Francia se juega su honor en la búsqueda del atracador Redoine Faïd

Miles de policías tratan de localizar al criminal de 46 años, uno de los más conocidos del país



Policías custodian el helicóptero usado para la evasión de Redoine Faïd
Policías custodian el helicóptero usado para la evasión de Redoine Faïd EFE

¿Pero dónde se esconde Faïd? La pregunta también planea en Creil. En esta comunidad —el último suburbio de París o la primera ciudad de provincias, según con quién se hable— nació Faïd en el seno de una familia numerosa de inmigrantes argelinos y allí perpetró sus primeros robos. Estos días de canícula estival, Creil parece adormecido. Alguna patrulla de policía ronda por las calles de bloques de viviendas sociales donde creció Faïd. Nada fuera de lo normal, dicen sus vecinos. “En 2013 [tras su primera fuga] había helicópteros sobrevolando el barrio todo el tiempo”, recuerda Abdulahi, un adolescente del barrio. Ni él ni su colega Omar habían nacido cuando Faïd aún vivía aquí. Aunque saben que es un criminal, lo admiran como en otras banlieues celebran a futbolistas como Kylian Mbappé.

“Aquí sentimos mucho orgullo. Chapeau, bravo, menuda evasión”, dice Omar. ¿Por qué tanta fascinación por quien no deja de ser un criminal con una condena por una muerte a cuestas? Se tocan la cabeza. “Por su cerebro. Es muy inteligente”, dicen. “¡Es mejor que Michael Scofield de [la serie] Prison Break!”, proclama Abdulahi.

La referencia cinéfila no es gratuita.

Lo que siempre ha llamado la atención de Faïd es su fascinación por el cine, que ha entremezclado como pocos con su vida. Sus amigos le llamaban Doc, por Doc McCoy, el personaje de Steve McQueen, uno de sus héroes, en La Huida. Aunque ninguno supera a su “maestro”, Michael Mann, el director de su referente absoluto, la película Heat. “El cine no solo te influencia, te inspira”, dice en Braqueur (Atracador), el libro autobiográfico que publicó en 2010 y que le hizo conocido en toda Francia. Como cuando atracó con su banda un banco usando máscaras de expresidentes, igual que en Point Break (Le llaman Bodhi) con Keanu Reeves. O cuando, para robar una joyería, “nos pusimos nombres de colores, Señor Amarillo, Señor Verde, Señor Blanco, como en Reservoir Dogs de Tarantino”. Por su puesto, su primer atraco a un furgón blindado, en 1997, lo hizo con máscaras de hockey, “como en Heat”.

También sus fugas son de película. En 2013, la primera vez que se evadió de una cárcel —tomando rehenes y reventando puertas con explosivos— mientras la policía le buscaba en las esquinas más remotas de Francia, y hasta en el extranjero, Faïd se escondía en hoteles de los alrededores de París, haciéndose pasar por un agente comercial, como ya había hecho años antes cuando tuvo que desaparecer por primera vez.

“Como en esos hoteles no hay más que comerciales, te puedes fundir en la masa. Viajas en un Clio. No se ve otro coche en el garaje. Te das cuenta de que esta gente se levanta todos los días a las siete de la mañana. Así que si te levantas tú al mediodía queda raro. Aprendes sus hábitos. Te levantas a las siete.  Vuelven a las siete u ocho de la noche. Y obviamente, solo te quedas en el hotel de lunes a viernes”, cuenta en Braqueur.

De lo que no habla tanto Faïd es de lo mal que acaban muchas de sus idolatradas películas para sus protagonistas. Robert de Niro, el líder de la banda de Heat, muere. Tampoco hay final feliz para los ladrones enmascarados de Point Break.

Ni en la vida real. Bien lo sabe Yassin, otro vecino de Creil. Apenas ronda los 30, pero ya ha pasado diez años en prisión. Mira un poco enfadado a los jóvenes que celebran la fuga del atracador. “Ni siquiera lo conocen”, dice. Él sí. Era un crío cuando Faïd vivía aún en la zona. “Nos compraba helados”, recuerda. Su paso por la cárcel le hace mucho más escéptico respecto al estatus de ídolo local de Faïd. Pero no puede evitar una sonrisa. “Era un tipo majo”.

En Creil, nadie quiere pensar qué pasará si lo localizan. Faïd acumula tantos años de cárcel, incluida un condena de 25 años por la muerte de una joven policía en un atraco frustrado del que se le señaló como cerebro —el único crimen de sangre de su larga carrera delictiva— que sabe que pasará buena parte del resto de su vida en la cárcel. Solo en 2017 recibió una condena de 10 años por su fuga de 2013 y una de 18 por un ataque a un furgón blindado en 2011. Ambas sentencias estaban pendientes de apelación. La primera vez fue atrapado a las seis semanas. Los expertos creen que esta vez no será tan fácil.

“Es metódico, reflexiona, y se apoya en un círculo tan restringido que sus fallos son escasos”, dijo a Libération un exresponsable de la lucha contra el crimen organizado, Bernard Petit. Además, “se ha leído todas las memorias de policías publicadas en los últimos diez años y ha aprendido mucho de la forma en que se persigue a los fugitivos”, según Frédéric Ploquin, autor de un libro sobre evasiones carcelarias.

¿Bastará para que no le capturen otra vez? A Omar, su joven admirador en Creil, no le cabe duda. “No se dejará atrapar de nuevo. La libertad es demasiado sabrosa”.

Fuente: elpais.com