Ni hombre ni mujer: cada vez más jóvenes evitan ser encasillados

Son jóvenes que esquivan las categorías binarias de varón-mujer y construyen identidades menos estáticas, a la medida de su deseo

A Sabrina/Santiago le da igual que la/lo traten de ella o de él: se define como género “fluido”
A Sabrina/Santiago le da igual que la/lo traten de ella o de él: se define como género “fluido”. Foto: Diego Spivacow / AFV

A Sabrina le ceden el asiento en el colectivo, a Santiago le dicen «campeón» o «jefe» por la calle. A Sabrina/Santiago le da igual que la/lo traten de ella o de él; de hecho su apariencia puede sugerir ambas cosas. O ninguna. Pelo corto, remera unisex, pantalón ídem, no busca ser ni él ni ella, sino que se define como «género fluido». «No me puedo encasillar ni como varón ni como mujer, no me siento hombre ni mujer. Uso a veces otro nombre, Santiago, independientemente del que figura en mi DNI, que es Sabrina, pero no cambié mi documento ni tampoco creo que lo haga. Me resulta indistinto que me traten como él o como ella, no me genera ninguna incomodidad», asegura Sabrina Testa (tal como figura en su documento), de 31 años, que enseña castellano, literatura y latín y que, cuando escribe o chatea, evita que sus palabas definan género. Ni chica, ni chico: chicx.

No se trata de un único caso. Cada vez son más (y a edades cada vez más tempranas) las personas que se autoexcluyen del binario varón-mujer, cuestionándolo o apartándose de la obligación de llevar sus vidas en clave femenina o masculina. Agénero, intergénero, neutro, demigénero, género fluido, pángenero, queer o questioning, entre muchas otras etiquetas, todas integran un amplio abanico de identidades asumidas por quienes tienen en común con las personas trans el no estar de acuerdo con el género que les fue asignado al nacer. La diferencia, eso sí, reside en un punto no menor: no desean pertenecer a un género en particular. Están afuera de la oposición.



«Estamos viendo cada vez más consultas de jóvenes de alrededor de 18 años que no se sienten identificados con el mundo del varón ni con el de la mujer, y que tienen otras identidades de género. Hay distintas etiquetas o formas de ser nombradas, pero de lo que se trata es de personas que no adscriben al binario de género masculino/femenino, y que no quieren ubicarse en ninguno de los dos casilleros, sino estar afuera», cuenta Adrián Helien, médico psiquiatra que coordina el Grupo de Atención a Personas Transgénero del Hospital Durand y coautor del libro Cuerpxs equivocadxs: hacia la comprensión de la diversidad sexual (Paidós).

«Las personas que se identifican como pertenencientes a la categoría ‘no binario’ rechazan la asunción del género hombre/mujer. Hacen estallar la presunción naturalizada que haría corresponder en base al sexo asignado al nacer una identidad de género determinada e «inevitable» -completa Marcos Ghea, psicólogo que integra el citado grupo del Durand-. Quienes se autoperciben como ‘no binarios’ no se sienten identificados con ninguno de los elementos pertenecientes al mundo ‘del rosa y el celeste’. Denuncian y se resisten a ser etiquetados como hombre/masculino o mujer/femenina, como si fueran dos categorías excluyentes por fuera de las cuales no habría otro modo de ser en el mundo».

Ya sea como decantación natural de los avances en pos del reconocimiento de la diversidad sexual y de género (cuyo hito, en la Argentina, es la Ley de Identidad de Género) o porque quienes se ubican afuera del binario varón/mujer comienza a ser más y por lo tanto más visibles, la existencia de estas otras identidades de género comienza a ser reconocida desde distintos lugares. Son pequeños gestos, aunque algunos llegan a millones. Tinder, por ejemplo. La App de citas con 50 millones de usuarios ahora permite a quienes ingresan por primera vez elegir ya no entre dos géneros, sino entre… 40. Fuera del mundo virtual, crecen los espacios públicos como universidades, centros comerciales, museos, bares o escuelas que cuentan o aspiran a contar con baños multigénero.

Adrián Helien, psiquiatra que coordina el grupo de atención a personas trans del Durand
Adrián Helien, psiquiatra que coordina el grupo de atención a personas trans del Durand. Foto: Daniel Jayo

Con Beyond He or She (Más allá de él o ella) como título de tapa, la revista Time abordó recientemente el tema a partir de una encuesta realizada por la ONG norteamericana LGBTQ Glaad que muestra que el 20% de los millennials no se reconoce ni estrictamente heterosexual ni dentro de la categoría cisgénero -personas cuya identidad está en sintonía con el género socialmente asignado-, cuando el porcentaje dentro la generación de los baby boomers es del 7 por ciento.

Adrián Helien advierte que ubicarse fuera del binario varón/mujer no implica adscribir a una orientación sexual específica: el mismo arco iris de diversidad de género tiene un correlato en la diversidad de elecciones sexuales. «Es habitual en estas personas el cuestionamiento de la orientación sexual más allá del binario heterosexual/homosexual -dice-. La persona puede ser homosexual, heterosexual, bisexual, pansexual o incluso asexual, puede tener relaciones con varones, mujeres o trans más allá de la biología. Se trata de establecer relaciones afectivas que empiezan a quebrar el binario heteronormativo de la orientación sexual».

Incluso esas relaciones pueden ser afectivas, pero no románticas. Andy, estudiante de profesorado de matemáticas, de 19 años, define su orientación como ágenero, asexual y arromántica: «Nunca me sentí mujer, pero tampoco hombre. El problema es que hasta que a los 17 años conocí la palabra ágenero no sabía que había otras opciones. Pero mi orientación sexual, que es asexual y arromántica, la sabía desde mucho antes, era algo muy definido: ni atracción sexual, ni romántica. Mis vínculos son mi familia y mis amigos, nunca tuve ningún problema con eso», cuenta Andy, que admite que no suele ser fácil que entiendan su identidad: «No creo que sea mala intención de la gente, sino que hay muy poca información al respecto», agrega.

Sam Escobar, a cargo de la edición de belleza de GoodHousekeeping.com, también se ubica fuera del binario y ha escrito en la revista Esquire varias columnas sobre el tema. En una de ellas responde justamente a la pregunta «¿si sos no-binario entonces sos gay?»: «No, tu orientación sexual y tu género son cosas separadas. Yo soy queer [término que se usa para personas que integran minorías que no se identifican con el binario] y me atraen personas de distintos géneros. Y, de hecho, he salido con muchas personas que se identifican como heterosexuales», escribió.

«Incluso el hecho de que una persona sea agénero no significa que no pueda gustarle el rol de su orientación -agrega María del Carmen Rodolico, psicóloga y sexóloga clínica del Grupo de Atención a Personas Transgénero del Durand-. O puede ser diferente, y que le gusten varones, mujeres, mixto, bisexuales. Es complejo».

«Un error común es suponer que todas las personas no-binarias son andróginas -escribe Sam Escobar-. La forma en que uno se presenta (la expresión de género) y la forma en que uno se identifica pueden estar conectadas, pero no necesariamente dependen una de otra. Yo no me identifico como una mujer, pero las fotos muestran que me presento bastante femenina, por lo que la mayoría de las personas asumen que soy una mujer cisgénero a menos que les diga que no es así. Llevo el pelo largo porque prefiero el corte hasta los hombros. No me depilo las piernas. De vez en cuando uso vestidos, y juego con el maquillaje todos los días porque ése es mi trabajo [editora de belleza]. Al mismo tiempo, conozco gente no-binaria que usa barba y se depila las piernas, otros que se maquillan el rostro y usan traje. Todas son expresiones que dependen por completo de lo individual».

Camila Milessi (izq.) y Emiliano Blanco (der.), de Kostüme, hacen prendas unisex
Camila Milessi (izq.) y Emiliano Blanco (der.), de Kostüme, hacen prendas unisex. Foto: Patricio Pidal / AFV

Así como andrógino no es sinónimo de no-binario, el uso de prendas de vestir que no señalan unívocamente si son para varón o para mujer se encuentra muy extendido hoy en día. Y esa androginia en el campo de la moda es, también, un signo de época. «Empezamos en 2001 haciendo ropa con una estética específica, que no llevaba ornamentación, y en los últimos años empezamos a ver que muchas prendas funcionan bien para hombre y para mujer. De hecho veíamos que mujeres y hombres compraban prendas indistintamente de en qué perchero estaban. Ahí empezamos a trabajar nuestras prendas desde un no género», cuenta Emiliano Blanco que junto con Camila Milessi están a cargo de la dirección creativa de la marca de ropa unisex Kostüme.

«Creo que en la Argentina ha habido una apertura a partir del casamiento igualitario y la ley de género que ha hecho que se pierda el prejuicio a usar prendas de hombre o mujer, sobre todo en los jóvenes -opina Emiliano-. Hoy hay hombres que no tienen problema en vestir una musculosa o remera larga que en una mujer funciona como vestido. Si les gusta y les queda cómodo, lo llevan».

En la consulta habitual en el hospital, Adrián Helien cuenta que es común que los jóvenes que no se identifican con los roles de género masculino o femenino busquen ciertos cambios corporales o estéticos. «Quieren explorar, a veces feminizando o masculinizando su cuerpo, o buscando códigos de vestimenta que no se identifican con el binario hombre/mujer», explica. En este sentido, Andy cuenta que desde hace tiempo reemplazó el corpiño por el uso de la faja: «Empecé a usar faja para tener el pecho más plano. Es una cosa personal, no me siento cómodo con ciertas partes de mi cuerpo -explica Andy, que suele usar desinencia masculina al hablar, junto con el pronombre él o el neutro elle-. Mi idea de cómo mi cuerpo debería ser es con el pecho plano, y de hecho estoy planeando una mastectomía. Pero tampoco es que busque una imagen masculina. Es como me siento cómodo yo».

«Nuestra tarea consiste en acompañar a estas personas en el proceso de explorar la propia identidad encontrando una expresión de sí mismas que satisfaga las propias expectativas -señala Marcos Ghea-. En muchos casos esto se manifiesta con la intención de presentar una apariencia física andrógina. Esto se puede lograr utilizando indumentaria «ambigua». Otras personas manifiestan la necesidad de cambiar su apariencia corporal, por lo que es necesario recurrir a tratamientos de hormonización, por ejemplo. También están quienes con acompañamiento psicológico y psicoterapia logran integrar su situación agenérica sin necesidad de feminizar o masculinizar sus cuerpos».

Preguntas abiertas

La ruptura del binario de género excede a la ley de identidad de género. «La aparición de los «género neutro» compatibiliza con la ley, porque depende de la autopercepción, pero discrepa de la letra de la ley en cuanto es «agénero» o un «pangénero», esto es, la elección radica en la no elección», advierte Diana Cohen Agrest, directora de las Diplomaturas Virtuales en Bioética y en Reproducción Asistida de la Universidad Isalud. De alguna forma, sostiene, «la ley ya sufrió el proceso de obsolescencia».

«Dentro del nuevo marco que plantea la ley de género, el sexo sigue siendo binario, las categorías se siguen manejando entre varón y mujer -dice Emiliano Litardo, de la ONG Abogados Por Los Derechos Sexuales-. La inquietud de no consignarse como varón o mujer implica el reclamo de quitar de los registros la categoría sexo. Es una cuestión de política social y una cuestión cultural. Pero en tanto no demos el debate, seguirá siendo necesario mantener la categoría sexo en el documento».

Producción de Lila Bendersky

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Fuente: lanacion.com.ar