¡Acuérdense de mi hija!

La madre de Nicole Valenzuela, una de las niñas que cantaron el Gordo, pide ayuda para que la niña cumpla su sueño de ser periodista

Lotería de Navidad 2016
Los niños de San Ildefonso muestran las bolas con el quinto premio durante el sorteo de la Lotería de Navidad. J.J GUILLEN EFE
Oportunidades así no suelen repetirse dos veces en la vida. La primera, aunque repartiera un inmenso chorro de suerte, no pasó de ser un minutillo de gloria para Nicole Valenzuela, de 11 años. Pero este año no puede ocurrir igual. Dos veces ha cantado la niña el gordo junto a Lorena Stefan, su pareja talismán en la estirpe del colegio San Ildefonso.En esta edición ha vuelto a pasar. «Hay una conexión especial entre ellas, por eso las ponen juntas», suelta la madre de Nicole, Elisabeth, tirando de misterio y energía sobrenatural. Pero rápidamente regresa a la realidad y pide sin tapujos por esa boca: «Ya que tengo la oportunidad, no quiero que se me pase. El año anterior nadie se acordó de ella, pero si ahora pudieran darle una propina o algo lo agradecería porque, la verdad es que la niña tiene alguna necesidad».Para empezar, una discapacidad leve que le produce cierto retraso en el colegio. «Debe ir al logopeda», afirma su madre, llegada de Ecuador hace 16 años. Pero Nicole sustituye cualquier dificultad a base de codo, empeño, tesón y, en el caso de la lotería, bastante fortuna. «Es una niña muy responsable, muy trabajadora y sueña, de mayor, con ser periodista. Yo me he empeñado en que consiga lo que se ha propuesto».Puede que de esto último se le quitaran las ganas ante el acoso y la matraca de cámaras y micrófonos que la asaltaron en cuanto apareció por el stand del photocall hacia las 12.30 de la mañana. Con sus gafas azules y sus tablas en el arte de la lotería, volvió a cantar el número y confirmó ante los presentes su premonición. «Sabía que íbamos a repartir algo», dijo.El Gordo no fue lo único que ella y Lorena sacaron ayudados por Nerea Pareja y Daniel Rodríguez. Junto al 66513, cayeron en sus respectivas tandas cuatro premios más, incluido el segundo (04536). Eso no es racha: es iluminación divina. Quizás no viniera esta por parte de Chuchi II, el papa postizo de Novales (Cantabria), que quiso bendecir los bombos disfrazado de pontífice en el teatro Real. Ni instalado en el ardid de su descaro con un guiño a Roma, en mitad del Celtiberia show que es el espectáculo del sorteo, logró nada para su asociación: limón solidario.Tampoco hubo suerte para Katia Rivera, panameña residente en Madrid, que con el 00000 a cuestas –»un número muy solicitado», según ella-, se quedó con ganas después de haber logrado su décimo en Serviapuestas.es. ¿Por qué ese empeño en jugar al cero? «Porque es un número que representa el comienzo de todo y si me toca, sé que puedo emprender una nueva vida».Razón no le falta. Ilusión tampoco. Pero la suerte suele cruzarse a quienes la toman entre laberintos de cifras variadas. Aunque hace dos años, su fidelidad a ese mismo número le acarreara a Katia Rivera 100 euros. Eso o más esperaba Enrique Bilshes, de Cebreros (Ávila), un habitual de la sala. Más porque, por lo menos aspira a igualar los 140 euros que se ha gastado en siete números. «Este año ha sido mucho, si se entera mi mujer me mata».No es que se haya desmelenado Bilshes. Es que ha seguido la corriente. La de un movimiento que este año ha subido y ha hecho confiar a los españoles algo más en la fortuna. Ya son tres los años en que se nota el incremento. Este ha supuesto ventas por valor de 2.672 millones de euros, un 3,45 más que en el sorteo navideño de 2015 y casi un 13% más si agarramos la tendencia desde 2014.»Por eso hemos incrementado las series, cinco más que el año pasado. Son 165 esta vez», anuncia más bien satisfecha Inmaculada García Martínez, presidenta de Loterías y Apuestas del Estado. No son las 195 que en épocas de gloria llegó a alcanzar el sorteo, pero han despegado respecto a las 160 en que las dejó la crisis.De dicha cifra, se reparten esta vez en premios 2.310 millones. El resto queda en las arcas del Estado. Nada llevará ella ni su familia. Todos los García y los Martínez de su tronco tienen prohibido jugar por ley. «A mí no me importa tanto, pero a mi padre sí. Ha estado gastando toda la vida dinero al mismo número. Es una cifra a la que mi familia lleva apostando 100 años. No queremos ni saber si en este tiempo le ha tocado algo».

 



Fuente: elpais.com