Un 21060 en el horizonte

Ignacio Vera de Rada

Está claro, y no solo en la historia de Bolivia sino en la del mundo entero, que la mayor intención política no tiene la fuerza necesaria para derribar a la más débil de las realidades financieras.

«Si los reformadores radicales hubiesen mirado más allá de su estrecha visión económica», dice el Nobel de economía Joseph E. Stiglitz, «habrían comprobado que la historia enseña muy pocos o ningún final feliz de los experimentos de reformas radicales». Y el profesor pone como ejemplos de este aserto los eventos históricos que van desde la Revolución francesa y la Comuna de París, hasta la revolución de los bolcheviques y la Revolución cultural china de los sesenta y setenta.



En general, un líder político revolucionario es un desaforado, un obnubilado, un obstinado. Se ciega por las pasiones y sus ideas vinculadas con la economía tienden a estar más en comunión con la utopía que con la realidad. Ergo, cuando intenta poner en práctica sus románticas ideas de transformación, fracasa, si no rotundamente en el momento, sí a mediano o largo plazo.

¿Qué ocurrió con la revolución de los Estados Unidos? ¿Dónde está el secreto de su éxito? Esta revolución cambió estructuras políticas, más que otra cosa, y apuntaló una economía visionaria que ya había sido cimentada por los pioneros ingleses. ¿Y qué sucedió, por otro lado, con la sociedad rusa y sus periódicos derrumbes? Los rusos, al tener a los padres del socialismo científico como referentes, siempre leyeron la economía como un asunto de ideología, e infelizmente fallaron en sus objetivos; apareció un nuevo puñado de oligarcas en sustitución de los de las antiguas roscas y los nuevos monopolios de Rusia emanaban de los mismos comunistas.

El hecho es que la economía de un país puede ser bien liberal o bien estatista, pero siempre en concordancia con las fluctuaciones de las finanzas de su sociedad y con las de sus países vecinos; por ejemplo, la sociedad rusa no estaba lista para la dictadura del proletariado, o de entrada no la quería; por otro lado, la economía de tintes socialistas practicada en Suecia dio de los mejores resultados en la región europea.

Todo esto que decimos tiene que ver con la realidad económica que aguarda a Bolivia. ¿Será una economía de mercado? ¿O un estatismo? El decreto 21060 parecía en un momento desmoronarse, o pretendía por lo menos ser desmoronado, pero hay todavía en el confín una silueta bien definida que no puede ser otra que la de aquella ley que sacara a Bolivia de la hiperinflación. En ese sentido, y analizando las pulsiones macroeconómicas nacionales y de los otros países, ¿puede esperarse que, aun con un gobierno socialista que desee derribar la Nueva Política Económica, el liberalismo del 21060 se pierda? No puede esperarse tal cosa, simplemente porque cuando Bolivia adoptó el mencionado decreto solamente hizo una cosa, como dijera Paz Estenssoro: andar por el camino que marca la historia, o marchar en el sentido de la historia.

La globalización y la economía de capitales que han marcado los Estados Unidos marcan también una senda para los países del hemisferio sur, y es que los efímeros organismos y alianzas latinoamericanos, orientados muchos hacia la economía y creados más por una excitación coyuntural que por una verdadera necesidad, tienen mucho menos peso que la verdadera necesidad material de los Estados.A todo esto, debe agregarse que una economía es bien elegida y funcional siempre y cuando haya medios comunicacionales limpios y transparentes, activos y críticos. Una de las razones para que haya permanecido tanto tiempo el régimen comunista en Rusia, era que no había escrutinios públicos. Pero hablar de esto es ya tomar harina de otro saco. Ignacio Vera de Rada es licenciado en Ciencias Políticas