Rolando Tellería A.
A estas alturas, no cabe duda que el tan mentado “proceso de cambio” ha ingresado a una fase de incontenible decadencia. Básicamente, provocada por los mismos conductores del proceso, quienes se extraviaron –a lo mejor por el exceso de poder- y cambiaron la ruta que delineaba la constitución del nuevo Estado Plurinacional. Texto que, por sus características inclusivas, fue motivo de muchas loas en ámbitos académicos. El sociólogo francés Alain Touraine, por ejemplo, la consideró “como uno de los acontecimientos más importantes de la historia social del continente”, signada siempre por siglos de exclusión, segregación y discriminación en contra de los habitantes nativos.
Después de once años en el poder, y ocho de la aprobación del histórico texto constitucional, la élite azul, que monopoliza las decisiones colectivas, ya no se guía por los preceptos establecidos en la nueva constitución. La pretensión de poder eterno ha provocado un sinnúmero de violaciones constitucionales, como la reelección de Morales para su tercer periodo. Acción que podría repetirse si es habilitado a una cuarta repostulación; peor aún si esta habilitación es directa, sin otra consulta de por medio.
Asimismo, el carácter de Estado Plurinacional, ha sido totalmente desvirtuado. Lo que se observa, más bien, es un profundo desprecio por aquellas naciones minoritarias que no conjugan con la catequesis oficial, imponiendo un Estado etnocéntrico, con hegemonía de la nación aymara. Todos los ritos y simbologías presentes en los actos oficiales, confirman aquel carácter monocultural que colisiona brutalmente con los preceptos plurinacionales.
Otro mandato ignorado sistemáticamente es el referido a las autonomías en los niveles subnacionales, gobernaciones y municipios. También, claro, en las Autonomías Indígena Originario Campesinas (AIOC). Si bien en esta última dimensión hay honrosas excepciones, como la del pueblo indígena de Raqaypampa, existen muchos ejemplos deplorables, donde ni siquiera se aplicó la consulta previa constitucionalizada, como es el caso del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure (Tipnis). Los pueblos originarios del llano, en ese sentido, sufren brutales avasallamientos, particularmente de aquellos colonos ávidos de tierras denominados “interculturales”; grupo híbrido que cuenta con una enorme influencia en el palacio de gobierno, además de una docena de representantes en la Asamblea Legislativa Plurinacional. La misma suerte corren aquellos pueblos originarios del llano tropical, donde existe petróleo y reservas de gas. Más temprano que tarde, por lo que se observa, el régimen, inexorablemente, avasallara sus derechos.
Ni qué hablar de la “madre tierra”, venerada y adorada en el papel y los discursos; mientras que en la praxis es “violada” de manera frecuente. La construcción de la represa del Chepete, que forma parte del proyecto hidroeléctrico El Bala, al margen de desplazar a 53 centros poblados; provocara un daño irreversible en una de las pocas reservas naturales todavía conservadas. Esta terrible intención del régimen masista es más deplorable aún que la retirada de Estados Unidos del “Acuerdo de París por el Cambio Climático”, anunciada por su díscolo presidente en los primeros días de junio.
Es más cínico todavía la violación de los principios de la división y equilibrio de poderes. Si bien el cumplimiento de estos puede convertirse en una quimera, incluso en los gobiernos democráticos, el nivel de incumplimiento de estos principios en el régimen azul, lo acerca, nomás, a los perfiles de gobiernos totalitarios.
Sería radicalmente distinto, si en el ejercicio del gobierno, el régimen hubiese mantenido el alto esos preceptos que están en el espíritu mismo de la nueva constitución. Al “violarlos”, está claro, pervirtió el “proceso”.
*El autor es profesor de la carrera de Ciencia Política de la Universidad Mayor de San Simón
Fuente: eldia.com.bo