El infierno en la otra esquina

Irma Velasco Prudencio

El fallo del Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) a favor de la reelección indefinida de Evo Morales, coloca nuestra mirada sobre Venezuela. El resultado del “Socialismo del siglo XXI”, liderado por el chavismo con ambiciones continentales, es haber transformado al país de extraordinaria geografía: caribeño, atlántico, andino y amazónico, dueño de las mayores reservas de petróleo del mundo, en un infierno en el que solo hay hambre, enfermedades y violencia.

De acuerdo con el Programa Venezolano de Educación Acción en Derechos Humanos (Provea), lo que hay en Venezuela es una dictadura del siglo XXI. En su informe anual correspondiente al año 2016, la ONG analiza el papel del Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela, institución paralela al Tribunal Constitucional Plurinacional de Bolivia, en la ruina de la democracia venezolana. “El Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) pasó a jugar un papel destacado en la estrategia del gobierno (venezolano) tanto para convalidar acciones antidemocráticas como para perseguir a la disidencia. El TSJ asfixió la democracia en Venezuela”, concluye el informe.



Como es notorio, Bolivia sigue los pasos de Venezuela en la destrucción de sus instituciones a través del sometimiento del poder judicial, la persecución política y la imposición de la reelección indefinida. Incluso la supresión de la República se relaciona con el debilitamiento del Estado de derecho democrático en el país, ya que de forma sistemática se vulnera la separación de los poderes, aquella teoría política idealizada por Montesquieu, que es precisamente la raíz del modelo republicano. La fragilidad de nuestra democracia se refleja con especial dramatismo en la existencia de presos y exiliados políticos. De acuerdo con la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados, ACNUR, hay 1.232 exiliados bolivianos en el mundo y más de 100 presos políticos en el país.

Al desgaste institucional, se suma el incansable apoyo de Evo Morales a Nicolás Maduro. En efecto, fue el único mandatario latinoamericano que participó en la Cumbre de Solidaridad con Venezuela entre el 15 y 17 de septiembre de 2017, en apoyo al dictador venezolano. Nefanda defensa que lleva a la conclusión de que aquello que el oficialismo aspira para el país es la infame realidad venezolana. La gente en Venezuela tiene hambre: son comunes las imágenes de niños y adultos famélicos que buscan en la basura algún resto de comida. Una investigación realizada por la Fundación Bengoa para la Alimentación y Nutrición en el primer trimestre del año 2017 en aquel país, reveló que 1.500.000 personas comían entonces de la basura.

De acuerdo con la ONG Cáritas, unos 4,5 millones de venezolanos comen una vez al día y a veces cada dos días. Y el 80% de los 30 millones de habitantes solo come dos veces al día. La cantidad y calidad de los alimentos ha bajado debido a la inflación. Uno de los motivos por los que la pobreza no solo se ha hecho más profunda sino que también se ha generalizado. La inflación para el mes de noviembre del año 2017, por ejemplo, es de 56,7 %.

A las dificultades económicas hay que agregar la penuria de los productos: no hay pan, no hay leche, no hay café, no hay arroz, ni harina de trigo, ni pastas, ni arvejas, ni lentejas, entre otros. Evidentemente, la escasez de alimentos también ha deteriorado la dieta de la población. Son estremecedores los datos de Cáritas a medida que se avanza en la lectura de su informe. Semanalmente, indican sus especialistas, mueren entre 5 y 6 niños por desnutrición. Y el 33% de la población infantil ya presenta retardo en el crecimiento. Un daño tanto físico como mental irreversible.Como también hay escasez de medicinas han repuntado y se han extendido con facilidad enfermedades que ya habían sido superadas como la malaria, la difteria y el sarampión. “Venezuela tiene más del 50% de los casos mortales de malaria en Latinoamérica y el 74% de los casos de difteria en todo el continente”, explicó José Félix Oletta, exministro de Salud de ese país a la red de noticias Caracol.Los venezolanos mueren a causa de enfermedades perfectamente tratables porque no tienen medicamentos; pero también mueren por la criminalidad, víctimas de un sistema que no solo la tolera sino que la sustenta. El político opositor David Smolansky, exiliado hoy en Brasil, denunció ante la OEA que “el Estado venezolano utiliza la inseguridad como forma de control social y por ello la usa como política pública”. En consecuencia, Venezuela ocupa el segundo lugar como país sin guerra más violento del mundo, después de El Salvador, según el Observatorio Venezolano de Violencia OVV.El uso de la violencia como política pública se hizo evidente durante las manifestaciones sucedidas este año contra Nicolás Maduro. De acuerdo a la organización Foro Penal de Venezuela, “entre abril y septiembre de 2017, miembros de las fuerzas de seguridad nacional y de pandillas armadas partidarias del gobierno, llamadas “colectivos” provocaron decenas de muertes y cientos de heridos”.  Según una investigación de la Oficina del Alto Comisionado de Derechos Humanos de la ONU, la represión dejó un saldo de 124 muertos. También fueron detenidas centenas de personas que fueron brutalmente torturadas. Al menos 757 civiles fueron juzgados en tribunales militares, en violación del derecho internacional. Hoy, hay más de 300 presos políticos en Venezuela, a quienes la dictadura niega asistencia médica, el derecho a tomar sol, les da deliberadamente comida putrefacta, los golpea, los aísla y los humilla.Esta es la Venezuela del “Socialismo del Siglo XXI”.  Como resume la geógrafa venezolana Rosa Estaba en su libro El populismo geográfico en Venezuela, “A la postre, la ofrecida justicia social del chavismo se ha traducido en desindustrialización, quiebra de la agricultura, falta de electricidad y agua potable, destrucción de la red vial, carencia de viviendas, escuelas y hospitales, ruina de las ciudades, exclusión territorial y pobreza crítica y generalizada”.Descripción que habría que completar con las declaraciones del Secretario General de la Organización de los Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, ante el Senado de los Estados Unidos el 19 de julio de 2017: “Venezuela es el país más corrupto del continente, toda la estructura del Estado está tomada por el narcotráfico”.Por todo esto es imprescindible que en Bolivia prevalezca el respeto a la Constitución y la continuidad del orden democrático frente a las ambiciones de repostulación de Evo Morales en las elecciones presidenciales de 2019. Que los líderes de la oposición recuerden regularmente que Venezuela vive hoy una emergencia humanitaria para que el oficialismo recoja el costo político que merece su alianza con la “Revolución Bolivariana”. No nos afrontamos más a exóticas promesas de descolonización ni a discursos de redención social. Ahora conocemos la realidad objetiva y palpable de Venezuela. Hoy lo sabemos: el infierno está en la otra esquina.