La prohibición del burkini en Francia polariza las opiniones en todo el mundo. El tema es discutido también en Alemania, donde una prohibición general de ese traje de baño es desaconsejable, comenta Reinhard Müller.
Pero fuera de estos contextos, los Estados liberales tienen dificultades para prohibir o emitir un juicio de valor sobre gestos ideológicos y formas de expresión personal. Un Estado debe considerar que cada medida drástica tomada de cara a una religión –en este caso el Islam– puede tener repercusiones sobre la gran mayoría de musulmanes que nada tienen que ver con manifestaciones religiosamente fundamentalistas como el acto de llevar el cuerpo completamente cubierto. Quien hasta la fecha no era especialmente religioso o políticamente activo, podría terminar solidarizándose con sus hermanos de fe en respuesta a una política de prohibición. En materia de política de integración, esto da material para reflexionar.Un Estado liberal no expide reglas de indumentaria. Aquí existen, desde luego, límites (impuestos por el pudor, por ejemplo). Pero, fundamentalmente, cada quien es libre para vestirse como quiere. En Alemania está permitido estar desnudo en muchas playas. Bajo un punto de vista estético, más tapujo sería incluso preferido en muchos lugares. Por ello es intolerable ver cómo policías franceses obligan a una mujer a despojarse de su burkini. Eso es una humillación pública. Quien vea en el burkini una “militante provocación política”, como Nicolas Sarkozy, podría también intentar soportar tal provocación.El burkini es, de todas formas, una declaración, y puede que, al final del debate, se imponga una prohibición general sobre esa pieza de baño. Al parecer, nadie puede escapar de esta aguda polémica.Usted puede leer la versión original de este comentario en alemán, aquí.
Fuente: www.dw.com