Barriendo mitos

Susana Seleme AnteloEl poder político autoritario y discrecional que se erige sobre la sociedad boliviana sigue produciendo mitos. Así funciona el régimen de Evo Morales que, con dos tercios en la “Asamblea levanta manos”, más que Pluri, decide sobre vidas y haciendas. Con esa mayoría aprobó, en vísperas de Carnaval, que de 12 mil hectáreas de plantaciones de hoja de coca legales, se incrementen a 22 mil. Podrían llegar a más de 40 mil, si hoy sobrepasan las 30.000 Ha. según la expulsada DEA, en contradicción a las cifras de Naciones Unidas, que usa datos oficialistas: solo 20.000 Ha. Sin embargo, el estudio del mismo organismo sobre el consumo de hoja de coca –que el régimen oculta- afirma que con 6.000 hectáreas se satisface ese consumo llamado tradicional. Se podría especular que se ha incrementado el universo de ‘masticadores’ y que son necesarias hasta 8 mil. Salvando la hoja de Los Yungas de la Paz, la única apta para masticar y que producirá 14.300 Ha. según la nueva ley ¿dónde se van las restantes, si la coca de la provincia de Chapare, en Cochabamba, no sirve para el masticado y se incrementa 7.700 Ha.? No faltamos a la verdad si afirmamos que las hasta ahora ilegales, más que excedentarias, plantaciones de hoja de coca, proveen la materia prima para la producción de cocaína, una de las cadenas productivas más rentables del capitalismo global y delincuencial. Es decir, el crimen organizado, corrupción incluida. Con la nueva ley Morales despenaliza los cultivos, su comercialización y su transporte. Legaliza la materia priman para la producción de cocaína, la coca ilegal de Chapare y preserva su ‘santuario’, como lo define Carlos Valverde, cuyos sindicatos Morales dirige desde 1996. Siendo presidente de Bolivia desde hace 11, y presidente de la poderosa Federación de Cocaleros, su mayor base de sustentación política ¿no existe conflicto de intereses? Ha presidido dicha Federación siempre con violencia real: salvajes bloqueos y horrendas muertes siendo diputado, o como violencia simbólica al aceptar hoy que los cocaleros lo proclamen ‘único candidato revolucionario’ para 2019. Proclamación inconstitucional y violatoria al voto popular que dijo NO a la re-re-reelección en Referéndum del 21F, de 2016. Afirmar, como afirma el oficialismo, que la hoja de coca forma parte de la cultura ancestral, hace a la construcción de un mito ideológico narcopopulista. Sobre esa base, se potenció al “actor social cocalero” como sujeto hegemónico de la soberanía nacional, según Ernesto Laclau (+), frente al imperialismo y al neoliberalismo. En los hechos se trataba de la oposición a la erradicación de plantaciones ilegales. En esa lucha, la izquierda y la vanguardia proletaria clásicas sí fueron erradicadas. El furibundo anticapitalismo de Morales es un mito, pues legaliza e incrementa el cultivo de la materia prima de la millonaria producción capitalista de la cocaína que, según Roberto Saviano, “gobierna el mundo”, como escribe en su libro “CeroCeroCero”. De hecho, la nueva ley infringe las normas de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE), dependiente de Naciones Unidas, que vigila la aplicación de los tratados sobre las drogas. En criterio del periodista Humberto Vacaflor, esta ley “favorece la actividad económica predominante en el país, la industria madre, la que genera los blindajes para el resto de la economía”. Y tiene razón, ahora que la bonanza de la década del gas se ha hecho gas. Vacaflor apunta que en Bolivia “se produce 230 toneladas de droga, según datos de la DEA. Un kilo cuesta, en cualquier frontera, US$ 5.000. Es decir que esa droga tiene un precio de global de US$ 1.150.000.000 (mil ciento cincuenta millones de dólares)”. Su análisis aporta otros datos: “Cada hectárea de coca tiene una rentabilidad, después de costos, de US$ 40.000, mientras que cada hectárea de los bolivianos que participan en el sector agrícola legal, que produce desde soya, trigo, maíz, sorgo hasta quinua, papa y hortaliza, tiene una rentabilidad solamente US$ 1.000. Aquí se explican muchas cosas. La transnacional tiene tantos excedentes financieros que puede diversificarse, actuando en la construcción, especulación urbanística, minería, operaciones de microfinanzas, etcétera. En el etcétera están las inversiones políticas, las subvenciones, la propaganda, subsidios a militares, y lo que sea. Los dueños del país.”La visión de Vacaflor produce escalofríos por su afirmación nada extraviada sobre el nuevo ‘sujeto hegemónico’: “El sector se convertirá a futuro en una piedra caliente para cualquier gobierno posterior a Evo Morales” ¿Cuál será el futuro de Bolivia, si como dice Vacaflor son “los dueños del país? ¿Dónde queda la pujanza económica de Santa Cruz, una de cuyas bases más sólidas es la producción agroindustrial legal que da de comer a 70% de la población? Hoy habrá que analizar la dominación política de Morales y su partido, el MAS, desde el eje de la ilegalidad económica-cocalera. El sector cocalero, vinculado al capitalismo del sistema-mundo, es el nuevo sujeto hegemónico dominante del que hablaba Laclau. Ello confirma que esta es una dictadura revestida de democracia, con Estado centralizador que despenaliza cocales ilegales pero penaliza la deliberación, el diálogo y el debate entre ‘diferentes’ sobre el futuro del país. Esa deliberación política está ausente desde hace 11 años. Los años que la democracia en Bolivia ha vivido peligrosamente.