«Juro que sigo siendo esa misma niña cada vez que me levanto por la mañana y veo todo lo que tengo a mi alrededor y en mi vida y pienso: ‘No puedo creer lo que Dios me ha bendecido», expresa, orgullosa de todo lo que ha conseguido.
«Siempre supe que era la más pobre de la gente que me rodeaba. Nuestro ambiente y nuestro espacio físico reflejaban el poder adquisitivo de mi familia. Las tablas hacían de paredes, las tuberías eran de mala calidad. No teníamos teléfono ni comida», añade.
Uno de los episodios más tristes que recuerda es la época en la que tenía que ponerse harapos por el cuello para evitar que las ratas que tenían en casa le comieran trozos de su piel. Aun así, su familia nunca se rindió y ella siempre se mantuvo positiva.
Años después de esta terrible infancia, la fama le ha llegado y con ella, los lujos y el dinero, pero pese a la grandeza, no ha dejado de tener los pies en el suelo. «El problema con la pobreza radica en que te comienza a afectar la mente y el espíritu porque eres invisible para la gente. Pero yo desde muy joven decidí que no quería esa clase de vida. Y haber vivido así me permite valorar mucho y apreciar lo que ahora tengo porque nunca antes lo tuve. Un jardín, una casa, tuberías en buen estado, una nevera llena, eso que la gente siempre da por sentado, yo no lo tuve», concluye.
Fuente: www.abc.es