A las bolitas…



Con seguridad no debe haber un juego más universal y más presente en la vida de los niños que las canicas, esas luminosas bolitas de cristal que todos hemos coleccionado y que atesorábamos con tanto celo. Había toda una “cultura” alrededor de las canicas. Les poníamos nombres, había de todos tamaños y colores; se tejía un sinfín de explicaciones acerca de las bolas chinas, “las de leche”, las irrompibles y más de un niño las habrá roto con un martillo para ver si lo que había dentro era plástico o quién sabe qué otro material. Las grandes eran “bolondrones” o “toros”, las medianas eran simplemente “bolas” y a las pequeñas les decían “chilindrinas”, mucho antes de que apareciera el famoso personaje de televisión. Otro mundo aparte eran los “tichos” y cada uno tenía su forma de armar los dedos para impulsar las canicas, con toda una serie de argumentos físicos y mecánicos. Podríamos escribir un tratado acerca de los juegos, las jergas y los mitos sobre las canicas, pero lo que nunca nadie imaginó es que estas humildes esferas cristalinas se convertirían en parte de las estrategias envolventes de la política boliviana.

Fuente: eldia.com.bo