al que piensa diferente o, sencillamente, ponga en duda algo establecido de facto. Es por eso que, este método de la obligatoriedad en la sociedad, poco a poco, construye y adoctrina, eficientemente; ovejas calladas y sumisas para que las mismas supriman al disidente. Tal caso lo podemos ver, enfáticamente, en los diversos periodistas o investigadores que emitieron una voz divergente al gran desfile político que se tiene en la actualidad y que, por una u otra razón, fueron reprimidas sus voces, ¡perdón…! Fueron invitados a guardar silencio y a retirarse. Este desfile político que, actualmente, se vive en Bolivia, quiere obligar a todos a bailar al unísono. Y, ese es el objetivo: que todos de una forma indirecta estemos obligados a entonar sus cánticos con voz fervorosa, alzando el puño y desfilando al compás de su ritmo.
Este método lo podemos ver desde un desfile cívico hasta una movilización social, pasando por el voto electoral. En la estabilidad presente, estos actos coercitivos se enfatizan mucho más y son aún mucho peor, ya que utilizan la fuerza. Además que es mucho peor, simbólicamente e ideológicamente, porque se alza la bandera de la democracia en los días festivos y se la guarda, el resto del año, en el armario; se realizan, por tanto, actitudes autoritarias, pero usando una máscara democrática. El Estado, como maestro mayor de toda la sociedad, manifiesta lo represivo como normal y lo obligatorio como norma. Todo ello genera una sociedad que, poco a poco, empieza a odiar el disenso y a amar el silencio.
Si el ciudadano aprende, sistemáticamente, este método de la obligatoriedad y, además, se enfatiza en la estabilidad, entonces: la sociedad verá como “normal” la eliminación del que discrepa y, a la larga, tendrá una aberración, total, por posturas que critican a los modelos establecidos y así, cada vez, será mayor el autoritarismo, el fanatismo y el chauvinismo.
Entonces, ¿cómo salimos o cómo afrontamos este método tan eficiente que está en el tuétano de la sociedad? ¿Cuáles serían los instrumentos del discrepante en una sociedad adiscrepante?
Las preguntas las dejo a flote para su reflexión. Mas termino expresando que: no por mucho desfilar se es más patriota.
*Estudió Filosofía en la UMSA