Inmolaciones con y sin sentido

José Luis Bolívar Aparicio*La especie humana, desde su aparición en el planeta, ha ido de a poco ambientándose a su hogar, un cuerpo celeste hermoso, que le ha ofrecido a su principal habitante los lugares y paisajes más bellos que pueda imaginar la mente. Desde los paraísos que hacen pensar en el Edén, hasta los páramos más inhabitables en el orbe, y en todos ellos se supo acomodar y en cada rincón logró vivir y colonizar.Pero su planeta, así como lo acogió con todos los elementos indispensables para que viva, también supo rodearlo de peligros y fenómenos naturales que a lo largo de la historia, pusieron en jaque, la propia existencia del género en sí.Desde terremotos o erupciones volcánicas que borraron pueblos y ciudades íntegras de la faz de la tierra, pasando por inundaciones, heladas o sequías que le hicieron atravesar momentos muy difíciles al hombre, este tuvo, en millones de oportunidades, que demostrar su enorme deseo y necesidad de sobrevivencia, sobre todo saberse digno del lugar donde habita.Y es que la Tierra no solo cuenta con condiciones climáticas que cuando se ponen extremas son realmente de temer, también en su medio ambiente se generan y desarrollan factores con los que sus habitantes tuvieron que batallar durante siglos antes de entenderlos apropiadamente y tener las herramientas científicas y tecnológicas para hacerles frente y derrotarlas como es debido.Me refiero a virus y bacterias que a través de nuestra existencia han diezmado la población universal casi a la par de las últimas guerras mundiales juntas.Desde el Síndrome de las Vacas Locas, la Gripe Aviar, las Influenzas, el Cólera, la Viruela, la Peste Negra, el SIDA o la Gripe Española que fue la más fatal de la historia, hasta las más actuales como el Zica o el Ébola, dieron fin a poblaciones completas y crearon zozobra, dejando a su paso desolaciones terribles.Una de estas epidemias tuvo un pico fatal a la finalización de la Segunda Guerra Mundial, y hasta que se encontró la vacuna, era el terror de los padres de familia que tenían en la Polio al enemigo número uno de los niños pequeños, que así como podía matarlos, en el mejor de los casos los dejaba parapléjicos o con muchos problemas de movilidad.A partir de 1948 comenzaron brotes de Polio tan fuertes y frecuentes que generaron pánico en la población de los Estados Unidos hasta que en 1952 la situación ya era incontrolable, con focos de hasta 55.000 infectados, de los que más de 3.000 fallecían y casi 22.000 tuvieron complicaciones que los dejaron con algún tipo de parálisis de leves a crónicas, provocando una crisis social que puso en alerta a todas las autoridades en salud del mundo.Pero para entonces, hacía más de 5 años que trabajaba en la vacuna contra esta enfermedad un hombre que cambiaría para siempre la historia de la humanidad. Jonás Edward Salk un neoyorkino, hijo de emigrantes ruso judíos, fue un epidemiólogo que dio su vida en pos de la humanidad, logrando un descubrimiento que transformó para siempre nuestras vidas.Estudiante de la Universidad de Nueva York, dejó la prosecución de sus estudios de lado para convertirse en médico y se dedicó en cambio, íntegramente a la investigación científica, buscando resolver las carencias que presentaba la farmacéutica de aquel entonces.Cuando en 1947, Salk aceptó el nombramiento como Director de Investigaciones en la Escuela de Medicina de la Universidad de Pittsburgh, sus empeños fueron la cura de esta enfermedad. Pero lo que logró fue mucho más importante pues se dio cuenta que podía ir por el medio preventivo y así encontrar la ansiada vacuna que pueda librar a la infancia de esta horrible enfermedad.En 1955 un millón ochocientos mil infantes fueron su grupo de prueba, que permitieron darle a la humanidad entera la buena nueva, pues a través de la fórmula del virus muerto, se pudo dar con la ansiada vacuna.A este maravilloso hallazgo, hay que agregar dos factores que lo hacen no sólo único sino además admirable. El primero de ellos tiene que ver con que aparte de ser un científico notable, se trataba de un ser humano de inmensa filantropía, y se negó a cobrar por su genial hallazgo y trabajo. Cuando le preguntaron a nombre de quién estaba patentada la vacuna, Salk respondió: “No hay patente, ¿acaso se puede patentar el sol?”. Si ello lo hace sobresaliente, no es menos el hecho de que antes de tener un grupo de prueba de cientos de miles de infantes, incapaz de contagiar a uno solo con una muestra debilitada del virus, prefirió inmolarse el mismo, y hacer las primeras pruebas en su propio cuerpo, aun a riesgo de su propia vida, mostrando así su gran calidad de ser humano.Hace unos cuantos días atrás fui testigo también de otro caso de inmolación (esta vez no de su vida sino de su carrera profesional), eso sí, no tan filantrópica y a diferencia de Salk, logró todo lo contrario de lo que seguramente estaba buscando.No cabe duda que la sobre publicitada declaración de la musa gubernamental de anchos labios en la red que más se ve, obtuvo uno de los ratings más altos de la historia. Y es que incluso a sabiendas de que casi todos intuíamos o imaginábamos lo que iba a decir con uno que otro matiz inesperado, pocos, muy pocos han debido resistir la tentación de saber a quién le iba a echar la culpa de todas sus desgracias esta vez.Y la verdad es que la única declaración primicial con toques de sorpresa, digna de los guionistas de “Volviendo al Futuro” o “Terminator” fue que la entelequia creada por Walter Chávez hace más de 14 años.El resultado del monólogo televisado en horario estelar, no fue otra cosa que una masacre mediática, redes sociales mediante, a quien al día siguiente quiso poner el pecho a las balas, catalogándose sólo como el “editor” pero cuyo valor ni excusa le alcanzaron. La sociedad en su conjunto lo crucificó.No es posible que en una era dominada por la tecnología, donde no solo cuenta la verdad, sino que se necesita que ésta sea expuesta de la mejor manera, lo que presenten a la audiencia sea tan patético. Y lo peor es que el responsable del papelón, quiera acusar a sus colegas de envidiosos, cuando no solo los entendidos en prensa sino la sociedad en su conjunto lo que criticaron fue la ridícula exposición de teorías que rayan en lo absurdo y editadas de la peor manera posible, guardando la identidad del interpelante, como si éste tuviera el papel de la fuente. Don Jimmy, la fuente es el entrevistado, nunca el que entrevista.*Es paceño, stronguista y liberal