Algo sobre el liberalismo

Andrés Gómez VelaSeguro escuchaste este dilema: ¿liberal o socialista? ¿Derechista o izquierdista? En la década del 90, conocí trotskistas convertidos en neoliberales y en los últimos 10 años, neoliberales convertidos en socialistas. No me voy a referir a éstos, sino al liberalismo en un intento por compartir su aporte al pensamiento político. Como sabes, en la edad media baja, la teoría del derecho divino de los reyes había logrado hacer creer que el monarca era un representante de Dios y oponerse a él era resistirse a Dios, por lo que debía tener poder absoluto para disponer de los bienes y vidas del reino. Pero, como la caprichosa historia va haciendo lo suyo a espaldas de los poderosos, parió a los burgueses, que a diferencia de la nobleza no tenían tierras sino factorías y fábricas, y, por tanto, ambiciones de poder. Su llegada convirtió la sociedad estamental en clasista. Siglos más tarde (XVII y XVIII), irrumpió el filósofo Renato Descartes con su «pienso, luego existo” y sin querer instituyó la moral burguesa del «yo por mí mismo”. En otras palabras, edificó el individualismo, rompió la rígida relación hombre-Dios y desató los vínculos comunitarios. Y en el horizonte apareció la felicidad, pero no la ultraterrena (aquella que pregona hasta hoy la religión cristiana), sino la de este mundo, la del «yo” y sus deseos materiales, lo que cambió la concepción del trabajo de penitenciaria a productiva; y luego lo declaró un derecho. Para avanzar más, la burguesía recuperó de siglos pasados la lucha de Lutero por la libertad de interpretar la Biblia y la de Milton por la libertad de pensamiento, y la convirtió en libertad de expresión, derecho esencial para pensar y hacer política. Así sembró la semilla de la primera forma moderna de democracia. Entonces, la teoría del derecho divino de los reyes fue reemplazada por la teoría del tiranicidio, que en pocas palabras significaba deponer al gobernante que no cumplía con su pueblo. De esta visión, nacieron dos derechos naturales que no necesitaban ser reconocidos por ningún monarca: la libertad y la igualdad. Pero no bastaba que sean derechos naturales, la convivencia exigía que sean positivados, lo que obligó a la creación del Estado social. Para ese fin, hicieron un pacto, y el soberano ya no fue el monarca, sino el pueblo, que creó un sistema de elección de representantes: sufragio censitario, en un primer momento; universal, luego. Los pactos necesitaban ser escritos para ser cumplidos, y llegó la ley como la expresión de la voluntad popular. Y los redactores de la ley, elegidos por voto, se erigieron en Poder Legislativo, que parió una Constitución como límite al gobernante y consolidó el Ejecutivo y el Judicial. De ese modo, dividieron los poderes para que no se reúnan en una sola persona y nazca un tirano. El pacto social engendró el bien común y transformó al ser humano en ciudadano; y el individuo pasó a ser colectivo por encima del «yo mismo”, aunque siguió siendo el centro del sistema, por lo que la propiedad privada, la seguridad jurídica, la libertad de empresa ocuparon los primeros peldaños del sistema de valores y surgió el capitalismo. Por aquellos años, los liberales solían decir «el individuo, persiguiendo su propio interés, sirve frecuentemente de forma más eficaz al interés de la sociedad que si realmente tuviera interés de servirla”. Quizás por eso las empresas estatales pocas veces dan frutos y terminan siendo antros de corrupción. Como verás, el liberalismo constituyó derechos, valores, principios, y propugnó la plena participación del ciudadano en la vida social. Y aunque vos no lo creas, se preocupó por los pobres, no para aniquilarlos, sino para sacarlos de la pobreza, porque la pobreza engendra ignorancia y la ignorancia trae consigo la oclocracia, que desvirtúa la democracia. Una columna no es suficiente para abarcar el liberalismo, que como toda obra humana tiene defectos y mecanismos propios para avanzar, pero sin sus logros no se hubieran desarrollado ni socialistas ni comunistas ni fascistas. ¿Liberal o socialista?Página Siete – La Paz