Un gobierno de envoltura

Eynar Rosso*Es tan habitual la acción donde el ser humano compra un producto juzgando solo por cómo luce su envoltura. Este acto humano se da porque la información ingresa por nuestros sentidos, quedando intacta, y, no es analizada por nuestra capacidad reflexiva. La reflexión debería ser posterior a ese primer encantamiento, pero no es así.Esto por más ajeno que parezca en el campo de la política es, en realidad, su esencia más particular. Por eso, no es casual el uso frecuente de la publicidad, de la retórica y de la manipulación programada que se manifiestan en los diversos medios de comunicación. Por un lado, debería llamarnos la atención el alto presupuesto económico aprobado para el Ministerio de Comunicación para este año y, por otro lado, como efecto de esta causa, el amor al circo por parte de los bolivianos.Esta relación de causas y efecto se entabla en la intencionalidad, en la búsqueda de convencer en vez de informar, de ocultar lo obvio y de revestir la envoltura. Ello pasa desde los spots publicitarios, la producción de un “documental”, hasta el paso del Dakar por una parte del territorio boliviano. Sin embargo, todo esto que menciono es por demás conocido. Por tanto, lo menester ahora es analizar el significado de la envoltura en la política actual boliviana que convenció y convence a muchísimas personas en todos estos años.La envoltura gubernamental, en estos 11 años en el poder, resultó mucho más efectiva que el mismo producto que ofrecían en sus primeros discursos antes de asumir el cargo. Una mayoría considerable de los bolivianos se encandilaron –y aún siguen encandilándose– en que un “indio” pobre y humilde esté en el poder. Esta actitud, de enamorarse de la envoltura, y, no así del contenido, revela que el ser humano es un ser vulnerable frente a los medios de comunicación, ingenuo frente a la retórica y el simbolismo, y estulto por no superar sus prejuicios de vieja data.Hoy por hoy, a 11 años del proceso de cambio, sabemos que realmente esa envoltura solo encubrió lo que no quiso mostrar, es decir a un gobierno de “humildes” como fachada para su arrogancia, a un gobierno de “indios” oprimidos, que, ahora busca oprimir y transgredir todo lo que se le oponga en su camino –incluso la CPE como vimos el 21F pasado–; a un “líder” que, es en realidad un adulador de la tiranía; y a un gobierno que usa la razón gubernamental para violar a la madre tierra.Sin embargo, lo que más llama la atención y debería preocuparnos es que el grueso de la población compró, compra y seguirá comprando la envoltura en vez del contenido. En consecuencia, la población, hace sus reclamos injustificados a 11 años de la publicidad embaucadora y de la retórica gubernamental.Adicionalmente, diversos analistas reflexionan a la sociedad boliviana actual de manera encandilada a partir de este hecho falaz. En varias columnas de periódicos y de blogs se reclama el por qué no se respeta los tres principios éticos de la cultura aymara (ama llulla, ama sua, ama qella), que profesó en una primera instancia el gobierno; se reclama el por qué no cumple con el principio de rotación; el por qué se jailoniza o se blanconiza el MAS; o porque no hay “verdaderos indios” en las estancias gubernamentales; etc, etc.Todo esto nos demuestra, por un lado, que cuando se desconoce el contenido se reclama a la envoltura (al símbolo y al discurso). Es decir: se pide peras a los olmos. Por otro lado comprobamos que, en 11 años, no se ha superado la baja autoestima, el racismo ni el clasismo de la sociedad boliviana. Es por eso que la política boliviana se convirtió en una pugna de vender imágenes, símbolos, anhelos y no así ideas. Entonces, cuando prevalece lo primero sobre lo segundo se produce la acentuación de su inferioridad y de sus múltiples traumas históricos y sociales. Por tanto, mientras la sociedad sea más ingenua, mejor para el gobierno.Lo problemático es que la ingenua sociedad está profundamente enamorada, por no decir convencida, de la envoltura; es decir de lo que debería ser o quisiera que fuera este gobierno. Y todo esto no cambiará si la sociedad boliviana no empieza a tomar como problema causal de su atraso político, social y económico a su ingenuidad.Es por eso, que, la ingenuidad de la sociedad hace que ésta compre un “producto” por su envoltura y no por su contenido; además que asume como valor intrínseco absoluto que una persona valga más porque viene de abajo o porque es indígena, y, no así, porque es un ser humano. A 11 años de un gobierno de envoltura estos parámetros no han cambiado y, en lo futuro, tampoco cambiarán. Porque es mejor la envoltura que el contenido, y, por ello la ignorancia y la ingenuidad, son mejores que la curiosidad y la duda; pues, son estas últimas las que, al final, no dejan dormir.*Estudió filosofíaEl Día – Santa Cruz