Diez canciones del rock argentino que hoy nadie escribiría

Una apelación a una etapa del género en la que eran vitoreadas canciones que hoy no serían tan bien recibidas como entonces. 

Nada de corrección política. El “Flaco” revivió a Pescado en 2009, y la urgencia primal de “Me gusta ese tajo”. (Foto: Martín Bonetto)



La grave elocuencia de los actos de violencia de género y femicidios que asolan desde hace largo rato a nuestra sociedad, agudizaron la cautela y la reflexión en varios frentes. Desde el rock, atravesado también por exabruptos, acusaciones y denuncias, el “¿qué hacer, cómo colaborar?” se cruza con la idea implícita de bajarle los decibeles a la más básica idea de sexo, drogas y rock and roll. Esto es: limar los bordes más ásperos y oscuros de su promesa de una existencia no-ordinaria y el estilo de vida que legendariamente se le supo adosar.

De hecho, todo debe ser medido en un contexto. Que una banda legendaria ostente el nombre de Los Violadores suena más chocante hoy, en una democracia asentada, que en sus años de formación, durante la dictadura militar. Primero, los mexicanos Café Tacvba decidieron dejar de tocar uno de sus primeros y mayores hits, La ingrata, una parodia de la violencia de los narcocorridos de su país que reza “Por eso ahora tendré que obsequiarte/Un par de balazos pa’ que te duela/Y aunque estoy triste por ya no tenerte/Voy a estar contigo en tu funeral”. Entre la culpa y la responsabilidad, el tema se instaló con visos retrospectivos y pocos artistas se resistieron a revisar su propio placard en busca de alguna víctima.

Hoy podemos encontrar al menos una decena de hits y clásicos de los más importantes artistas del rock argentino que por estos días serían inadmisibles, en su temática y exposición. Esto no asevera que sus responsables los hubieran compuesto y editado en estos días, con la misma problemática agitándose alrededor. Vaya y sirva este repaso no como un tribunal de acusaciones, tampoco como difamación tardía con el diario del lunes en la mano, sino como la apelación misma de tiempos donde expresiones de este tipo eran aprobadas, vitoreadas y replicadas sin objeciones.

1. Me gusta ese tajo (Pescado Rabioso, 1972). El propio Luis Alberto Spinetta definió alguna vez a su segunda banda como “el primer eructo después de que uno se toma un Uvasal tras haber comido y bebido a mansalva”. El tema en cuestión canaliza, no sin humor, los más bajos instintos de un muchacho de 22 años prontamente señalado como “poeta laureado”. En cierto modo, la urgencia primal y el modo banal de referirse al género femenino anticipan a una cruza entre Luis Almirante Brown y Pomelo, dos memes rockeros encarnados por Diego Capusotto.

2. Peperina (Serú Girán, 1981) Basada en la historia de una corresponsal cordobesa de la revista Expreso Imaginario, es acaso la historia más concreta y vergonzosa de bullying perpetrado por un grupo de rock hacia una mujer. La crítica desfavorable de un show del cuarteto liderado por Charly García “inspiró” a la banda a componer el tema central de su cuarto álbum. Curioso, teniendo en cuenta que la reseña no había sido menos feroz que la firmada, en la misma publicación, por el periodista Pipo Lernoud en el show debut del grupo (1978). Con el tiempo, incluso, el nombre de Peperina se retomaría para la película que ficcionalizaba los shows del retorno de Serú en 1992, con Andrea del Boca interpretando a un personaje con muy pocas luces.

3. La rubia tarada (Sumo, 1985) El hit del primer disco de la banda de Luca Prodan podía pasar por el aguafuerte de “Una noche en New York City”, pero priorizó agudizar la tensión entre los “grasas” rockeros y las “chetas” rubias. Aunque de los modales del genial italiano para con las mujeres se han hablado maravillas, a partir de los testimonio de sus varias novias, Luca no tuvo empacho en subir la apuesta sobre el contenido del tema en una entrevista de 1986 a a revista Rock&Pop: “Está dedicado a esas rubias que viven en Martínez y que te dan ganas de cogerlas y tirarlas al río”.

4. Te voy a atornillar (Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, 1985) Solamente entonces, con la democracia en pañales, en pleno y lógico destape, el Indio Solari, con el saxo de Willy Crook asolándolo como un festín de medusas, podría haberse manifestado tan calenchu. “Yo te quisiera asaltar/ te voy a atornillar/ te voy a herir un poquito más”, era (es) una hipérbole del amor físico & pasional de las que, en estos tiempos de Tinder, cyberporno y ‘Ni una menos’, ya no se escriben.

5. Juegos de seducción (Soda Stereo, 1985) No es nada casual que sigamos en el mismo año y que las pulsiones se tornen urgentes y bajas. ¿El denominador común? Canciones pensadas, grabadas y editadas en plena efervescencia democracia. Cerati refinaría la noción un año más tarde en el hit Persiana americana (en verdad, la letra era de Jorge Daffunchio), pero con la imaginación suelta y desbocada, ese “puedo ser tu violador” es un verso que, hoy, su propio compositor se hubiera ahorrado o tachado.

6. El sátiro de la mala leche (La Renga, 1994) La odiséica historia de un sátiro (¿recordamos la naturalidad de ese término para resumir a un exhibicionista activo en el siglo pasado?) que busca saciar su discontinuado apetito sexual atacando a una chica en Caballito. Ni la fábula de su mala suerte (el patrullero llega a tiempo para desbaratar la tentativa y el sátiro termina siendo objeto del hambre carnal ajeno en un calabozo) ni el pretendido humor del tema ni el tono boogie a lo Memphis lo dejaron vivo en el repertorio actual de la banda.

7. Perra (Viejas Locas, 1996) Pity Alvarez y los suyos arrancaron en su primer disco (1995) persiguiendo a una Eva para que no se vaya con Adán y haciéndole una promesa: “Te vamo’ a garchar”. Para el segundo (Hermanos de sangre, 1996) decidió decirle Perra a una supuesta novia que lo volvía loco, en un clip que incluía una enfemera hot con doble vida como luchadora de barr. Igual que un par de casos que veremos más tarde, Pity no pudo discernir entre arte y vida real y al día de hoy carga con un par de denuncias por violencia de género y privación ilegítima de la libertad.

8. Mi caramelo (Bersuit, 1996) “Que linda que estás, sos un caramelo/te veo en el recreo y me vuelvo loco/ todas las cosas que me gustan, tienen tu cara/y espero los asaltos, así juego a la botellita con vos/ mi bomboncito”. La canción que así empieza abarca la cronología afectiva de un hombre, el sujeto del tema, que no puede olvidar su primera ilusión amorosa. Ni la banda ni sus fans la entendieron de otra forma, pero los recientes e irrepetibles exabruptos de su cantante, Gustavo Cordera (ahora solista), impedirían hoy la confección/publicación de una canción de este tenor.

9. Jumper (Attaque 77, 1998) El año pasado, con los casos Cordera y Aldana, el archivo gráfico echó una sombra sobre el ex cantante de Attaque 77, Ciro Pertusi (hoy Jauría), a partir de unas declaraciones donde admitía su gusto por las chicas más jovencitas. Para la misma época, en el disco Un día perfecto, el entonces cuarteto incluyó la canción Jumper, donde canta: “Tus ojos hablan de amor, pero/puedo ser tu padre/ ¿puedo ser tu padre?/La vida es dulce drogándome así/respirando tu joven perfume/no hay reglas para sentir/te ves bien en jumper”. Pertusi, que no tiene antecedentes ni denuncias, publicó un posterior descargo en su cuenta de Facebook.

10. No me importa morir (El Otro Yo, 1999) Nadie es inocente y tampoco quien suscribe estos textos, que al editarse esta canción escribió algo así como “una de las mejores canciones que se hayan escrito jamás sobre los celos”, comparando su nivel de obsesión (“Y estás bajo mi control/solo yo puedo tocarte/y puedo ahogarte/en el vértigo del sadismo”) con los que exhibía Sting en la también asfixiante Every Breath You Take (The Police, 1983). Nada hacía suponer entonces que una vibrante canción pop era el telón real de los juegos que su cantante, Cristian Aldana, ejercía sobre fans menores de edad. Desde fines de 2016, a partir de las denuncias de las damnificadas, Aldana se encuentra detenido en Marcos Paz.

Escribe Roberto Pettinato

“El jugo de limón chorrea por mi pierna”

Cuando lean este título, preguntarán por qué fue una frase casi porno esa de Led Zepellin en The Lemon Song, en donde sin duda el limón no era otra cosa que semen.

Y los gritos desgarrados de “Baby, baby” y cuanto alarido había en el rock tenía que ver con una mujer que los abandonaba, nos los amaba o bien ellos la amaban por demás.

Nadie pretendía escuchar otro dilema dentro de una canción.

¡Si te agarro con otro te mato, de Cacho Castaña es agresivo y hasta irritante el ritmo! Pero no sé si la letra dista mucho de: “Mejor que empieces a correr por tu vida, pequeña chica, porque si te agarro con otro es el fin”, que cantaba Lennon en los Beatles (Run for Your Life) cuando las fans se orinaban literalmente en los shows y quedaba este fuerte olor a descontrol.

Cuando Spinetta cantó: “Dale tibia leche de tu cuerpo”, la dictadura lo prohibió y no había asesinado mujeres ni les había dejado la cara negra a golpes. Lo mismo cuando Black and Blue, de los Stones, representaban, de alguna forma, la queja por esas golpizas.

Cuando Hendrix canta a la prostituta en Foxy Lady y le dice: “Ven conmigo que no te voy a hacer daño”, nadie sospechó que Jimi encubría una trata de blancas.

Pero mucho tenía que ver con el estilo y con la calidad de la canción y no con gritar que el otro muestre el culo o la bombacha o nos caliente a todos.

¿Si todas las canciones fueran de amor, de amistad, de buena onda, de cariño, de afecto cierto, que pasaría? ¿El mundo mejoraría o habría menos mujeres golpeadas y muertas? ¿Qué pasó que ninguna canción romántica parece haber tenido efecto entonces? ¿O me quedo con la violencia encubierta de Arjona o la desesperación de Montaner, que no puede vivir un segundo sin su pareja? ¿Que pasaría si esa pareja lo deja un fin de semana? ¿Terminaría golpeada o asesinada? No lo sabemos.

Lo que si digo es que cuando Lennon le dice a Yoko en una canción que él es un hombre muy celoso (Jealous Gay) sabemos que en la vida real todo terminaría mal. Pero también sabemos que cuando Hendrix dice: “Excúsame mientras beso el cielo”, ella seguramente no se ofendería diciendo: “¿Ves? ¡Siempre tenés algo que hacer en lugar de escucharme a mí!”.

Es mi opinión. Ojalá no la compartan. No me interesa.

Fuente: clarin.com