“Cada pasanaku es una célula opositora”

Raúl Peñaranda U.»Cada pasanaku es una célula opositora”, me dijo hace unos días un exministro de la era democrática. Es verdad. Cada reunión social que se realiza en los segmentos de clases medias, desde pasanakus hasta parrilladas, se convierten en un espacio de conversación política. Es allí donde la gente se organizó y animó mutuamente para asistir a las históricas marchas opositoras del 21F en todo el país. La frase mencionada explica la «repolitización” que experimentan las clases medias en el país, su pérdida de miedo, su mayor audacia y su creciente compromiso. Antes sólo votaban. Ahora están dispuestas a salir a marchar.Pero el éxito de las marchas opositoras no se explica solamente allí, obviamente. El trabajo obstinado, dificultoso, casi heroico de decenas de movimientos ciudadanos, desde ecologistas hasta universitarios, pasando por los de derechos de las mujeres, también ha dado sus frutos. Esos conforman otras «células” opositoras, comprometidas no solamente con valores democráticos genéricos y amplios, sino específicos: no a la planta nuclear, no a la represa de El Bala, no a la sujeción de las mujeres, no a la precariedad laboral, no a la corrupción, no a la militarización de la sociedad, no al abuso a los jóvenes, no al narcotráfico, no a la mentira desde el Estado.Obviamente también juegan un rol los comités cívicos y las juntas vecinales, que están empezando a desperezarse y sacudirse de las presiones del oficialismo. A ellos se añaden, tímidamente, sectores de movimientos sociales que antes apoyaban al régimen y que ahora se animan a enfrentar a sus abusivas dirigencias, y salen a gritar «Bolivia dijo No”. Por otra parte, también se han «repolitizado” los jóvenes, gracias a las redes sociales. Así como comentan el nuevo tema musical de sus artistas favoritos, también difunden el más reciente hecho de corrupción del Gobierno.Las marchas opositoras del 21F fueron históricas por varias razones, entre otras porque fue la primera vez que la oposición mostró su fuerza en la calle en 11 años de manera simultánea, en decenas de ciudades capitales e intermedias. Segundo, porque fueron «autoconvocadas”; es decir espontáneas, usando las redes sociales para organizarlas. Tercero, porque, con relación a lo anterior, fueron genuinas, con el 95% de sus asistentes llegando a ellas libremente. Cuarto, porque fueron «democráticas”, en el sentido de que lo que buscan es que se respete la ley, que en Bolivia estén garantizados los derechos de disenso, participación, alternancia en el poder, separación de poderes, etcétera. Y, quinto, porque fueron valientes, planificadas contra todo el poder estatal, que incluye amedrentamientos, presiones, amenazas, medios paraestatales que «entrevistan” a Zapata, jueces y fiscales vendidos, etcétera.En ese escenario da gusto participar.Existen todavía personas que no creen que «ha cambiado la marea” y que por ello consideran que el ciclo de Evo Morales todavía durará unos años más, hasta 2025. Quienes creen ello no ven los datos objetivos de la realidad: que Morales ya perdió el referendo en 2016 y que perdería los siguientes; que las encuestas señalan que sólo tiene una intención de voto que bordea el 30%; que por ello sería derrotado en una eventual segunda vuelta electoral (si logra habilitarse para ello), etcétera. Ese «fin de ciclo” es multifacético: es político, por lo que acabo de mencionar, pero es también económico, debido a la baja de los precios de los productos que exporta Bolivia; es de «discurso”, porque el oficialismo ya no tiene nada más que ofrecer al votante; y es internacional, como demuestra la situación del vecindario. Hasta el Correísmo está en serio peligro de perder en la segunda vuelta de ese país. Quizás sólo el tenebroso ejemplo de Venezuela le quede al masismo como referente cuando lleguen los próximos comicios.El problema estructural del Gobierno boliviano es cómo explicarle a los bolivianos por qué Morales debe gobernar una vez más entre 2020 y 2025. Cualquier argumentación parece forzada ante la razón «real” de ese propósito, que es obviamente satisfacer su angurria de poder. Los estrategas electorales oficialistas estarán en figurillas para explicar por qué deberíamos aceptar aquello. ¿Para que sigan enriqueciéndose? ¿Para que construyan otros museos, esta vez para exhibir los calzoncillos del jefe? ¿Para que edifiquen más palacios, con más alfombras persas? ¿Para que compren más canales sin televidentes? ¿Para que sigan construyendo aeropuertos sin pasajeros, estadios sin público, satélites sin uso?Si un gobierno no puede conseguir en 14 años los avances que prometió a su pueblo, no los conseguirá en los cinco años siguientes. Como se leía en un ingenioso cartel en la marcha de La Paz: «Andáte nomás che”.Los Tiempos – Cochabamba