Anverso y reverso

Karen Arauz

Bolivia es un país muy hermoso. La variedad de climas, alturas y ubicación geográfica lo hace único. En minutos, uno se traslada desde la altura de un glaciar o desde el lago navegable más alto del mundo, a fértiles valles luminosos  y que podrían ser, por su privilegiado aire,  óptimos para garantizar  miles de toneladas de alimentos para medio mundo. Y en un abrir y cerrar de ojos, se enfrenta uno al verde húmedo de la lujuriosa Amazonía con una increíble variedad de especies de flora y fauna, que solo nosotros no aquilatamos y damos por descontado.  Viajar por Bolivia,  no es sólo desplazarse en un espacio geográfico de increíble variedad y asombrosa belleza.

En Bolivia, también se viaja en el tiempo. Espacios ancestrales que permanecen casi intocados, con poblaciones que mantienen sin alteración sus costumbres y sus territorios vírgenes de pies calzados. En contraste, en Bolivia se hallan urbes  con tecnología  y modernidad de primer mundo. Todo ello, lo hace un país mágicamente atractivo. Acá desearía parar y explayarme en mi crónica. Pero, puertas para adentro, estamos en la obligación de enfrentar  lo descarnado de la realidad. Porque un país tan espléndido, no puede resignarse a ser nada más que un grandioso paisaje.



Tenemos la obligación de enfrentar a nuestros monstruos, debemos admitir que tenemos varias caras y que algunas de ella son feas y aterrorizantes de verdad.  La peor de ellas es sin dudar, la cara de la justicia. Hay un afán de mantener bajo control la totalidad de la vida y de los quehaceres de los estantes y habitantes de este país que ocasiona una profunda distorsión. Para nadie es un secreto cuales son los razonamientos de un régimen que de democrático ya le queda muy poco. Los que somos testigos casi mudos del accionar de ciertos operadores de justicia, no podemos seguir volteando la cabeza, o dejarnos distraer del modo que lo hacen. Los males que aquejan a la justicia boliviana de siempre, se ha visto empeorada sustancialmente en los últimos años, ante la arremetida castro- chavista que ya no podemos ni debemos disimular. Es cuestión de supervivencia como país libre y eso debemos exigir.

El llamado Ministerio Público, con honrosas excepciones supongo, es una cueva de malandrines obsecuentes.  La cantidad de actuaciones de ciertos Fiscales, nombrados a dedo lastiman profundamente a ciudadanos a los que se debiera defender de los verdaderos antisociales y criminales que pululan como nunca antes por las calles del país. Feminicidios, infanticidios, abusos a la integridad de las mujeres,  homicidios por un celular, es enfrentado por ellos con una liviandad que espanta. Aunque a muchos les suene disparatado, pareciera que es nomás la Policía, el único reducto medianamente confiable y último refugio para los grandes y pequeños pesares de la vida cotidiana. Pero Dios nos libre de caer en manos de un fiscal sin preparación y sin moral. Encontrar empatía y ecuanimidad en el poder judicial es misión imposible.  E ir a dar de una fiscalía a un juzgado, es peor que caer de la sartén al fuego.

La meritocracia, es para muchos, un plato exótico que no saben con qué se come. La mayoría de los jueces, tienen conductas  inocuas. Tienen bienes por mucho más de lo que pueden explicar con el agravante que no hay una sola institución del estado, que fiscalice y que controle.  Si dejaran existir comités verdaderamente cívicos, si los vecinos sin temor de ser avasallados por esos movimientos sociales funcionales al régimen , pudieran elaborar ternas de profesionales abogados probos y correctos, si se pudiera hacer una selección de personas, que como todos sabemos no es difícil de identificar pues somos pocos y nos conocemos mucho, se podría hacer un mundo de diferencia. Si en vez de despilfarrar fortunas en marchas y manifestaciones de apoyo a quienes pretenden corromper la Constitución Política del Estado, se invirtiera en tecnología adecuada y competentes funcionarios para organizar las ratoneras que son los juzgados plagados de inhumanos y retrasados expedientes o peor aún, ni siquiera considerados, estaríamos hablando de otra cosa. Hay algunas causas que se han convertido en una industria por la duración de los procesos , y ni mencionar los miles que están hacinados en kafkianas cárceles preventivamente, en esta perversa inversión que ya no se presume la inocencia de nadie, excepto, por supuesto de los que gozan del favor de los que tienen coronita.  Y DDHH mientras,  está analizando la «presunta violación del derecho humano» de un Presidente que está dispuesto a todo por permanecer regodeándose con las mieles  del Poder.

El gobierno de Evo Morales, una vez más, está llevando al país a unas «inéditas» elecciones populares para jueces y magistrados,  ilustres anónimos  que han pasado por el tamiz masista en esa otra fea cara que es la Asamblea Legislativa. Si no hay justicia , nada hay. Si no tenemos la capacidad de parar a los canallas togados negándoles vía voto obligatorio,  una legitimación inaceptable,  estaremos  volviéndonos cómplices, entonces, será mejor  que se cierre la puerta y que el último apague la luz.