¿Se aproxima el Armagedón?

Álvaro Riveros Tejada 

A raíz de las recientes declaraciones de Donald Trump en sentido de trasladar la sede de la embajada norteamericana de Tel Aviv a Jerusalén, son innumerables los  actos de protesta y violencia que se han registrado en varias  latitudes de la tierra, haciéndonos temer una escalada que derive en fatales acontecimientos.

Es inevitable entender primeramente que, a diferencia de nuestro país y de muchas naciones latinoamericanas, la política internacional no la dicta un solo elemento y mucho menos un demente que, por sí y para sí,  una mañana de chaki o mal sueño decide embestir contra una nación cualquiera y, a partir de ese instante, esa será la palabra sancta que determine el curso de las relaciones futuras con dicha potencia.



 En el Imperio, como gustan llamarlo los dotados con alma de esclavos, y en muchos países del primer mundo, donde dichas políticas deben ser aplicadas, es un grupo asesor de amplio espectro el encargado de calcularlas, diseñarlas y discutirlas y, si es necesario, intervenir hasta en el momento de su operatividad. De ahí que la determinación asumida por Donald Trump emergió de una Ley emitida y promulgada en los EE.UU. en 1995, mediante la cual Washington debía enviar su delegación diplomática a la sagrada ciudad empero, una cláusula de esa norma permite astutamente a los presidentes, por seguridad nacional, postergar dicha mudanza por seis meses, potestad utilizada por Bill Clinton, George Bush, Barack Obama y el propio Trump, en su primera etapa, con la diferencia que éste prometió dicho traslado en su campaña electoral, propuesta que le granjeó  el beneplácito de la colectividad judía y, por ende, la decidida colaboración y apoyo a su aspiración de llegar a la Casa Blanca. Por lo tanto, no hay nada secreto ni oculto en la decisión tomada y lo único real es la bestial contienda política entre  el gobierno y la oposición estadounidense, que en su furia destructiva no ha reparado ni en los problemas del bajo vientre presidencial y, sin importarles las consecuencias de su denodado empeño, ahora parecen listos a generar un lío que  derive hasta en una conflagración mundial. Un aciago desenlace que nos recuerda las revelaciones del apóstol Juan en el nuevo testamento (Ap. 16:16), donde describe el fin de los tiempos en una forma que, abstrayendo toda simbología inserta, se asemeja mucho a los sucesos que se vienen sucediendo, con el añadido de situar estos hechos en el Armagedón, una expresión hebrea que significa monte Megido (Har Megiddo en hebreo), el  sitio donde deberá librarse la batalla final entre los reyes de la tierra comandados por el anticristo, para luchar contra el Cordero de Dios, y donde serán finalmente derrotados por Jesucristo y su ejército de ángeles. Los temibles ISIS, Hamas, Daesch y demás movimientos terroristas que se han concentrado en la zona para acabar con los cristianos; con sus propios hermanos musulmanes; y con quienes consideran infieles, están subsidiados por los propios príncipes árabes sauditas, por los emires de Qatar y por los reyes del narcotráfico que personifican a la Corte del anticristo, el cual revestido de un Angel   exterminador nos aproxima peligrosamente al Armagedón.