La historia de amor entre Carlos Gardel y el Barcelona

El argentino fue socio honorario del club español y amigo de algunas de sus figuras. Hasta les dedicó un tango. Las anécdotas futboleras con el poeta Rafael Alberti

Jugadores del Barcelona rodean a Carlos Gardel, entusiasta simpatizante de los azulgranas.

Jugadores del Barcelona rodean a Carlos Gardel, entusiasta simpatizante de los azulgranas.

Emilio Sagi Barba era un notable barítono, reconocido en Hispanoamérica por cantar óperas y zarzuelas montadas por su propia compañía cuando en 1908 recaló en Buenos Aires para actuar en el teatro Victoria. En la tramoya, lo solía mirar, embelesado, un pibe que quería ser cantor. Un tal Carlos Gardel, que se dedicaba a colocar los muebles en cada acto y a retirarlos cuando acababa. Hay quienes dicen que ese contacto con Sagi Barba fue fundamental para que Gardel se acercara mucho más aún al canto.



Lo que Gardel no supo, cuando ya veinte años más tarde era una figura reconocida en el ámbito internacional, es que cuando concurrió en 1928 a presenciar la final de la Copa del Rey entre su querido Fútbol Club Barcelona y la Real Sociedad, en un partido épico jugado en el estadio del Sardinero en Santander, uno de los protagonistas sería otro Emilio Sagi Barba, el hijo del tenor, un gran extremo izquierdo de los azulgranas, que hizo historia en el club, había nacido en Bolívar, provincia de Buenos Aires, el 15 de mayo de 1900, en una de las giras artísticas de su padre.

Sagi Barba fue el primer argentino en ponerse la camiseta del Barcelona y nunca falló un penal y con su zurda mágica de wing izquierdo llegó a marcar goles olímpicos e integraba un gran tridente con Piera y Pepe Samitier, de quienes era amigo desde la adolescencia. Jugó 455 partidos aunque dio la ventaja de que desde que se casó a los 19 años y hasta los 21, no jugó. Hizo 134 goles, y ganó una Liga, 4 copas de España y 12 de Cataluña.

 

En cuanto a la final de la Copa del Rey en 1928 en el Sardinero de Santander, llamada también «Final de las Tres Finales», en la que se impuso el Barcelona 3-1 con un gol de Samitier, su gran amigo, Gardel, presenció ese partido nada menos que junto a Rafael Alberti, debido a que tenían un amigo en común, José María de Cossio (erudito de la tauromaquia), en cuya Casa de Tudanca estaba pasando una temporada el gran poeta. De Cossio fue quien logró que Gardel cantara esa noche.

Tanto Gardel como Alberti habían quedado admirados por la bravura del arquero húngaro del Barcelona Franz Platko (1928-1983), quien durante la final fue lesionado por Cholín, de la Real Sociedad, y pese a ser atendido y vendado, regresó al partido y fue fundamental en el triunfo azulgrana.
Alberti lo recuerda en su libro de memorias «La arboleda perdida»:
«Fue en Santander: 20 de mayo de 1928. Allí fui con Cossio a verlo. Un partido brutal, el Cantábrico al fondo, entre vascos y catalanes. Se jugaba al fútbol, pero también al nacionalismo. La violencia por parte de los vascos era nunca vista. Platko, un gigante portero húngaro, defendía como un toro el arco catalán. Hubo heridos, culatazos de la Guardia Civil y carreras del público. En un momento desesperado, Platko fue acometido tan furiosamente por los de la Real que quedó ensangrentado, inconsciente, a pocos metros de su puesto, pero con el balón entre las manos. En medio de ovaciones y gritos de protesta, fue alzado sobre los hombros de los suyos y sacado del campo, sembrando el desánimo en sus filas al ser sustituido por otro. Pero, cuando ya el partido llegaba al final, apareció Platko de nuevo, la cabeza vendada, fuerte y hermoso, decidido a dejarse matar. La reacción del Barcelona fue instantánea. Pocos segundos después, el gol de la victoria penetró por el arco de la Real, que abandonó el campo entre la ira de muchos y los desilusionados aplausos de sus partidarios. Por la noche, el hotel, nos reunimos con los catalanes. Se entonó «Els Segadors» y se hicieron ondear banderas. Y una persona que nos había acompañado a Cossio y a mí durante el partido cantó, con verdadero encanto y maestría, tangos argentinos. Era Carlos Gardel

Samitier enfrenta al arquero del Europa en el partido jugado el 15 de diciembre de 1929 en el estadio de Les Corts (2-1, ambos goles de Samitier. el amigo de Gardel). (Foto: Josep Badosa / Centro de Documentacion y Estudios del Fútbol Club Barcelona)

Samitier enfrenta al arquero del Europa en el partido jugado el 15 de diciembre de 1929 en el estadio de Les Corts (2-1, ambos goles de Samitier. el amigo de Gardel). (Foto: Josep Badosa / Centro de Documentacion y Estudios del Fútbol Club Barcelona)

Se dijo que la venda a Platko se la había puesto el propio Gardel en el vestuario, pero no es algo confirmado. Al día siguiente, Gardel y Alberti salieron de paseo en coche por los pueblos de Castilla y León pero antes visitaron a Platko en el hospital y allí se encontraron con Samitier, quien también se encontraba recuperándose de los golpes del día anterior. De hecho, el 27 de mayo, Alberti publicó en «El diario de Cantabria» la «Oda a Platko» (un poema originalmente llamado «Platko» que luego quedó así : «Oh, Platko, Platko, oso rubio de Hungría…».
Gardel tenía un gran amor por Barcelona desde que la visitó por primera vez en 1923, y una barra de amigos con los que se comunicaba por carta y teléfono y los visitaba siempre que viajaba.

Pero el mejor amigo de Gardel en el Barcelona era, sin dudas, José Samitier (1902-1972), quien era un gran crack de la época, muy famoso. Jugó 13 temporadas en el Barcelona y ganó 2 Ligas, 6 Copas del Rey y 12 Copas de Cataluña y marcó 326 goles. Filmó películas como «11 pares de botas» y era modelo publicitario de vermouth. También representaba a la línea de automóviles Graham-Paige y así fue como le consiguió a Gardel uno de los últimos modelos a precio ventajoso y éste se lo llevó a Buenos Aires en el barco Conde Rosso, y al regresar en 1928 lo trajo consigo y hasta el chofer, Antonio Sumaje, «El Aviador». Fue al terminar ese viaje, que le obsequio a su amigo el tango «¡Sami!», con música de Nicolás de Verona y letra de Lito Mas, que recuerda el paso de Samitier por tierras argentinas.
El estribillo decía:
¡Sami!
Capitán del Barcelona…
Con tu juego que emociona,
Nos has hecho estremecer..,
¡Sami!
Portador de la nobleza
De tu tierra de grandeza…
¡Caballero Samitier!

A Samitier le decían «Hombre Langosta» y «El Mago». Un periodista catalán de la época, José María LLadó i Figueres, aseguró que este mote se lo puso Gardel cuando un día le dijo a Razzano y a otros amigos: «El domingo no se comprometan: iremos a la cancha a ver jugar al Mago del Balón».

En una entrevista que por esos tiempos le realizaron en Barcelona, en «La Gaceta Deportiva», Gardel confesó: «El fútbol no me interesaba. No comenzó a gustarme hasta que vi jugar al Barcelona en esta ciudad para mí tan simpática y agradable. Por la sincera y leal amistad que me une a Samitier, seguí al Barsa en su correría por varias ciudades durante el Campeonato de España que para mí fue un verdadero viacrucis. A pesar de los incidentes desagradables de la gira campeonil del Barcelona y de la derrota que el equipo olímpico argentino sufrió en el campo de Les Corts (se refiere a la gira previa de la selección argentina, camino a Amsterdam 1928 cuando iba a asistir a los Juegos pero tuvo que suspender por una gira a Italia), -jornada en la que como es lógico, me sentí argentino y deseé el triunfo de los míos- me he aficionado al fútbol y, entre ustedes, me siento un barcelonista más«.

Fue tal la cercanía entre Gardel y el Barcelona por aquellos años, que algunas versiones le habían atribuido la planificación de la gira de los catalanes por el Río de la Plata y hasta el diario «La Nación» le atribuyó la organización de otros partidos en Río de Janeiro, que el club desmintió y el jugador lo hizo de una manera rotunda: «¿Yo metido en negocios de fútbol cuando sólo atiendo, con gran dejadez, a los míos, a los de mi carrera artística? Por absurda, la noticia me hizo sonreir (…) una patraña ridícula que en Buenos Aires hizo reir a cuantos me conocen. (…) Y por lo que a mí respecta mezclándome en el absurdo, sólo he de decir que cuando se tienen contratos como el que ahora voy a cumplir en París, es por lo menos ridículo suponer que voy a dedicarme a ganar unos pesos concertando partidos de fútbol.»

Luego se supo que fue la propia Comisión Directiva del Barcelona la que tomó la decisión, mal asesorada y con tremendas expectativas de ganar mucho dinero que les prometió el empresario y dirigente Torres Ulliastres, y que consistía en reparto de la recaudación con los locales en un 50-50. También la Comisión decidió alojar al equipo en un hotel de San Isidro.

Gardel no ahorraría comentarios al respecto: «No les acompañó a los dirigentes el acierto al escoger San Isidro como residencia. El temor a que viviendo en la Capital hicieran vida disoluta es un verdadero agravio a unos muchachos a los que he visto siempre observar una conducta intachable por egoísmo y por hacer honor a su fama. San Isidro no está en condiciones para ser habitado durante el invierno por unos muchachos que necesitaban estar al abrigo del frío, en habitaciones llenas de confort y comodidad, para poder dar todo el rendimiento de energía física y moral en el campo de juego. (…) Por ser distante de la ciudad y no serme simpático el lugar en el invierno, fuí pocas veces porque desde el primer día me di cuenta de que no era la estancia que convenía a unos muchachos que debían reponerse en buenas condiciones de las consecuencias del viaje por mar y recuperar las energías perdidas para enfrentase con unos adversarios que indudablemente son de gran valía y que deseaban vencer a un contrincante de gran fama como el Barcelona. (…) ¿A quién se le ocurriría ir a una estancia, situada junto al río, de una humedad tremenda, sin que se les diera a los jugadores la comida a la que están habituados?»

En el brillante sitio Gardel.es de Marcelo O. Martínez se cuenta del tremendo fracaso de la gira barcelonista por Sudamérica, en la que, además de perder casi todos los partidos –siempre ante la presencia de Gardel en cada estadio- algunos medios definieron a algunos de sus jugadores (como el arquero suplente Llorens, quien ingresó por el lesionado Ricardo «Divino» Zamora) como «Pataduras«.
Tras caer ante 30.000 personas ante un combinado de estrellas argentinas en el estadio de Barracas, pudo empatar en el segundo partido ante la selección argentina (0-0), en River y ante 35.000 personas. Allí, Gardel y su compadre José Razzano fueron saludados por Samitier pero ya en el segundo tiempo, el «Mudo» estaba aburrido y se fueron en coche al Hipódromo de Palermo.
El diario barcelonés La Noche, resume así el poco éxito de los azulgranas:»El F.C. Barcelona ha fracasado ruidosamente en su viaje por tierras de América (fracaso deportivo y económico) (…) nada ha sido previsto. Ni el orden de los partidos, ni la valía de los adversarios, ni el número de matchs a jugar, ni el peso de los balones… nada absolutamente.»

A modo de balance de la gira, dijo Gardel: «Como argentino me complació porque quedó saldada la derrota de Las Corts (aquella de la selección olímpica en la antigua cancha del Barcelona). Como barcelonista simpatizante hubiera preferido que los muchachos del Barcelona hubieran podido oponer mayor resistencia para contemplar pugnas emocionantes de esas en las que hasta el último momento no se decide la victoria.»

El Barcelona finalizaba su gira por el Río de la Plata con muy malos resultados: le ganó a Boca pero perdió ante Independiente, la Liga Rosarina, Nacional, Peñarol y la selección argentina. Entonces, Gardel le dedicó un tango a Samitier y al regresar a Europa en diciembre grabó el tema «Patadura».

Finalmente, el beneficio del periplo fue de 150.000 pesetas para el club catalán, unos 250.000 dólares, muy poco para una gira tan extensa, con un plantel muy criticado a su regreso y hasta dimisión de varios miembros de la comisión directiva, sanciones a algunos de sus jugadores y hasta echaron al DT.

Gardel grabó la canción dedicada a sus amigos del Barcelona con su trío histórico de guitarriasta, el segundo era Guillermo Barbieri, abuelo de la actriz Carmen Barbieri.

Gardel grabó la canción dedicada a sus amigos del Barcelona con su trío histórico de guitarriasta, el segundo era Guillermo Barbieri, abuelo de la actriz Carmen Barbieri.

Así fue que Gardel decidió regrabar el tango «Patadura» justo cuando sus amigos catalanes pasaban por un mal momento, al regresar a Europa en diciembre de 1928. La versión original era dedicada a jugadores argentinos, por lo que «El Zorzal Criollo» decidió reemplazar los nombres nacionales por los de jugadores catalanes y adaptó la letra para el público español (los compositores del tango, José López Ares y Enrique Carrera Sotelo, habían presenciado en Barracas el partido entre la selección argentina y el Barcelona ante 30.000 personas que ganó Argentina 3-1):

De puro paradura estás siempre en orsay
Jamás cachás la pelota, la vas de figurita
Y no servís siquiera para patear un hand.
Querés jugar de forward y ser como lo es Piera (como Seoane)
Pa’hacer como hace Sastre (y hacer como Tarasca)
De media cancha un gol,
Querer hacerle goles al colosal Zamora (burlas a la defensa con pases y gambetas)
Como lo es Sami, el mago del balón (y ser como Ochoíta el crack de la afición).
Chinchás a la pelota (chingás a la pelota)
Chinchás en el cariño (chingás en el cariño)
El corazón de Platko (el corazón de Monti)
Te falta, che, chambón
Pateando a la ventura,
No se consiguen goles,
Con picardía, viejo (con juego y picardías)
Se altera el marcador.»

Si la primera grabación, con los nombres de jugadores argentinos, se llevó a cabo en París el 15 de diciembre de 1928, el 1 de marzo de 1929 se produjo la segunda, también en París, siempre acompañado de su trío habitual de guitarras. José Ricardo, Guillermo Barbieri  (abuelo de Carmen) y José María Aguilar, aunque utilizando los nombres de jugadores del Barcelona: el delantero Piera (Vicenc Piera), el mediocampista Josep Sastre, el arquero Ricardo Zamora, el mediocampista Josep Samitier i Vilalta, capitán, y Franz Platko, el arquero húngaro.
Tres años más tarde, en 1931, el Barcelona viajó a Londres y como Gardel estaba en París, viajó a ver ese partido, que España perdió 7-0, acompañado de Pierotti y Duggan, propietarios de caballos de carrera, pero se negó a viajar en avión (era uno de sus grandes temores, según nos cuentan en la notable exhibición «Gardel y los deportes», que se lleva a cabo hasta marzo en el Museo Casa Carlos Gardel, Jean Jaurés 735). Sentía que no les podía fallar a Samitier y a Zamora. «Pero qué goles zonzos hicieron esos yonis. Y nada menos que 7-0. Sólo voy a volver a Londres cuando juegue un cuadrito de los nuestros», se quejó luego, según contó su amigo Edmundo Guibourg.
Gardel fue socio honorario del Barcelona. Cada vez que sus dirigentes viajan a Buenos Aires, visitan su mausoleo para dejar allí un ramo de flores azules y rojas en su homenaje.

Fuente: infobae.com