El minuto de silencio como arma antiterrorista

Pablo MolinaCualquier cosa menos identificar las causas del terrorismo que está masacrando a nuestros conciudadanosFieles a la tradición, ministros, presidentes autonómicos, alcaldes y concejales de bienestar social convocan un minuto de silencio cada vez que los terroristas demuestran el fracaso de sus colegas al frente de la seguridad en cualquier país occidental (si la masacre ocurre en Oriente Medio no hay minuto de silencio porque el «incidente» se entiende que forma parte de la cultura local). El minuto de silencio se convoca a las 12 del mediodía, hora simbólica que, además, permite a los funcionarios aprovechar la salida a la calle con los jefes para tomar un segundo cafelito.El minuto de silencio, cuando se produce un atentado terrorista como el de Mánchester, tiene su ritual. Los políticos, mezclados con el pueblo -generalmente su personal de confianza y algún jubilado que pasaba por allí- controlan perfectamente dónde están las cámaras de la televisión local y, con su perfil bueno, miran al horizonte con ceño fruncido en señal de profunda contrición. Nadie sabe lo que pasará por esas cabecitas en esos momentos, pero lo cierto es que aguantan prácticamente los sesenta segundos sin cambiar de expresión. Es su manera de mostrar el indisoluble compromiso de todos los demócratas contra violencia «venga de donde venga», sea de cristianos, budistas, senderistas, veganos o lo que sea.Si hay música ambiental (el cuarteto para cuerda de Samuel Barber es, en estos casos, obligatorio) al terminar se hace un aplauso. Pero ¿por qué aplauden? Y sobre todo ¿a quién? ¿A las víctimas? Absurdo. Ellas no han conquistado ninguna victoria que merezca esa ovación. De hecho, ninguna de ellas quería morir en un atentado terrorista. ¿Entonces a quién se aplaude? ¿A los propios participantes en el minuto de silencio, por lo bien que han aguantado mirando al horizonte sin pestañear? Es una pregunta que alguien debería hacer a los políticos que presiden estas efusiones sentimentales, que solo pueden confortar a los espíritus débiles con mentes todavía más quebradizas.Cualquier cosa menos identificar las causas del terrorismo que está masacrando a nuestros conciudadanos y actuar con la debida contundencia para erradicarlas del seno de nuestras sociedades. Eso sería convertirse en fascista y ningún mandatario europeo se va a arriesgar a quedar señalado como tal, porque ahí mismo se acabaría su carrera política. Así pues seguiremos fingiendo que los terroristas son un puñado de perturbados que asesinan sin motivo y organizando minutos de silencio cada vez que provoquen una masacre, confiando en que la próxima vez los destinatarios del aplauso no seamos nosotros.Libertad Digital – Madrid