Nuestra aldea global y una época extraordinaria

Christian A. Aramayo ArceImaginemos que el mundo es una aldea de 100 personas.En nuestra Aldea Global de 1820, por cada 100 nacidos vivos 43 no sobreviven los primeros 5 años y en promedio se vive hasta los 29 –¡yo estaría en los últimos años de mi vida!-. Es una aldea de jóvenes y se tiene un gran respeto a los viejitos de la ciudad/comunidad: es muy difícil pasar los 50 y ellos son la memoria de gran parte de la sociedad. Pero además, sólo 6 miembros de nuestra aldea viven fuera de la pobreza extrema, 17 accedieron a educación básica, 12 de los 100 habitantes saben leer y una persona vive en democracia.Pero muchas cosas cambiaron…En nuestra Aldea de 2015, 90 de nuestros 100 habitantes viven fuera de la pobreza extrema, 86 han tenido educación básica –o superior- y 85 saben leer. De nuestros 100 habitantes, 56 viven en democracia y por cada 100 nacidos vivos, 96 sobreviven los primeros 5 años de vida, con la diferencia de que en 2015, en promedio se vive hasta los 71 años.Los datos son contundentes en salud, ingresos y educación; personalmente me disgusta el ruido de las malas noticias cotidianas en esta época extraordinaria. La información y los costes de transacción en general son centrales para el progreso. Difundamos. Los datos demuestran, además, que desde hace medio siglo la tasa de crecimiento poblacional disminuye –y lo seguirá haciendo-, que no hubo un período sin guerras interestatales tan largo y que jamás estuvimos tan cerca de erradicar la pobreza extrema en todo el mundo. Sin contar que estamos ante la Cuarta Revolución Industrial.Comienza un nuevo año y es excelente oportunidad para mirar el futuro y construir un mundo mejor que el que recibimos, como manda el escultismo. Los datos fueron expuestos gracias al genial trabajo de Max Roser de la Universidad de Oxford, quien afirma que “las exitosas transformaciones en nuestra forma de vida fueron posibles sólo gracias a la colaboración”. Gracias a Santa Cruz Data y el Instituto Cruceño de Estadística podremos contar una historia igual o más sorprendente desde Santa Cruz, Bolivia.No es optimismo, son datos.