Hay comunidades «castigadas» por oponerse en el Tipnis

Corregidores de 14 poblados de la reserva natural dicen que las obras y programas del Gobierno no llegan a sus zonas porque están en contra de la carretera

Iván Paredes Tamayo



Jacinto Ipamo no sabe qué responder cuando se le pregunta si conoce a un médico. Tiene seis años y nunca recibió atención en salud. Su nivel educativo es precario. Aun así, es feliz. Corre por la selva y juega con sus amigos con las ramas de los árboles. No le importa nada. Más allá está su hermana, Lourdes, que utiliza la precaria sopapa para sacar agua de un pozo. La vida en la comunidad Trinidadcito, en el Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure (Tipnis), es muy dura por la ausencia del Estado, al igual que otros 13 poblados de la reserva natural, por estar en contra de la vía que amenaza atravesar el corazón del parque.

La única infraestructura en Trinidadcito construida con cemento es la posta de salud. La entregó el opositor del Gobierno de Evo Morales, Ernesto Suárez, en 2010, cuando era gobernador de Beni. El espacio no se utiliza porque desde hace seis años no hay un médico residente. Las medicinas que están en un viejo mueble del pequeño ambiente están vencidas. Casi todas son paracetamol, producto que es rechazado por los pobladores. Más allá está la escuela. Dos construcciones de madera sin paredes. Solo hay sillas y pocas mesas. Un profesor dicta las clases para los niños de todas las edades. En la comunidad hay un poco más de 30 menores de edad. La población en total no pasa de 150.

El corregidor de Trinidadcito, Darío Hou, es director y acusa al Gobierno por el “abandono” que sufre su comunidad. Dice que hubo proyectos consolidados, pero no se ejecutaron, asegura, por estar en contra de la carretera en el Tipnis.

“Somos como 14 comunidades (en el Tipnis) que estamos en contra de la carretera. Lo curioso es que estas comunidades estamos abandonadas, no tenemos apoyo del Gobierno a pesar de que lo prometieron. Aun así estamos trabajando para salir adelante”, detalla Hou.

El dirigente enumera las comunidades que tienen poco respaldo del Gobierno en cuanto a obras públicas: Trinidadcito, Nueva Vida, Nueva Galilea, Santa María, Gundonovia, San Vicente, Concepción del Ichoa, San Bartolomé de Chiripopo, San José de Patrocinio, Santiago de Santa Fe, Limoncito, Nueva Vida, San Antonio y Dulce Nombre. Todos estos poblados están al norte del Tipnis y son quienes están en contra de la carretera.

Comunidades ‘castigadas’

Y es así. Fabián Gil es presidente de la Subcentral Tipnis. El dirigente lamenta que el Gobierno haya dividido la organización indígena de la reserva natural, lo que promueve el “olvido” de algunas comunidades. No se anima a dar un número exacto de las poblaciones “castigadas”, pero dice que pasan la decena de las 64 que conforman el parque nacional.

“No hay absolutamente nada dentro de las comunidades, los pobladores viven peor que antes. No existen postas sanitarias, no hay escuelas nuevas ni la implementación de los programas Mi Agua 1 ni Mi Agua 2. Y tampoco hay luz eléctrica, todo se da mediante motores. En cuanto a los proyectos de vivienda social, estos existen, pero se los ejecuta de una forma irresponsable donde no se completa la construcción de las casas, siempre pasa algo”, reprocha Gil.

La comunidad Trinidadcito, ubicada al norte del Tipnis y que pertenece al municipio de Loreto, de Beni, tiene un pozo de agua y un tanque de 500 litros. Es de este último envase que se puede consumir el líquido elemento. Las casas, todas de madera y con techo de hojas secas, son de un solo ambiente donde hay carpas y camas viejas con mosquiteros. Los baños son pozos ciegos. Las cocinas, sin paredes.

La alimentación se basa en frutas, yuca y arroz. Carne bovina se come poco y el pescado también, ya que es una comunidad alejada del río Isiboro. Hay una iglesia precaria, que abre sus puertas dos domingos al año. Su cabildo tiene sillas largas y una mesa para el plenario. Es ahí donde se reúne la población para determinar medidas.

Marcial Fabricano es un dirigente que marchó el año 1990 del siglo pasado exigiendo respeto a su territorio. Recuerda que en Trinidadcito germinó en 1988 la marcha denominada Por el territorio y la dignidad, que se desarrolló en 1990 exigiendo respeto a los derechos de los pueblos indígenas de tierras bajas. “Acá (Trinidadcito) germinaron decisiones políticas”, recalca Fabricano.

Cecilia Moyoviri relata su vida en la comunidad Galilea, otra comunidad sin acceso a servicios básicos. Ella dice que su poblado tiene un motor de luz, al igual que Trinidadcito, que genera electricidad. El agua, dice, es muy escasa, algo que ocasiona enfermedades, sobre todo a los niños. “Somos comunidades castigadas. En Coquinal el Gobierno construyó una escuela enorme para pocos niños. En estos pueblos hay más niños y los profesores y las escuelas son muy pocos”, lamenta.

Carlos Romero, ministro de Gobierno, es experto en la temática indígena, sobre todo de tierras bajas. Asegura que en el Tipnis no hay comunidades “castigadas” y mucho menos poblaciones “olvidadas” por el Ejecutivo. Es más, dice que el presidente Evo Morales instruyó mejorar la calidad de vida de los pobladores de la reserva natural y ese proyecto se está ejecutando.

“No es como las ONG intentan graficar la situación en el Tipnis. Si nos enfocamos en el acceso a salud, educación, vivienda y servicios básicos en el Tipnis, se hizo mucho trabajo. Claro que falta, pero a veces los dirigentes están mal asesorados y niegan apoyo. Este Gobierno es el que más trabajó por los derechos de los pueblos indígenas”, destaca Romero.

Ramona Moye, diputada del MAS y parte del Tipnis, señala que la condición de vida en la reserva natural mejoró “desde que el presidente Evo llegó a la Presidencia”, ya que antes, dice, este territorio era olvidado por los gobernantes.

“Los habitantes de ciertas comunidades que viven en este territorio lograron acceder a viviendas, salud, telecentros, polideportivos y proyectos para unidades educativas, ahora queda pendiente el tema carretero, que también es un pedido de la gente”, relata Moye.

La fracción sindical

El común denominador en el Tipnis es la división. Gil se autoidentifica como presidente de la Subcentral Tipnis, pero aparece Domingo Nogales asegurando que tiene el mismo cargo. Ambos tienen posiciones encontradas. El segundo es afín al MAS.

“Los avances son palpables y están a la vista de la gente. No podemos mentir. Vayan por las comunidades del Tipnis y verán el desarrollo, claro, falta aún. Por eso pedimos a los ministerios y a la Asamblea Legislativa Plurinacional más coordinación por el bien de nuestros pueblos”, remarca Nogales.

Benigno Noza es corregidor de Nueva Galilea. Sostiene un folleto viejo con sus manos y muestra algunas fotografías. Se ve a Evo Morales con un niño en una pileta pública y, en otra imagen, una escuela construida con cemento. Supuestamente estas obras fueron entregadas a su comunidad, pero el dirigente denuncia lo contrario.

“Yo se lo dije al presidente (Morales) en la ciudad de La Paz y no supo responder. Él dice que construyó una escuela en Nueva Galilea, mire qué lindo el colegio, ya quisiera que mis hijos estudien en esa escuela, pero esta obra es fantasma. También informan que construyeron 24 viviendas sociales, mentira, no hay ni una, todo es obra fantasma”, denuncia Noza.

La diputada Moye averiguará este extremo, pero recuerda que el mandatario inauguró obras en Nueva Galilea y dice que entregará a Benigno Noza un informe sobre su denuncia.

Ovidio Teco vive en la comunidad Gundonovia. Está molesto porque el programa de fomento a la producción de cacao se quedó en papeles. Acusa al Gobierno de priorizar el apoyo al norte de La Paz y a empresas privadas. “Nosotros no estamos de acuerdo con la carretera y por eso se nos cortó toda clase de apoyo. Yo soy productor de cacao y no tenemos la atención del Gobierno para fomentar nuestra producción”, lamenta.

En Gundonovia el panorama es más alentador en cuanto a educación. Hay una escuela amplia y ocho profesores trabajan para enseñar a 70 niños. Alcibíades Cuéllar es uno de los maestros y relata que la deserción escolar se agrava cada año por el factor económico de las familias. “Acá planificamos la cocina para dar a los estudiantes. Los padres pescan y eso sirve de alimento para los niños”, expresa el profesor.

La vida en el Tipnis es tranquila. Matilde Noza está feliz porque sus hijos crecen en paz en medio de la selva. Sus sembradíos son el alimento de su familia y los ríos su carretera para llegar a cualquier lado. En el monte tiene carne y en las aguas, también. Ella se enfoca solamente en la salud, educación y telecomunicaciones. Quiere sanos a sus hijos y bien educados.

Jacinto agarra un balón de fútbol y muestra el inmenso campo que tiene para jugar. Reúne a sus amigos y corre con ellos, mientras los mayores se reúnen para mejorar sus vidas.

Este reportaje se publica en alianza con Mongabay Latam.

Fuente: eldeber.com.bo