País de ficción

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Un estruendo, un sonido incierto, rifles, metralletas, una gigantesca draga y seis avionetas destruidas, varios muertos, secuestros, caos en la ciudad, éste era el inicio de una guerrilla, allá por los años 70. Esta historia parece ficción pero no lo es, es real, tan real que ha sido contada por uno de los participantes.

Historias fermentadas como el buen vino se vienen a mi mente, recuerdos,  en nuestro país ha sucedido de todo, golpes de estado, Presidentes por horas, guerras, dictaduras, guerrillas, asesinatos, ajustes de cuentas, cambios a la constitución, reelecciones, referéndums, cabildos, como se puede ver nuestra historia es rica y anecdótica. Nuestra historia es única.



Lo que me resulta de más anecdótico es cómo personas cuentan hechos de guerras, de guerrillas, de asaltos, de secuestros, de muertes como si todo eso fuera de lo más normal posible, al parecer ¿antes era corriente destruir aviones y secuestrar personas?

Los recientes hechos lamentables ocurridos en nuestro país donde se perdieron vidas humanas son injustificables, en este siglo con todas las tecnologías, con todas las herramientas comunicacionales al alcance de la mano, no se entiende cómo es  posible que se susciten hechos trágicos, donde los más afectados son los familiares de las víctimas, que tienen que cargar con el peso del recuerdo para siempre, no es posible que reine la intransigencia como primer valor de negociación.

La visión de cada persona es importante, la religión de cada persona es importante, la ideología de cada persona es importante, pero: se justifica matar por una visión, justifica matar por una religión, justifica matar por una ideología, la respuesta es no, no y no, nada es más importante que la vida misma, la vida es más importante que visiones, religiones e ideologías.

Nuevamente el estruendo de una dinamita ensordece, personas en los cerros, sonidos de balas, gritos, caos, gases lacrimógenos, piedras y palos por los cielos buscando un destinatario sorprendido, gente que corre, patrullas y ambulancias, calles llenas de escombros, sangre, llantas quemadas, estas escenas podrían ser de una película de ficción pero son reales, en este siglo, en este momento, en este país. La intolerancia reina.

Señor, señores, país, ante cualquier manifestación preservemos las vidas humanas, ante cualquier huelga y reclamo preservemos la vida humana, ante cualquier conflicto preservemos la vida humana, ante cualquier crisis preservemos la vida humana, antes de todo preservemos la vida humana, la historia nos enseña que la tolerancia debe reinar y anteponerse ante todo. Este país de historias de ficción con finales reales nos demuestra que el progreso no se escribe con sangre y que la sangre deja huellas de dolor profundas. Por Dios, nada justifica una vida.