El Celular, Mi Papá y Yo

Casi todos los días no laborales tengo como de costumbre dormir la siesta con mi hijo de cinco años. El viene, se acurruca a mi lado y en un abrir y cerrar de ojos se transporta hacia los brazos de morfeo. Supongo que en ese pequeño espacio de tiempo, que puede durar de una a tres horas, es devuelto el tiempo que no puedo compartir con él debido al trabajo, aunque sea durmiendo mi compañía lo conforta.

El sábado pasado, mientras nos aprestábamos a dormir la siesta, agarro mi celular para revisar los mensajes, en ese momento mi pequeño se levanta de la cama buscando algo con qué jugar y distraerse, lo llamo para que venga a mi lado, no hace caso, con su voz tierna e infantil me dice: “Papá voy a dormir a tu lado con la condición que dejes tu celular”

Este artefacto comunicativo como es el celular, que es tan útil y tiene tanta influencia en las personas, puede distanciarnos de nuestros seres queridos, puede entretenernos al punto de perder momentos especiales en la vida de nuestros hijos, puede distraernos y no vivir el instante, ese instante eterno como cuando nos dicen papá por primera vez, ese instante inolvidable cuando empiezan a caminar, ese momento insuperable cuando nos acarician la cara y nos dicen: “Te amo, papá”.



Con el uso inoportuno de la tecnología, existe un alejamiento de los jóvenes y niños con sus padres. Ahora los almuerzos son tecnológicos, cada quien está entretenido en su celular. Las reuniones familiares se han convertidos en grupos de zombies internautas, cada quien respondiendo mensajes en el whatsapp a un millón de amigos pero alejados de la realidad presente. Las familias están conectadas pero alejadas.

La era digital avanza sin freno y una de sus hijas, las redes sociales, han afectado dramáticamente las relaciones en la familia, no es lo mismo una relación virtual que una relación real.

Con las redes sociales el proceso de comunicación se ha vuelto eficaz, el emisor manda un mensaje, a través de un canal, puede ser un mensaje por el whatsapp  y esperar que el receptor, responda, es más uno puede evidenciar si el receptor ha leído el mensaje. Pero a pesar de estos beneficios pueden convertirse en un enemigo de lo cotidiano como compartir el cara a cara entre padres, hijos y hermanos.

Es necesario poner normas a la hora de compartir con la familia, una de ellas sería el dejar el celular de lado y solo ocuparlo en situaciones especiales. Ahora, antes de entrar a mi casa, reviso el celular, respondo los mensajes, y no lo vuelvo a ver. Les aseguro que esos momentos de juegos, de chistes, de caricias, de abrazos y besos, entre mi familia y yo, valen más que responder un simple mensaje. Si es algo urgente, te llamarán. Lo fundamental es la calidad de tiempo hacia tus hijos. Ellos te lo agradecerán.

Lic. José Fernando Suárez Sanguino

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