Ramón Quintana, retrato no autorizado

María GalindoCuando escucho al Ministro de la Presidencia defender a Evo no dejo de preguntarme de dónde brotan las palabras con ese caudal que parece imparable y hasta convincente.Me pregunto cómo ha podido convertirse este hombre, que no es ni fundador del MAS, sino que llegó al partido cuando éste llegó al palacio, en el eje presidencial. Circunda a Evo Morales, es dueño de su oreja, de su reloj, de sus calzoncillos, de sus miedos, de sus convicciones, de sus desconfianzas. Lo tiene en la palma de la mano para asfixiarlo, convencerlo y manipularlo. No es un colaborador, sino un administrador del Presidente.Lo imagino ensayando esas destrezas en el colegio con sus compañeros de curso, no como el matón de grupo, sino como aquel que se dedica a identificar las debilidades y los miedos de todos para sacar ventaja. No el que se sienta ni en la primera, ni en la última fila, sino el que toma perspectiva de la totalidad del aula. No es un intelectual, podríamos decir que no sabe hacer nada, por eso no lo imagino estudiando ni tratando de entender los problemas. Lo imagino más bien en el colegio, logrando que los mejores hagan sus tareas y recibiendo las felicitaciones del profesor por la pulcritud de sus cuadernos hechos por los compañeros de curso que le colaboran a cambio de consejos de conquista de las chicas o protección. Su mayor habilidad no se limita a la «capacidad” de sacar algo de cada quien. Su habilidad mayor radica en controlar al conjunto sobre la base de saber dividir, calumniar, inventar falsos peligros, falsas intrigas, falsas amenazas y azuzar las inseguridades, y complejos de unos contra otros. En el colegio, lo imagino mintiéndole al director sobre el robo de la colecta para el equipo de deporte, mintiéndole a su mejor amigo sobre su enamorada, mintiéndole a la profesora sobre la enfermedad de su madre. Ha aprendido a convencer a la gente. Supo que había llegado a su máxima capacidad de convencimiento el día que logró convencer a la profesora de que su madre había muerto y que por ello no había ido al colegio toda la semana, cuando en realidad se la pasó paseando en los alrededores del cuartel, porque los militares le fascinaron desde pequeño. Las horas que de pequeño no pasó frente a los libros de historia o álgebra, las pasó frente al espejo, ensayando sonrisas, gestos, guiños de ojos, movimiento de manos y todos los trucos posibles que acompañen su poder de convencimiento. El espejo es un objeto imprescindible para él. Imagino que en su casa hay uno de cuerpo entero cerca de la puerta, donde se escruta a sí mismo cada día. Adquirió poco a poco también el hábito de cuidar prolijamente de su figura. Su forma de vestir, siempre impecable, juvenil y elegante. Le gusta distinguirse de los demás. Su ropero está lleno de atuendos de ocasión, como la colección de camisas chiquitanas, los trajes de gala para viajes internacionales, comprados en ocasión de negociar el Dakar en París. Su corte de pelo semimilitar no es producto de un peluquero barato de la esquina, es parte de todo un estilo detalladamente estudiado, porque él, además de vanidoso, descarga en sí mismo toda su concentración. Su apuesta es a sí mismo. Él lo es todo para él, Evo Morales es un pretexto, aunque todos creamos que es al revés. La ideología juega un papel importante en la vida de Juan Ramón, no por el contenido de las ideas, sino por haber desarrollado la capacidad de decirle a cada quien lo que quiere oír y saber cambiar de discurso según la circunstancia. Nunca tuvo realmente convicciones, sino que aprendió que en la vida las convicciones pueden ser circunstancialmente útiles. De estudiante tenía el vicio de ensayar la habilidad de defenderlas ante el espejo. Es por esto que una discusión ideológica con él es un acto inservible, porque mientras tú pones esfuerzo en argumentar él sólo estará protagonizando una más de sus escenas teatrales. He aquí otra de las características que lo pintan de pies a cabeza: es el hombre más teatral del Gobierno.Sobre las mujeres, seguramente es capaz de hacer largos discursos sobre «equidad de género”, pero ellas pasan en su vida, pasan por el mismo tamiz utilitario de todo; las cambia según utilidad y provecho.Y si piensan que renunciará me atrevo a apostar que antes renunciaría Evo que Juan Ramón. Página Siete – La Paz